© El blog con cero lectores, pero aquí estoy en el espacio de mi libertad. No espero a nadie aunque cualquiera es bien recibido. Gracias a mi BLOC ABIERTO DE PAR EN PAR donde encontrarás desde 2009 temas variados.
1.7.22
Entrevista a Cako Erpardo
27.3.22
Entrevista a Elena López, abogada
«Por mis principios, prefiero jurar a prometer»
Esta vez lo han puesto las pilas desde el principio al entrevistador. A una licenciada en Derecho por Salamanca no se le puede calificar de graduada como ha hecho el entrevistador. Licenciada por Salamanca, toda una etiqueta de categoría para una mujer que derrocha bondad y simpatía, perfectamente compatible con la seriedad de esta profesión a veces valorada, a veces denostada, pero tan importante.
No va más. Conciertan una cita en una cafetería de la más hermosa Plaza Mayor del mundo. Una clásica cafetería «Novelty» en una hermosa plaza de la docta, señorial ciudad. Charlan distendidamente la abogada y el entrevistador. Es la Salamanca del Arte y del Saber.
—Con la venia, preséntate para El pincel de bambú, por favor.
-Mi nombre es Elena Mª López Herrero, nací en Salamanca hace 51 años, donde resido después de vivir en Madrid durante siete años; estoy casada y tengo dos hijos, una adolescente de 17 años y un preadolescente de 13.
Estudié Derecho en la Universidad de Salamanca, donde me licencié —¡no graduación!— despues de cinco años de duro estudio; y ejerzo como abogada del Ilustre Colegio de Abogados de Salamanca, desde 1997, así que son 25 años ejerciendo.
—¿Por qué eres abogada?
[Vaya pregunta tonta, pero es que no lo puede remediar el entrevistador. Elena no parece inmutarse]
-Realmente mientras estudiaba la carrera, no me planteé el ejercicio profesional de la Abogacía, en primer lugar porque en una ciudad de provincias como Salamanca, el abrirte paso para ejercer era muy difícil, ya que era una profesión muy corporativista, los padres dejaban el despacho a los hijos y tenían una clientela que acudía por el nombre del despacho… ahora eso ya ha desaparecido.
[Bueno, al final no era una pregunta cualquiera, y es que todo tiene sus porqué]
Cuando aún no había terminado la carrera, comencé a acudir a un despacho, a leer y estudiar asuntos nuevos, acudir a los juzgados, asistir a juicios… y así me entró el gusanillo. Cuando acabé, me colegié y comencé a ejercer, tres días a la semana en Salamanca y dos en Béjar. Después me fui a Madrid, donde trabajé, sin ejercer, en una multinacional del sector de la publicidad. Cuando volví a Salamanca, volví al mismo despacho y aquí estoy.
—¿Cuál es tu especialidad dentro del Derecho?
-Yo me dedico al Derecho Civil.
—¿Puede una abogado defender lo indefendible?
-Si claro, entiendo que eso se puede dar con más frecuencia en temas penales. Pero en mi ámbito, teniendo una buena base documental, pericial en su caso y testifical, se puede defender los más “difíciles”, como son los de familia, divorcios y medidas en relación a los hijos, porque siempre que hay niños de por medio es difícil, ya que hay casos —cada vez menos pero los hay—, en los que los padres utilizan a los niños para hacerse daño y no se dan cuenta de que a los que hacen daño es a los menores que siempre están en medio.
—¿Defenderías a un okupa?
-Un okupa es una persona que está habitando una vivienda sin contrato de alquiler, lo que se asimila al Código Civil como «precarista»; al okupa hay que desahuciarlo por estar en precario, no tener título para estar en el inmueble y no pagar nada, ni rentas, ni suministros...
Defender a un okupa, jurídicamente, es muy difícil, pero sí se puede alargar el procedimiento de desahucio del okupa. Nunca he defendido a ninguno, entiendo que por no estar en el turno de oficio.
[Elena se me escapa sin mojarse. Pero una abogada es también diplomática]
—¿Existen más morosos en la actualidad o es cosa del pasado?
—Sí. Hoy hay más morosidad, más retraso en los pagos, más impagos, tanto entre profesionales, como alquileres, como hipotecas, como abono de los préstamos…y han proliferado las empresas que compran deudas difíciles de cobrar, por un importe muy inferior a la deuda, y demandan a los deudores por la cantidad total de la deuda más intereses que ahora revisan los juzgados de oficio, pues pueden estar sustanciados en cláusulas abusivas.
—¿Por qué crees que los políticos suelen ser abogados?
