16.8.09

Joseantonio en China(6). La República Popular a través del cm2 del visor de mi cámara. Xi'an

24 julio,viernes
5º día
Beijing aeropuerto. Un paisano que hace, el muy pillín, un robado con su móvil a Sofi y a mi en la terminal. ¿Fantaseará con nuestro posado en algún remoto lugar de la imperial China? Bueno, pienso, que lo disfrute, porque en realidad yo me estoy hinchando en hacer lo mismo… Hainan línea aérea de azafatas-geishas monísimas. Robado el que yo hago a bordo, de una de ellas. Xian, aeropuerto. Guía local. Xi’an antigua capital imperial.
Gloria, mi guía local, muy diplomática fomentando la amistad sinospañola. Cruzo el mítico Río Amarillo y entro en Xi'an, punto de partida de la Ruta de la Seda.
Trato de hacer una foto a una patrulla militar y me acojono al impedírmelo un marcial soldado. Estos no son los chicos de muestra Chacón, me parece.
Como muy bien, por fin. Museo de guerreros de terracota, Dinastía Ching. Calor. Sudor. Los guerreros también sudan… lo puedo asegurar. Soldados y más soldados. Museo. Soldados de visita, soldados de terracota. Muchos años los separan, dosmil doscientos me parece. Carroza del emperador Qin. Terracota. Campesino del pueblo Xiyang que descubrió el yacimiento. No me atrevo a robar su imagen venerable. Me firma un libro. Me mira y sonríe... Xiexie. Me vuelve a mirar -español-. Así como suena susurra. No me canso de mirar las enormes fosas comunes de aquel numeroso ejército, que veló el sueño del emperador. Todo en China es enorme.
Hotel Jianguo en Xi’an. Precioso. Jardines y lago. Y carpas. Y masaje a donde no me atrevo pero robo algunas impagables fotografías que guardo como jade en paño de las dos parejas y de Carmen.
Entretanto charlo largo y tendido; suavemente, sus palabras me saben como un masaje, con Gloria la guía, y me habla de su país, de su vida, de las ganas de visitar España. Me parece una guía muy eficiente que me habla de “mi ciudad” con gran respeto. Enrollado, le pido su email y me lo da… en chino. Mierda!!!
Al terminar, los masajeados hablan y no paran de la sesión. Felicitan a la guía por la feliz idea. Miro sus caras, retrocediendo en la cámara y me convenzo: les ha gustado. Y yo con esta envidia, aunque algo es algo, hablando durante largo rato con la guía Gloria. Gloria, que me hace tilín.
Vuelvo al hotel, aunque con ganas de continuar viaje.
Al día siguiente...

