2.12.20

Consuelo Dominguez, historiadora


 Al fin nos hemos citado para charlar. Era algo que teníamos pendiente y no había lugar ni ocasión para ello. Pero para el entrevistador era algo ineludible. Fui dando vueltas y preparando la entrevista y el destino, como sí podía ser de otra manera, nos ha reunido a las cinco de la tarde de una brumosa tarde de noviembre del año 0 de la pandemia. La cita fue en una moderna cafetería sobre la Ría de Huelva pero amablemente nos invitaron a desalojar a mitad de la entrevista... 

Consuelo Domínguez es Doctora en Historia (aparte de Maestra y Licenciada en Ciencias de la Educación), ejerció como maestra y desarrolló tareas en el Museo de Huelva como Coordinadora de los Gabinetes Pedagógicos de Bellas Artes. Posteriormente se incorporó a la Universidad como Profesora Titular. Ahora, ya, felizmente jubilada pero no por ello inactiva. Y sobre todo, amiga.

P—Consuelo, dinos si tu lugar de nacimiento influyó en la elección de tu carrera y de tu especialización.

R—No sé bien hasta qué punto el lugar en el que se nace o en el que se vive determinan o condicionan en parte los intereses y las inquietudes sentidas, pero en mi caso haber nacido y vivido durante mi niñez y juventud en la Cuenca Minera de Riotinto (yo nací en El Campillo, uno de los pueblos mineros de dicha cuenca). 

P—Supongo que tus recuerdos de la niñez serán de paisajes áridos, sonidos de barrenos y todo lo que supone una zona minera...

R—Así es. Las primeras experiencias vividas en la infancia se van almacenando en la memoria, mi niñez todavía conservo con gran lucidez la impresión que me causaba ese paisaje que yo describo al comienzo de mi libro sobre Hugh M. Matheson en donde aparecen las vivencias de mi infancia y juventud que vuelven a cobrar vida a través de un caleidoscopio lleno de imágenes de una tierra tornasolada por el cromatismo de sus piritas ferrocobrizas, del sonido de los barrenos perforando la tierra, de la bucólica visión de unos serpenteantes trenes ávido por llegar a su destino, de una arquitectura atípica poblada de elementos eclécticos entre británicos y andaluces, de algunos modismos lingüísticos ingleses integrados en nuestro léxico y de la refrescante estampa de los parques y jardines de Riotinto que contrastaban con el paisaje yermo y calcinado de los alrededores.

P—Consuelo, ¡me dan ganas de saltarme el estado de alarma e irme a pasar un finde a las minas de turisteo!

Sonríe Consuelo mientras abandonamos la terraza del bar y decidimos sobre la marcha dónde continuar. Y si había algo que pudiera dar más «ambiente» hemos terminado la entrevista en un lugar muy apropiado... 

R— Creo que mis palabras, mis descripciones, pueden servir para despertar la curiosidad de visitar y conocer la historia de esta comarca que, aunque transformada por el tiempo y la mano del hombre, sigue ofreciendo un gran atractivo en cuanto al patrimonio histórico que acumula.

P—Díme, cómo llegaste a la Historia, a la investigación

R—Yo creo que fue inevitable el paso de la docencia general a la investigación y a la Historia con mayúscula. El interés por desgranar la historia de mi comarca hace unos años se canalizó en un tema que siempre ha suscitado un gran interés para mí, el de la última morada... o dicho de otra forma, los cementerios. Así que para decirlo claramente, entre el ambiente y los archivos me llevaron a mi pasión. Y comencé a viajar.

P— A ver, enumera paises y cementerios

Ahora somos los dos sonriendo a la vez

R—En cada viaje que he realizado la visita al cementerio correspondiente ocupaba un lugar destacado en mi agenda de viaje y entre ellos, imposible citarlos a todos, hay algunos muy importantes y destacados como el de Arlington en Virginia (EE.UU), el cementerio judío de Praga, el mausoleo donde reposan las cenizas de Gandhi en Delhi, las Pirámides, auténticos templos funerarios de Egipto, y dos de los más conocidos y apreciados por mí, el cementerio de Père Lachaise y el de Montparnasse en París. 

Dentro de nuestro país, he de señalar la visita a los cementerios británicos de Bilbao, Santander, Málaga; Tenerife y Sevilla además de los que conservamos en Huelva, Riotinto y Tharsis. 


P—Como sé que quieres hablar de tu último libro, informanos antes quién fue Matheson. 

R— Mi interés por Hugh M. Matheson es debido a que este señor de la época victoriana fue durante veinticinco años presidente de la Rio Tinto Company (libro pubicado por la Universidad de Huelva) con todo lo que este cargo conlleva y el legado que su presidencia dejó en la Cuenca Minera de Huelva. Así que visité el cementerio de Highgate en Londres y el South Leith Parish Church en Edimburgo donde están los padres. 