-Es lo que yo pienso, no que lo sepa a ciencia cierta, primero por el conocimiento de las leyes, de cómo funcionan, de cómo se pueden modificar en trámite parlamentario, aunque últimamente estemos acostumbrados a los Decretos… y por otro lado por la oratoria que tiene que tener un abogado, que es muy importante para los políticos, tanto para sus actos públicos como candidatos, como para hablar en el congreso y senado… como he dicho es mi opinión personal, no he hablado con ninguno para saber sus inquietudes.
—¿Serías política en el futuro?
-No, tajantemente no. Creo que es un mundo que no es para mí, por seguir las directrices de un partido, y a lo mejor tener que decir o defender lo que no pienso, o donde dije digo, digo diego, eso no va conmigo…
—¿Poderoso caballero es don dinero o eso es una mentirijilla o leyenda urbana?
-No hablo por mí misma, pero por lo que sé puedo decir que sí, como en otros campos profesionales.
—¿Me aconsejas redactar testamento o eso es cosa de ricos?
-Por supuesto que sí, todos debemos de dejar hecho nuestro testamento, no sabes los quebraderos de cabeza que les evitas a tus herederos, y te aseguras a quién va tu herencia, ya que si no se otorga puede haber sorpresas…, además yendo al Notario, puedes modificarlo todas las veces que quieras y el único que será válido es el último otorgado y será el que aparezca en la Ultimas Voluntades.
[¡Otorgar, entrevistador, otorgar! no «redactar»]
—¿La ideología política, las creencias religiosas, influyen en las tareas de los letrados o defiendes a todo el mundo con el mismo empeño?
-Entiendo que se pueden dar más conflictos morales en temas penales, de hecho, yo siempre he dicho que nunca defendería a violadores, pederastas, y padres o madres que hayan abusado o asesinado a sus hijos, entre otras cosas; pero como yo llevo temas civiles, puede haber implicación afectiva en los asuntos de familia, pero no conflicto ideológico o moral.
—¿Algún caso, sin señalar, del que te sientas satisfecha y por contra de alguno que no del todo?
-Pues claro, hay asuntos en los que después de mucho luchar y pelear si salen como el cliente quería, te sientes muy satisfecha, y son muchos. Y en el lado contario también alguno en los que, con una buena defensa y fundamentación, se pierden, o no salen todo lo bien que era de esperar, ya que la libre discrecionalidad del juez y la libre valoración de la prueba puede que no sea a veces del todo objetiva…
—¿Juras, o prometes?
-Depende de qué se trate, pero por mis principios prefiero jurar.
—¿Juras entonces que en mitad de un juicio nunca se te ha ido el santo al cielo pensando en la comida, la casa, los niños, la compra y las mil cosas domésticas?
-En los juicios muy largos, a pesar de que se está concentrado al máximo, alguna vez te viene algo que no tiene que ver con el mismo, pero enseguida se deshecha ese pensamiento y te concentras en el juicio, ya que no hay que perder detalle, pues es importante, hacer referencia a todo en el trámite de conclusiones, por eso hay que estar muy concentrada.
—Una comida
-Un buen pescado salvaje no de piscifactoría a la brasa o al horno.
—Una bebida
-Cerveza y un buen vino tinto.
—Un paisaje
-Dos: el monte de Hervás y el mar.
—Una lectura
-Cien años de soledad de Gabriel García Márquez
—Una peli
-El paciente inglés de Anthony Minghella
Cae el sol invernal de la tarde sobre el plateresco de Salamanca. Elena acaba su disertación-conversación, se distiende, deja su toga y sorbe un poquito de buen Ribera del Duero con el entrevistador en la Novelty viendo pasar a la gente bajo los soportales centenarios de la plaza Mayor. Ha sido una conversación sobre su profesión —aunque se le hayan escapado al entrevistador asuntos civiles o ciudadanos tales como el aborto o la eutanasia— pero también sobre su vida apacible en esta hermosa ciudad donde ejerce también como esposa y madre. Tan buena diplomática como buena abogada y viceversa.
—No hay más preguntas, señoría. Muchas gracias, Elena.
