30.8.09

Joseantonio en China(10). La República Popular a través del cm2 del visor de mi cámara. Regreso

Décimo y último día. 29 julio Una eternidad en llegar al aeropuerto Pu dong. Miro con envidia el Maglev que nos adelanta en medio suspiro. Eludí, antes de salir del hotel, las despedidas de algun@s compañer@s. A otros les deseé buen viaje a Hong Kong. Ahí sí que no se me ha perdido nada. Llego a la inmensa terminal y los trámites son más livianos. Hago tiempo escribiendo; trasteando con la cámara ―a punto de darle sin querer al BORRAR…―; hago pipí dos veces; cuento las columnas en equilibrio imposible de la terminal. Observo a un occidental con pinta de guarrete… en fin, cuando quiero darme cuenta estoy sentado en el peor sitio, "aprisionado" entre Carmen y Olalla. Pero sin poder reclamar pues la noche anterior lo había reservado y conocía el lugar que ocuparía. Hago acopio de mentalidad oriental y me digo que no pasa nada, que once horas de vuelo no son nada. El avión despega como si el piloto estuviera recién llegado de un botellón. El gigantesco Boeing 747 se queja con un estridente chirrido al tiempo que se eleva. Como y pruebo al fin un poquito de vino. La lengua se me suelta y descubro a mi lado a una interesante mujer que sabe, muy bien, hablar pero sobre todo escuchar. Una maravillosa mujer que además sonríe estoica, comprensivamente, cada vez que necesito imperiosamente ―al menos lo que yo creo― salir y pasear avión arriba, avión abajo. Descubro a una mujer con un trabajo interesantísimo, el de coordinar algo maravilloso como son los Almacenes de historias de la Humanidad, como son para mí las bibliotecas y librerías, en su ciudad. Ya digo, un encanto de compañera mientas su amiga aguanta los embates olorosos de ciertos extraños pasajeros. Vivir para oler, comento con Olalla mientras observamos la cara de circunstancias de Sofi. Rememoro con Olalla los avatares y lo impactante de nuestro periplo. A mi otro lado Carmen, mi esposa, se enfrasca en el libro continuación de Los pilares de la Tierra. Al fin, agotados los temas de conversación, y no habiendo conseguido asiento junto al pasillo, por no incomodar o poner en compromiso a Olalla, me sitúo en la ventanilla. Cuando me dispongo a mirar a través de ella, el sobrecargo ordena que ha llegado la noche y todos debemos bajar la ventanilla. A dormir, aunque yo aprovecho para recapitular… A la menor ocasión, vuelvo a subir mínimamente la ventanilla y el sol cayendo muy, pero que muy lentamente, entra a raudales y cierro los ojos instintivamente. Cuando los abro y miro a través de las nubes, a diez mil metros de altitud, me da un vuelco el corazón. Y veo, recién salidos de Shanghai, siguiendo la ruta del norte cómo la Muralla divide China de las tribus mongolas del Norte. Y Manchuria, otrora rusa, y Miguel Strogoff, el correo del Zar caminando hacia los confines de Rusia. Y la Gran Marcha. Hago trabajar mi cerebro, y calculo la hora que es en realidad. Llevamos aproximadamente la mitad de tiempo de vuelo y el Boeing 747 de la holandesa KLM, se ha transforma en una Maquina del Tiempo, pero también del Espacio y de forma inaudita, asombrosa, descubro en la superficie de la tierra, sobre la que estoy sobrevolando, las divisiones Panzer… y miles de puntitos blancos camuflados sobre el manto infinito de nieve de las estepas rusas que avanzan hacia el Moscú que ahora sobrevuelo. También puedo observar las divisiones soviéticas, que avanzan intentando pararlas en mitad de la tundra entre la mártir ciudad de Stalingrado, siguiendo el cauce serpenteante del Neva hasta el mismo corazón de todas las Rusias. Y del sputnik lanzado, envidioso, desde la tundra, allá por el 69. Todo ello desde mi privilegiada atalaya, mientras observo el serpenteante río que quieren vadear las lanchas neumáticas