4.8.09

Joseantonio en China(1). La República Popular a través del cm2 del visor de mi cámara. Llegada...

DIA 1º
20 julio 2009

Me despierto en el Hotel Mediodía, de Madrid, muy temprano obsesionado con el viaje, preguntándome si habría hecho bien en contratar este viaje. Y es que China, en ese momento, me parece muy lejana.
Enfilo la T2 de Barajas muy temprano y facturo el equipaje hasta Beijing, escaso de peso, en el mostrador KLM. Doy vueltas y más vueltas por la terminal hasta que me decido a ir a la sala de embarque. Sigo obsesionado con no meter la pata en el trasbordo en Ámsterdam.
Vuelo hacia Schipol, tomando un vinito sudafricano, y cuando llego advierto la facilidad y funcionalidad del principal aeropuerto de los Países Bajos. Cartelones de color naranja indican la puerta de embarque hacia Oriente. Me equivoco de fila y dos chicas, en las que apenas me fijo, me ceden amablemente el paso.
Vuelo hacia Asia, hacia el gigante chino. Las horas pasan lentas, aunque la noche pasa rápidamente, mientras el gigantesco Boeing 747 sobrevuela las tierras polacas, Rusia de oeste a este y Mongolia entrado en la nación china por el norte. Entre nosotros, mientras miro absorto el paisaje a través de la ventanilla, me siento un poco Marcopolo.
Antes de tomar tierra he de rellenar un complejo –por lo inusual, en ingles y chino- formulario de entrada en territorio nacional, con datos de mi localización y estancia. Nos comunican que por instrucciones expresas de las autoridades chinas, y previniendo posible contagio de la gripe H1N1, proceden a fumigar el aparato con los pasajeros dentro. Habéis leído bien: un miembro de la tripulación, blandiendo una especie de spray, recorre los pasillos de la aeronave fumigándonos como si de una piara de cochinos para desinfectar antes de acceder a la sala de sacrificio se tratara. El miembro de la tripulación holandesa luce la misma cara de vergüenza ajena que la mía, y siento entonces no haber tenido la habilidad ni los reflejos suficientes para haber tomado una fotografía.
Con las inquietantes noticias de turistas y estudiantes retenidos en hospitales y hoteles de China, y las horas de vuelo acumulando cansancio, aterrizo en una lejana pista del aeropuero de Beijing capital. Cuando desciendo del aparato una bofetada de calor húmedo me sacude en pleno rostro.
La enorme puerta de la terminal de llegadas me espera para engullirme. Son las 10 de la mañana y en largo pasillo hay una serie de mostradores tras los que nos esperan una serie de funcionarios policiales y sanitarios. Miradas. Fila india, cola estricta. Gestos. Miradas a mi rostro y a mi visado de entrada. Hospital de campaña en el pasillo y una inquietante cámara de rayos infrarrojos en busca de un par de grados de más que mi cuerpo ose despedir. Carmen, delante de mi, carraspea sin parar. Ganas me dan de darle un par de golpes en la espalda para que cese aquel ataque de repentina e inoportuna, cuando no delatora, tos. Al fin, en territorio de la Republica Popular China, Li, el guía de PANAVISIÓN, me espera.
Me saluda enarbolando una banderita roja y sonríe ampliamente. En aquel momento, bajo un cielo plomizo, y un calor aplastante decido no perderme detalle de aquel enorme y misterioso país.
Observar, mirar, disparar sin parar mi cámara y plasmar, aunque sea pobremente, las impresiones de mi periplo por China es lo que decidí hacer desde ese mismo momento. Así pues lector, en primerísima persona, porque esta son impresiones personales, si bien hice todo el trayecto de la mano de Carmen, mi compañera, la crónica de este viaje, acompañada de algunas fotos que puedan resumir las crónicas diarias.



Continúa…

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