15.3.22
Entrevista a Pedro Emilio López, profesor e historiador
Se nota cuando entrevisto a un «técnico» que, al contrario que los artistas (escritores, fotógrafos, etc,), adoptan un aire doctoral y, tal vez por deformacion profesional, contestan amablemente dando toda una conferencia. Es el caso que nos ocupa. Pedro Emilio López es el caso, no hay más que leer esta entrevista a la que amablemente se ha prestado —confiesa no ser amigo de publicidades—, para darse cuenta de la sabiduría, de la experiencia, de la capacidad docente que atesora. No me da la impresión de que Pedro Emilio haga unas clases aburridas, sino más bien, para ganarse a su audiencia, echa pasión sobre la asignatura que imparte. Siempre me ocurre, con estas entrevistas, que me resisto a extractarlas, a acortarlas, ni siquiera a resumirlas para no perder ni una sola palabra. El pincel de bambú es un grupo abierto donde cabe sobre todo el entretenimiento, pero a su vez, la enseñanza de gente poco conocida aunque no menos interesante que los y las de siempre. El anonimato atesora grandes sorpresas.
Pedro Emilio López está completando el círculo de este colectivo que ha dado lo mejor de sí a este modesto grupo. No quiero perder demasiadas palabras de este profesor. Así pues, como ha ocurrido antes, ofrezco la entrevista completa pues no hay que desdeñar las enseñanzas que se nos ofrecn de forma apasionada, ya lo vereis, y desinteresada.
-Me llamo Pedro Emilio López Calvelo, soy de Hervás. Licenciado en Geografía e Historia por la Universidad de Extremadura. Trabajo como docente en un IES de Cáceres donde espero la cercana jubilación.
Desde hace más de dos décadas dedico una parte de mi tiempo a la investigación histórica. Empecé buscando información sobre las condiciones de la enseñanza en el siglo XIX y me «atraparon» los archivos: ahora no concibo mis mañanas de verano sin estar metido en el Archivo Municipal (también en el Archivo Parroquial, del que se obtiene información muy interesante) o el Archivo Histórico Provincial buscando y encontrando los documentos “que se dejan encontrar” para intentar reconstruir parte de la historia de Hervás.
—¿Cuánto tienes de profesor y cuánto de historiador?
-Hasta ahora he tenido que compaginar las dos facetas: lamentablemente el tiempo que requiere la docencia ha hecho que haya dedicado menos tiempo del que hubiera deseado a la investigación histórica. Mi jubilación como docente está cercana y espero poderme dedicar a investigar y, si puedo, publicar el resultado de mis investigaciones.
—¿Para ser historiador es necesario ser licenciado o simplemente vale con ser curioso?
-No es imprescindible ser licenciado para tener interés por la Historia, lo que pasa es que tener formación universitaria te proporciona “instrumentos metodológicos” de cara a la investigación —a veces también contactos—, muy útiles para poder desarrollar un proceso de investigación metódico y en el que «no te pierdas» demasiado.
De todas formas existe mucha gente que, sin formación universitaria, tiene curiosidad suficiente y, en consecuencia, busca su propia formación histórica y desarrolla gualmente investigaciones de alto nivel.
—¿Qué parte de la Historia de España, en el tiempo y en el espacio, te interesa más? ¿por qué Hervás precisamente? ¿no puedes acceder, tal vez, a otros archivos?
-Como docente de Geografía e Historia me ha tocado impartir todas las materias de la especialidad… y algunas más allá de mi especialidad. He tendido a preferir las asignaturas vinculadas con la Geografía (Geografía física y Geografía urbana), pero también me ha tocado impartir asignaturas vinculadas con la Historia: en este sentido he preferido las relacionadas con la Prehistoria y la Historia Antigua, desde que era estudiante de bachillerato han sido mis preferidas. Con el correr del tiempo he ha ido decantando más por la Historia Contemporánea y, para la investigación el tipo de documento que se encuentra en los archivos lo favorece, así que mieinteresa el siglo XIX y, específicamente, en Hervás. Creo que la cantidad y la entidad de los procesos históricos y sociales que tuvieron lugar en mi pueblo durante el siglo XIX son imprescindibles para entender el Hervás actual. En los últimos años también estoy interesado por la historia hervasense del siglo XX, que está aportándome, una muy interesante documentación de archivos de distintos procesos históricos. ¿Por qué Hervás?: es fácil… soy hervasense y aún hoy espera mucha historia que “desempolvar” del Archivo Municipal del que, como he indicado, soy visitante asiduo desde hace veinticinco años. ¡Claro que puedo acceder a otros archivos!: puesto que resido en Cáceres he podido completar la búsqueda de documentos sobre Hervás en el Archivo Histórico Provincial, pero también he encontrado documentos interesantes en el Archivo de la Diputación Provincial, incluso algunos en el Archivo Diocesano, a pesar de que Hervás no ha pertenecido ni pertenece a la diócesis de Coria-Cáceres.
—¿Te gustaría ser el Historiador oficial de la Villa de Hervás?