nazis a la conquista del otro lado de la vergonzosamente repartida Polonia. Y, en fin, veo pasar la Historia bajo las alas del avión que me trasporta a mi mundo. Pero también puedo observar abajo cómo el viejo Telón de Acero está afortunadamente derribado y es ya un montón inservible de chatarra. Y que la vieja Europa, bajo mis pies, es una pista abierta a las migraciones libres. Todo eso es lo que observo, mientras iniciamos el descenso hacia los Países Bajos, dejando atrás el Báltico, mar madre de los países del frío y de naves vikingas, en horrendos viajes asolando diversos países. Holanda, la tierra del tulipán, de los viejos molinos de viento. Del viento de la libertad, del libre albedrío, de la libertad sexual, de la libre decisión de vivir o morir. Ámsterdam… aterrizando haciéndose el piloto perdonar el despegue. El vuelo a Madrid me coge con sueño. Me resisto. A mi lado, Olalla dormita mientras el sol, al fin, en un bello espectáculo, cansado de recorrer muchos husos horarios en mi compañía, se decide a ponerse tras las nubes, al otro lado del reencontrado Océano Atlántico. Madrid, terminal 2. Terminal. Cansancio. Cinta de transporte. Espera. Filas de taxis. Despedidas. Las odio. Abrazos. Un beso fugaz. Despedida. El taxi a Minimadrid. Pensamientos que vuelan. Retroceso en secuencia vertiginosa, caótica. Barajas Schipol. Beijing 301 megatodo Balaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa… Tiananmen eclipse Buda Armonía KLM hotelmenosestrellas Xi’an terracota soldadesca Mao España jetlag Fátima guías guías guías azafatas sobrecargos fumigación visados Sofía pasaportes hotel Mongolia fantasías miltrescientosmillones regiones amico anotaciones- en mi-cuaderno fotosfotos1250fotosfotos Confucio fumaderos-gheto 88 China-Eastern Pekín lluvia restaurantemástenedores sudor-por-la-espalda Shanghai madrugón palillos Jose rascacielos Manchuria sopa-gelatinosa GripeA mercado Olalla visor colasvisitamomia relojes seda Antonio controles Muralla olores fronteras agua-y-canales rascacielos-coronado recepción trenquevuela sandía yuan-rimminbi camarera-malhumorada regateo copas-que-desaparecen Tao reclamación… y cientos de palabras que permanecen y permanecerán para siempre traídas desde Oriente. Carmen. Al despedirme de Olalla, me fijo en sus ojos, que pugnan por cerrarse debido al cansancio, me acerco, la abrazo y le digo al oído: ―Tal y como escribió Marcel Proust, “El verdadero viaje no consiste en buscar nuevos caminos sino en tener nuevos ojos.” Ella me mira con los suyos muy abiertos, ahora risueños, optimistas y dibuja una amplia sonrisa, mientras me dice adiós. Adiós, amigos, pienso, hasta que el destino nos haga coincidir en algún otro cruce de caminos. No sé qué más añadir… Fue todo. Bueno… casi todo. F I N

3 comentarios:

  1. Genial relato.
    Genial viaje.
    Cansancio me da el solo hecho de pensar en el viaje que habéis hecho. Pero qué envidia

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  2. Jose una vez más nos quitamos el sombrero ante tal apasionante relato. Sólo nos queda algo que apuntar: GRACIAS, gracias por muchas cosas, por aguantarnos sobre todo, por ser tan buenos compañeros de viaje, por la amabiblidad, la amistad... gracias por todo y espero que esto no quede aquí, que sigamos manteniendo el contacto aunque sea virtualmente. Olalla y Sofía

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  3. Me he leído todos los capítulos seguidos, cais me dejo los ojos en la pantalla....pero ha merecido la pena, he sonreido mucho y he dado tres o cuatro carcajadas...ese "sin comentarios" cuando comienzan las compras, esos "AMICO", el control de tu intestino.....En general...MAGNÍFICO...esto mismo debieras haberlo hecho en los otros viajes!

    Rocío B. A.

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