© El blog con cero lectores, pero aquí estoy en el espacio de mi libertad. No espero a nadie aunque cualquiera es bien recibido. Gracias a mi BLOC ABIERTO DE PAR EN PAR donde encontrarás desde 2009 temas variados.
30.11.25
Amón, Isis y Ptolomeo IV
Ptolomeo IV Filópator fue un mal faraón. Reinó en Egipto 200 años antes del
nacimiento de Cristo. No consiguió sofocar la revuelta que dio comienzo en el
Alto Egipto y fue depuesto a través de intrigas palaciegas. El templo,
levantado en honor a Horus y a Isis, se conviertió en el lugar donde Ptolomeo
se haría fuerte. Mas de nada le valió. El descontento del pueblo viendo como
los graneros reales eran poco a poco desvalijados e injustamente incautados
hicieron que la hambruna, la escasez debido a los bajos niveles del Nilo por
la falta de lluvias y la corrupción hicieron que el pueblo se rebelara.
Ptolomeo hacía oidos sordos y su única respuesta era el arrojar a las aguas
del Gran Río a aquellos que tuvieran la osadía de llevarle malas noticias.
Ptolomeo solo gustaba de solazarse en las terrazas entoldadas, sombreadas de
palmeras y cañaverales, mecido en sueños y duermevelas entonados en sus oidos
por dos efebos nubios, mientras degustaba de enormes bandejas de oro puro
repletas de frutos de las riberas del rio: Pan de pita, hummus, dátiles
envueltos en delicadas hojas de maiz prensadas; alimentos traidos de más allá
de las fronteras; aceite de oliva de Iberia, terneros y corderos de
Mauritania; milhojas de ajonjolí del reino alauita; vino fenicio especiado y
cerveza de los sacerdotes del templo de Karnak. Del lejano reino del Indo,
frutos y especias de todo tipo. No menos le gustaba al dios Ptolomeo. Pero no
parecía ser consciente de lo cerca de la gran tragedia que se cernía sobre el
reino: los cuervos y arrendajos volaban alto en el cielo augurando y
barruntando muerte y destrucción. Mas el dios cavaba su tumba; en el exterior
de las puertas del templo se revolvían las masas. Los dos semidioses
—reencarnados en Horunnefer y una sacerdotisa erigida como Némesis—,
consiguieron alertar, prevenir y disponer para la batalla para arrancar al
tirano e iracundo faraón de la silla reservada a los verdaderos dioses. El
templo de Amón de Debod era un clamor que no conseguía traspasar y molestar el
dulce estar del dios faraón degustando los placeres del cuerpo y de la mente.
Los jóvenes nubios dejaron las cantinelas y comenzaron un delicioso masaje.
Pero el murmullo se iba conviertiendo en clamor en el exterior del templo de
Debod Amón.
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