-Es curioso, hasta hace poco tiempo ser Cronista oficial de Hervás —es el “título” oficial— no me interesaba demasiado, no entraba en mis planteamientos. Sin embargo, en los últimos tiempos he ido meditando más despacio el tema y, quizá por el hecho de pensar que voy a tener más tiempo para la investigación en un futuro próximo, sí que me gustaría ser Cronista oficial de Hervás; pero eso es algo que no depende de una decisión personal, el nombramiento debe proceder del Ayuntamiento y que yo sepa, de momento, en el Ayuntamiento de Hervás no se han planteado tener un Cronista oficial, investigador que sí tienen muchos pueblos de Extremadura y más pequeños que Hervás.
[Pues mensaje dejado a quienes corresponda y por mi parte lo nombro y renombro de forma oficiosa Cronista, Historiador o comoquiera que se denomine el cargo. Conoce Hervás —nuestro común lugar de nacimiento—, lo que está y lo que no está en los escritos, nunca mejor dicho.]
—¿En qué Archivo te gustaría curiosear?
-La respuesta es sencilla: alguno ajeno a Hervás o Cáceres. El que más ganas tengo de curiosear es, sin duda, el Archivo Diocesano de Plasencia en el que, estoy seguro, se encuentran documentos referidos a Hervás.
Por la vinculación de Hervás a Béjar hasta 1816, también me acercaré al Archivo de Béjar (con el que he tenido contactos e intercambio de documentación vía internet) y el Archivo Provincial de Salamanca. Y supongo, visitaré el Archivo Histórico de Simancas, aunque en la Página oficial de los ARchivos ERpañoles (PARES) se encuentra documentación online.
—¿Qué te gustaría encontrar en un viejo archivo, o dicho de otra manera, qué buscas?
-La investigación archivística es curiosa: entras buscando documentación sobre algún hecho concreto o sobre alguna época… y acabas encontrando otros documentos de otras épocas que empiezan a acaparar tu interés… y así acabas teniendo un montón de “frentes de investigación” abiertos casi hasta el infinito.
[Esto debe ser lo que se denomina, creo, retroalimentación. Pero mejor no repregunto y sigamos escuchando]
Ya digo, empecé buscando información sobre la enseñanza en el siglo XIX (tengo una documentación muy abundante) pero, a partir de ahí acaba interesándote casi todo el “papel” que cae en tus manos. Como mi investigación se limita a Hervás (es lo que me apetece investigar) me encantaría encontrar algún documento vinculado con el origen fundacional del pueblo, pero soy consciente de que esos documentos de la Edad Media no existen. ¿Y algún documento que nos pusiera al descubierto alguno de los túneles de leyenda entre la iglesia-castillo de Hervás y los Campillares, a las afueras del pueblo? ¿o algún documento que nos permitiera descubrir los tesoros escondidos por la “reina mora” o los judíos de Hervás antes de salir al exilio por la expulsión de 1492?. De ilusión archivística también se vive.
[Aquí, Pedro Emilio sonríe y deja por un momento su aire profesoral para viajar con el entrevistador a la niñez coincidiendo ambos en que no se es verdaderamente de Hervás si no se ha trasteado entre los murallones de la iglesia en busca de túneles secretos, aún no descubiertos.]
—¿Para ser un buen historiador se necesita distancia, desapasionamiento… o no es necesario?
-Puedo asegurar que tantos años enseñando Historia en los institutos lo he hecho con apasionamiento —a veces, pienso, que con demasiado—. Y acudo a los archivos con la misma emoción. No lo concibo de otra manera.
Pero entiendo que la pregunta tiene otro matiz: ¿con cuánto apasionamiento debemos acercarnos a un hecho histórico concreto para su análisis e interpretación?; por ejemplo: ¿debemos analizar los acontecimiento de la Guerra Civil con distancia o podemos implicarnos de forma afectiva en la investigación? La respuesta no es fácil; pienso que se debe guardar una “distancia media” que permita una cierta objetividad en el proceso histórico investigado… salvo que queramos ser parte interesada intencionadamente —por la razón que sea— en el hecho histórico; probablemente es difícil pedir distancia y total objetividad a un nieto de un represaliado durante la guerra civil o al descendiente de un judío alemán, por ejemplo.
—¿Qué te parece la novela histórica? ¿Existe mucho aficionado novelero y mucho aficionado historiador o... cómo lo ves?
-La posibilidad de hacer un repaso a acontecimientos históricos con toque de ficción me parece muy interesante; en general, me gusta leer novela histórica. Lo que pasa es que me parece que no es un género fácil: pienso que para hacer una buena novela histórica se necesita documentar con rigor y profundidad los hechos que se quieren narrar y no creo que todas las novelas históricas que hoy se publican tengan este rigor, ya que exige mucho tiempo de trabajo y conocimiento de las fuentes documentales que no todos los escritores de novela histórica están en condiciones de respetar.