25 de julio, sábado,
6º día
después de desayunar en el Jianguo Hotel, comienzo visitando la Gran Pagoda de la Oca salvaje, con el gran edificio, de varios pisos. Me fotografío junto a los falsos budas del exterior, así como junto al Buda con la esvástica nazi al revés, aunque nadie tiene que aclararme quién copió a quién. Y tengo que esquivar una y otra vez al colgao que se empeña en incordiar mis encuadres. Pero ya haré trabajar al editor fotográfico, pero tú no sales en mis fotos, bobo.
Veo un impresionante y secreto Buda. Compro uno, en jade, para encima de la tele.
Después de comer, muy bien, en un hotel de Xi’an, me llevan a visitar una curiosa mezquita donde se mezcla los estilos musulmanes y asiáticos. Recorro el zoco donde se entremezclan los olores y los colores de una manera muy peculiar. Entro en una “cámara secreta” para intentar sacar un reloj, pero está claro que no es lo mío regatear. Sofía promete no dejar China sin adquirir, a costa de pelear y regatear, un reloj para mí. Allí mismo sello su promesa y la mía de eterna gratitud y amistad.
Me dirijo al aeropuerto y me despido con amistad de Gloria, tomando un avión de la China Eastern con dirección a Shanghai. Ceno a bordo porque hasta el día siguiente, se acabó. Volamos mientras observo China desde el aire.
Aterrizamos en el Pu-dong Shanghai International Airport, de otro mundo y otro siglo, lo más vanguardista que nunca haya visto. Multicolores de neón en la ciudad.
Me alojo en un excelente hotel, el New World Mayfair, y para compensar la escasa cena, acompaño a Jose-Antonio-Sofía-Olalla-Carmen a dar una vuelta por los alrededores del hotel. Entro en su compañía a un Starbucks de la Dingxi Rd. Tomo un triste te aunque al filo de la medianoche me echan... en su compañía también. Antes de salir del hotel le había preguntado a Sofía si tenía hambre, si deseaba cenar… con la esperanza de que me dijera que sí y habernos escapado a comer una hamburguesa. Me dice que no y yo me quedo desislusionado porque de buena gana la hubiera acompañando a matar el hambre que tenía. Al parecer era el único. Otra vez será.
Como otra vez será, pero en otras latitudes a buen seguro, la insinuación que me hizo una “dama”, de Shanghai, en la cafetería del hotel: Media luz; música suave de jazz, otrora demonizada por el maoísmo; barra americana de altos taburetes y espejos de reflejos infinitos; vasos de coctails; iluminación indirecta. Chica en una mesa de taburete alto que al verme, se gira lentamente, deja indolente la copa del Martini, y enseñando sus larguísimas piernas a través de una abertura de su ceñido vestido negro, desde las cercanías peligrosas de sus increíbles caderas, fija su mirada oblicua en mi. El cabello lacio, negro, de media melena le cae por sus sienes amplias y sus mejillas de puro nácar. Me alza su mano derecha, la dirige hacia mi persona, y en un gesto indolente abre sus dedos. Lo juro: índice, corazón, anular y meñique abriéndolos y cerrándolos lentamente como si de un abanico chinesco se tratara. Esa lentitud fue lo que me puso en órbita, y yo, que una se me iban, y otras se me venían, pensé que cómo me las iba a arreglar con ese pedazo de mujer, que yo no conocía el chino, que sólo conocía el lenguaje sempiterno de sus largos, voluptuosos dedos llamándome, pero que afuera me esperaba otra mujer que no me hacía esas cosas tan exóticas, ni falta que me hace. La miré, le dirigí una sonrisa –creo- díme la vuelta y salí de la cafetería hacia el lobby donde me esperaba mi Carmen de toda la vida. No le conté nada, no por nada, claro, sino porque no me creería conociendo mi imaginación. Pero juro sobre todos los Budas vistos hasta el momento que la nueva Dama de Shanghai me estaba hablando a través de los espejos lo mismo que la intrigante y morbosa Rita Hayworth en la peli de 1947 y que yo vi, mintiendo con mi edad, en mi adolescencia, le estaba hablando al duro de Orson Welles, en medio de miles de reflejos. Falsos.
En fin, lo cuento y sólo me cree Olalla… Los demás ríen y Carmen suspira resignada, un poco aburrida de mis sueños y cuentos chinos.
Esa noche los sueños, mis sueños, son turbios, y me despierto mirando por el ventanal que da a un feo panorama de grises rascacielos. Ya no estamos en Pekín.
Buenas noches, Dama, otra vez, tal vez, en cualquier otro lugar… será

4 comentarios:

  1. Jose, grandes traumas viajeros:... y ese masajito uffff aquellos chinos en plena actividad, dale que te pego. Te reconozco que tanto Sofi como yo (acuérdate de la penita que daba mi plato)queríamos ir "de Mc Donalds y nos quedamos con las ganas. Si hubiéramos sabido aquello... Suerte que estaba allí la Geisha.Besitos

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  2. Que no, Olalla. Que tù estabas interesada sólo en mi aventurilla de peli de cine negro. La que tenía hambre, me parece, era tu amiga.
    Por cierto, he corregido algunas erratas del relato, porque la imagen de la pibita incitándome a acudir a su lado, aún me persigue... y lo he notado al escibir esta etapa...
    ;--))

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  3. Bejarano, lo del buda de jade para encima de la tele me ha retrotraido a iempos en los que el toro negro con las banderillas o la mmuñeca con traje de cola coronaban las teles de España. Je je je. seguro que te acuerdas.

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  4. Carme, vete a mi facebook, anda, reina...
    http://www.facebook.com/album.php?aid=100780&id=673764865&saved

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