P—¿Y otras obras tuyas? 

R— Mi primera obra fue «In Loving Memory» donde echo una exhaustiva mirada a nuestro pasado minero y los cementerios británicos de la provincia de Huelva.

P—¿Qué nos enseñan los cementerios? 

R—En nuestra cultura judeo-cristiana la muerte y los cementerios se asocian comúnmente con el osario y el lugar en el que se depositaban los cadáveres; por ese motivo ambos conceptos no están exentos de connotaciones tétricas pero en la actualidad, aunque todavía hay muchas personas que tienen horror al cementerio afortunadamente se va imponiendo la idea más intimista de considerarlos como un lugar histórico y también como campo de reposo, más parecido al significado de Campo Elíseo, el lugar reservado, según la mitología griega para los mortales elegidos por los dioses, los justos y los heroicos en el que permanecerían después de la muerte. 

P—¿Por qué ese temor a la muerte en nuestra sociedad actual?

R— A lo largo de la historia la muerte ha permanecido apegada tanto al sentido trascendente de la existencia como a una dimensión espiritual o religiosa y manteniendo una línea divisoria entre dos mundos, el de los vivos y el de los muertos. En la actualidad los rituales que han acompañado a la muerte se han simplificado y el lugar para acompañar a los difuntos ya no es el cementerio sino el Tanatorio, en el que parece que hay una asepsia y distanciamiento mayor con el difunto y donde prima la funcionalidad al ser el lugar en que tiene cabida un ritual que, aunque muy antiguo, es el que hoy se va imponiendo, el de la cremación o incineración que tradicionalmente no se practicaba en nuestra cultura. En el cementerio no habrá ningún recuerdo del difunto, solo una pradera para esparcir las cenizas del finado o depositada en pequeños nichos. Ese parece ser el futuro.

P— ¿El temor a la muerte se debe a que no se muestra la Muerte en las escuelas, en los niños, a nuestra sociedad en general? 

R—Respecto al valor didáctico de llevar a los alumnos a un cementerio, como ejemplo te diré que yo la he practicado llevando a varios grupos de alumnos al cementerio de Moguer para leer algún poema ante la tumba de Juan Ramón Jiménez.  Integrar la muerte y la visita a los cementerios como materia curricular no lo veo fácil pero sí es bueno hablar de ello. Existe un par de obras clásicas, la de Louis-Vicent Thomas autor de Antropología de la muerte y Philippe Arìes autor de Historia de la muerte en Occidente, muy recomendables. 

Al final casi sin rumbo fijo, y con los bares cerrados hemos llegado al mejor de los lugares para acabar esta docta entrevista —a las respuestas me remito— en una tarde cayendo el sol de forma impactante entre grandes nubarrones, hundiéndose en el mar tras los esteros de la Ria de Huelva. 

P—¿Qué planes tienes respecto a tu pasión historiadora?

R— En estos momentos estoy centrada en estudiar la temática de la muerte y los cementerios, dos aspectos capitales en la vida y obra de Juan Ramón Jiménez, nuestro poeta universal. Un tema apasionante y unas palabras del moguereño para pensar:

 «La mujer, la obra y la muerte. Una vez más. Si se acaba, por desgracia la mujer, queda la obra. Si se acaba la obra por desgracia, queda la mujer. Si se acaban la mujer y la obra queda la muerte.»


...La verdad es que entre hablar y conversar con Consuelo Domínguez Dominguez, la tarde ha caido con rapidez. Estamos a las puertas de los cementerios de Huelva (municipal y británico) lugares de estudio de la doctora, maestra, escritora pero sobre todo mujer de trato agradable, de dulces sonrisa intuida y mirada. 

Constatamos la puerta cerrada del camposanto onubense y nos miramos cómplices sonriendo ante un cartel que resume la vida de los muertos y la muerte de los vivos:                                                  «MEDIDAS ANTICOVID: 2 METROS DE DISTANCIA»

Ya es noche cerrada y regresamos a la ciudad desierta. Pero no muerta. Gracias Consuelo por esta entrevista: me quedo con la sensación de que el tema da para mucho, mucho más.             


2 comentarios:

  1. Me parece una entrevista bien interesante y pertinente. Me confieso visitante asiduo de cementerios, que siempre incluyo en mis viajes...tengo una buena colección de fotografías -siempre que me han dejado hacerlas y no me han echado la broca: en La Almudena en Madrid me la echaron-. El estado y la estética de un cementerio da mucha información sobre las personas que habitan un lugar, y hay algunos -ejemplo: Milán- que son auténticos museos de escultura (además de antropografía, etnografía, sociología,...). Mis felicitaciones a entrevistada y entrevistador.

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    1. Gracias por tu interés y opinión. Ya sé que tú eres un viajero y una persona curiosa por los lugares que visitas. Algún día me contarás cosillas, si quieres. Un abrazo

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