Por otra parte, hay que tener en cuenta que una novela histórica es una ficción, y que, como tal, no tiene por qué ser real, así que el escritor puede manipular o alterar los hechos que transcurren en ella… y eso debemos tenerlo en cuenta: los novelistas pueden hacer la historia más atractiva que los historiadores para el gran público, pero no siempre debemos aceptar lo que cuentan como verdad histórica.
Creo que todos o casi todos los que nos dedicamos a la investigación histórica nos hemos planteado alguna vez la posibilidad de novelar alguna de las circunstancias o momentos históricos que investigamos… pero nos puede ocurrir la otra circunstancia: que creamos que, puesto que tenemos la documentación necesaria, hagamos una buena novela histórica… y no todos los historiadores, por muy rigurosos que sean en sus investigaciones, tienen por qué ser buenos novelistas.
[En román paladino, hay que ser buen novelista y buen historiador —mensaje recibido— pero me abstengo de opinar que no me pagan por ello. Sigamos]
—¿Por qué no se puede hacer una Historia de España definitiva?
-Difícil de contestar: los hechos históricos, por lo general, cualquiera que sea su contexto espacial o temporal, son multicausales y, en general, pueden provocar una cantidad variable de consecuencias. Hacer una historia rigurosa significa conocer y tener acceso a fuentes documentales muy variadas y no todos los hechos históricos –por la distancia temporal o por las circunstancias- permiten conocer todas las particularidades que los rodearon… y luego, claro, están las visiones personales e ideologías de los historiadores: una historia de España definitiva… ¿definitiva, para quién?
[Respuesta inteligente a pregunta inteligente. O viceversa]
—Dime, Pedro Emilio ¿necesitamos historiadores británicos o norteamericanos para que nos expliquen de una vez por todas qué se hizo o se dejó de hacer en el pasado en España para pasar página ya?
-Uff, otra pregunta compleja. Abundan, efectivamente, historiadores extranjeros que han hecho buenas aportaciones en forma de libros o artículos sobre nuestra historia. Es probable que sean capaces de ver nuestro pasado y nuestro presente con más desapasionamiento y más distancia, con menos implicación de parte interesada y eso, para un lector hispanohablante, quizá sea un valor añadido y una garantía —aunque no tiene por qué— de imparcialidad que, quizá, sea más difícil de encontrar en historiadores nacionales. Sobre algunos temas han ido abriendo caminos y superando ciertos estereotipos. En cualquier caso, pienso que siempre es bueno tener la mirada de “otro” sobre los aspectos históricos que nos son cercanos y de los que, de una u otra manera, formamos parte.
—¿Dónde se te puede seguir y leer?
-Tengo algún libro publicado sobre el origen y los nombres de las calles de Hervás (ya tiene unos años). He colaborado frecuentemente en la Revista de Ferias y Fiestas de Hervás, que se publica todos los veranos, siempre con aportaciones geográficas o históricas. Últimamente me han publicado varios artículos en Revistas culturales (como la Revista de Estudios Bejaranos en la que llevo dos años seguidos publicando colaboraciones) o los Coloquios Históricos de Extremadura que se celebran en Trujillo.
Me gustaría tener, en un futuro cercano, la posibilidad de publicar más artículos y, quizá, algún libro con mis investigaciones.
Pero donde más continuidad como divulgador de historia tengo es en el blog histórico que “alimento” desde hace casi siete años: se llama http://trasuntosdehervas.blogspot.com/ con más de cien entradas contando asuntos variados de la historia, la geografía o el arte en nuestro pueblo.
—¿Qué más cosas te gustan? ¿Viajar? ¿Qué países te gustan más? Cuéntanos alguna anécdota divertiva y apurada en alguno de tus viajes.
-Me gusta mucho la fotografía y me encanta viajar. También me gusta la lectura, cuando me dejan mis ocupaciones y la investigación me pongo con novela negra, novela histórica, poesía, etc.
He viajado por España y por el extranjero. En general, me gustan aquellos lugares que ofrecen contrastes culturales: países del sureste asiático (Vietnam o Camboya) y por países de cultura musulmana (Uzbekistán, Turquía o Túnez, por citar algunos). Pero también disfruté mucho, en pareja, de poder vivir durante un mes completo en Florencia fuera de temporada turística.
Quizá una de las circunstancias más apuradas en un viaje nos ocurrió recorriendo Argentina y el sur de Chile. Haciendo un trekking de varios días en el Parque Nacional de las Torres del Paine, en Chile, nos sorprendió una huelga general por la subida de los combustibles: estuvimos encerrados durante varios días en el Parque sin poder abandonarlo (refugiados en un albergue); cuando abrieron las carreteras y nos desalojaron en autobuses a todos los que estábamos en la misma circunstancia, dos o tres días después de lo que teníamos previsto, nos llevaron a una ciudad cercana –Puerto Natales— en la que estuvimos de nuevo encerrados varios días sin poder abandonarla. La salida, buscando poder regresar a Argentina a través de El Calafate, en plena noche y “casi huyendo” hoy la recordamos con simpatía, casi con gracia, pero en directo fue una experiencia bastante tensa.
Otra circunstancia desagradable que recuerdo me ocurrió en uno de mis primeros viajes internacionales, siendo bastante joven. Íbamos un grupo de cinco personas y fuimos subiendo, separados, al campanile de la catedral de Florencia –otra vez Florencia… la ciudad más bonita del mundo; lo siento, tengo el síndrome de Sthendal—; pues bien, al llegar a lo alto una chica de mi grupo estaba hablando con un señor español que, de pronto, se dio cuenta de que no tenía la cartera encima: nos acusó a los dos, dando voces, de habérsela robado. Intervino la guardia-policía del campanile… el asunto se resolvió cuando la mujer de este hombre llegó, más tarde, a lo alto del campanario: ella llevaba la cartera que, supuestamente, le habíamos robado a su histérico marido.
Momentos agradables hay muchísimos en los viajes: visitando ciudades con sus monumentos, sus mercados, subiendo a lugares elevados, hablando con población local… muchísimos como digo. Y anécdotas viajeras surgen con frecuencia: también he viajado mucho con alumnos (intercambios escolares, Erasmus…); con ellos surgen anécdotas muy frecuentes, muchas divertidas y gratificantes, aunque también asumes mucha responsabilidad.
[Vaya rato agradable con Pedro Emilio, aunque haya olvidado preguntarle sobre sus aficiones culinarias y tal. En fin, un libro de texto, un legajo medieval y un folleto de viajes ABIERTOS es el bagaje de este profe que pronto se jubilará y dedicará su tiempo en desentrañar nuestra hermosa lengua española de tiempos pretéritos, en investigarlos y si le queda tiempo, que le quedará, seguirá viajando. Cuando los archivos locales se le queden pequeños, tiene a su disposición los grandes y de más categoría. Ha conseguido impresionarme con lo del Archivo de Simancas donde, creo, descansa gran parte de nuestra Historia, la de España.
Profesor López Calvelo, Cronista, Historiador oficioso de Hervás... gracias, Pedro Emilio.]
1.3.22
ENTREVISTA a Gurutze Gabiola Hermida
«Siempre tengo hueco para quien entra en mi vida»
9.2.22
Entrevista a Gloria Llanes, enfermera. «Desde una UCI se aprende a valorar la vida y también la muerte»
Compañera, madre, enfermera, profesora. Una gran profesional —que es de lo que vamos a tratar—, que atesora suficientes méritos para ejercer su cometido atendiendo a enfermos y a familiares. Le añade, sin que nadie se lo pida —aunque estos dos últimos años se lo ha impedido la mascarilla— una luminosa sonrisa que suplanta en la actualidad con una limpia, amistosa, cariñosa y terapéutca mirada, a veces, muchas veces tan necesaria como la mejor de las medicinas.
Gloria Llanes, enfermera:
—Preséntate, o completa la presentación, a EL PINCEL DE BAMBÚ
-Esa con raíces tharsileñas [«gentilicio de Tharsis (Huelva)»] de las que se siente orgullosa, la que siempre quiso ser enfermera, a la que le gusta también enseñar, esa que se enamoró y disfruta cada día de un marido y dos hijos maravillosos, la que pone unos bastones a su forma de caminar para siempre tener el impulso necesario para seguir, esa a la que le gusta la cocina, a la que su familia le apasiona, la que a veces escribe, la que siempre lee, la inquieta, la soñadora… Esa soy yo.
—¿Cuál es tu trayectoria profesional?
-La mayor parte de mi vida profesional ha estado dedicada a las empresas privadas, sobre todo a Servicios de Prevención de Riesgos Laborales. En la actualidad trabajo en el Servicio Andaluz de Salud, en el Hospital Juan Ramón Jiménez, y soy profesora asociada de la Facultad de Enfermería en la Universidad de Huelva.
—¿Qué es, cómo definirías la enfermería y cuáles son las funciones de una enfermera?
-La madre de la enfermería, Florence Nightingale, la define como «un arte», así que enfermería es el arte de cuidar.
Funciones muchas, ya que la enfermería es una disciplina amplia con multitud de competencias pero se podrían resumir en cuatro básicas: Asistencia, Docencia, Investigación y Gestión.
—¿Por qué es o era una profesión eminentemente femenina?
-Porque históricamente la enfermería estuvo considerada como una extensión del rol natural de las mujeres. En la mayoría de las culturas de la antigüedad «el cuidado» de los niños, las parturientas y los enfermos en general, había sido responsabilidad de ellas, mientras que el tratamiento de la enfermedad o «curación», fueron asignados a hombres de la medicina o sacerdotes. El rol de cuidar se presentaba como secundario al rol de curar, sin tenerse en consideración la complementariedad de las dos tareas… pero ¿sería posible curar sin cuidar?... Hoy en día sigue siendo predominante el sexo femenino, hasta el punto de que el propio Consejo Internacional de Enfermería o la OMS instan a que se utilice el término «enfermera» para todo aquel profesional de la disciplina de la enfermería, sea hombre o mujer.
Recuerdo en mi época universitaria que una profesora hablando del género en esta disciplina, comentaba que los hombres escaseaban en la profesión pero que los pocos que había eran «realmente buenos». Tanto me impactó esa frase en ese momento, que me enamoré de uno de esos hombres sensibles y humanos. Después de más de 20 de años de trayectoria profesional, he captado (en la mayoría de los casos) ese «ser» especial en los hombres «enfermeras». Sirva esto para poner en evidencia que también ellos son buenas enfermeras.
—¿Cómo es el nivel de la enfermería en España?
-Sin pensarlo mucho diría que es bueno, pero vamos a ver qué dicen las evidencias:
Con relación a Europa, decir que en España la enfermería es un grado con 240 créditos europeos, igual que en Holanda, Hungría, Turquía, Portugal y algunas universidades de Alemania. En Italia, Suecia, Bélgica y República Checa la formación consta de 180 créditos. En todos los casos, del grado, 2.300 horas son prácticas.
He creido importante introducir los datos de las ratio enfermera-paciente ya que eso da también muchas pistas sobre el nivel, no que tenemos según la formación que recibimos, sino que podemos tener según las condiciones en las que trabajamos y he de decir que solo 4 países europeos tienen tasas menores que la de España. Si la media Europea se sitúa en unos 8,4 profesionales por cada 1.000 habitantes, en España estamos en 5,2.
También es importante hablar de retribuciones para hacernos una idea de cómo es el nivel de nuestra enfermería. Según la OCDE nos situamos en el doceavo puesto a nivel mundial, encabezando la lista Luxembrugo.
En definitiva, creo que está diseñada una formación pertinente. La enfermería que se imparte en España goza de unos criterios de calidad notables.
—¿Cuál es tu especialidad?
-Existen varias especialidades. Circunstancialmente fui Enfermera del Trabajo por eso he desarrollado parte de mi trayectoria profesional en Servicios de Prevención.
Las especialidades de enfermería están en pleno desarrollo actualmente. Cuando finalicé mis estudios solo se podía acceder a la Enfermería Obstétrico-Ginecológica (matrona). Hoy se están implantando muchas más opciones para conseguir la especialidad de tus sueños vía EIR (Enfermera Interina Residente)
—¿Cuál es tu lugar preferido para desarrollar plenamente la profesión dentro de un hospital?
-Sin lugar a dudas, la Unidad de Cuidados Intensivos.
La enfermera de UCI tiene que saber un poco de todo, tiene que tener habilidad para la multitud de técnicas que allí se realizan, tiene que saber atender urgencias vitales (salvar vidas), tienen que saber de encamados, de úlceras, de monitores, de cables, de alarmas. Pero también de cariño, de empatía, de acompañamiento, de familiares y en definitiva, de cuidados en la máxima expresión de la palabra.
Y en ese mismo saco del 'cuidado al paciente crítico' están por supuesto los intensivistas, a los que admiro infinitamente, los TCAE (técnicos en cuidados auxiliares de enfermería) que son nuestro apoyo incondicional, los celadores ya que sin ellos muchos de los cuidados no serían posible y el equipo de limpieza, que consigue un ambiente idóneo.
En definitiva la UCI es cuidado y es equipo
—¿Qué prefieres, un buen paciente o un familiar impaciente?
Yo al paciente siempre lo considero bueno y al familiar impaciente, lo demuestren o no. Creo que esa es una buena base para desarrollar la enfermería.
—¿Sanidad privada o pública?
-Sanidad pública siempre. Bien es cierto que nuestra sanidad pública tiene algunas «deficiencias» y que a veces se suplen con sanidad de tipo privada, pero concebir exclusivamente una sanidad privada creo que sería un gran error.
—Un servidor no salió a aplaudir durante la pandemia ¿me lo perdonas o me lo tienes en cuenta?
-Fue durísimo ese momento de la pandemia. Cuando casi todos permanecían en casa (incluidos mis hijos), yo tenía que irme a trabajar y de qué manera… sin horarios, con agotamiento, desbordada de trabajo, cada día una emoción nueva, cada días muchas muertes más, cada día se añadían miedos…
Jugaba a imaginar familias en casa y salía cada día a las 20 h al balcón a observarlas. Esas familias me aplaudían a “mi” pero no sabían que yo les aplaudía a ellas.
No necesitábamos aplausos —perdonado quedas—, hacíamos nuestro trabajo con orgullo, entusiasmo y vocación
—¿Cómo se ve la vida desde una UCI?
-Diferente. Aprendes a valorar mucho más la vida y también la muerte.
—¿Qué le dirías a un negacionista de la pandemia o de la vacunación?
-No he querido pronunciarme sobre este tema pero lo voy a hacer ahora «a medias».
Cada uno es libre de pensar y hacer lo que considere más oportuno respecto a sus creencias y valores, y todos debemos respetarlo.
Muchos piensan que las vacunas pueden provocar algún efecto secundario negativo pero no sé si se han parado a pensar en los efectos que pueden causar los fármacos, la ventilación mecánica invasiva, las canalizaciones de vías venosas, arteriales… que se llegan a utilizar cuando nos contagiamos y precisamos de cuidados intensivos. Cuando se llega a una situación extrema, quizás no importan tanto esos efectos pero ¿vale la pena el riesgo?
Si alguien no se quiere vacunar, que no lo haga, sin más. Aumentará la presión sanitaria y ahí estaremos para darlo todo por ellos.
—Un color:
-Como «protesta» al género en la enfermería, el azul
—Una comida:
-Cualquiera que me preparen con amor
—Una bebida:
-El vino en compañía
—Un deporte:
-Nordic Walking, Marcha nórdica
—Un pueblo para vivir:
-Para vivir, para amar y para soñar… siempre THARSIS.
Hasta aquí Gloria nos ha mostrado su lado profesional que lleva unido, como vocación, a su faceta humana. Profesionales que transitan las consultas, los quirófanos, los pasillos y habitaciones de los grandes y pequeños hospitales españoles. Enfermeras y enfermeros que también gestionan esas complejas instalaciones. Hoy «El pincel de bambú» se congratula de traer a una muy digna representante de los que dieron la cara por vocación, por profesión, porque es su labor en uno de los más oscuros periodos de la Humanidad: una gran epidemia asolando el mundo. Ahí están y ahí estarán siempre, en sus puestos. Gracias, Gloria, ENFERMERA
1.2.22
Entrevista a Carmen Cascón («Mi padre me empezó a contar fragmentos de la historia de España como si fuesen cuentos»)
Seria, rigurosa, huidiza de protagonismos. Le ha costado algún esfuerzo a este entrevistador convencerla de que se deje preguntar de lo que él sabe que ella conoce. Accede porque este entrevistador ha sacado sus modestas armas con las que le ha convencido para que cuente algo de su ciudad. Accede al fin esta mujer sonriente, licenciada en Historia por la Universidad de Salamanca —apellido/gentilicio coincidentes, vivencias de juventud, amistades, bares de buen tapeo, y templos abiertos para contraer matrimonio con otra convecina bejarana, en referencia al entrevistador—. Dicho esto, poco más puede añadir este modesto entrevistador sino dejar constancia aquí de una muy interesante charla sobre su ciudad. ,
https://ccasconm.blogspot.com/ (su querido y trabajado blog)
https://www.facebook.com/carmen.cascon
https://www.academia.edu/45009929/Relato_ganador_del_LIII_Concurso_Literario_del_Casino_Obrero_de_B%C3%A9jar
(su relato, ganador)
—Carmen Cascón, por favor, presenta Béjar para quien no lo conozca.
-Béjar es una ciudad desde 1850 (antes era villa) situada al sur de la provincia de Salamanca y cercana a lugares tan hermosos como Hervás, Montemayor del Río, Candelario, Barco de Ávila, La Alberca y la Sierra de Francia. Durante siglos nuestro motor económico fue la industria textil pañera y es por ese motivo por el que hemos estado un poco al margen de Salamanca, de Ávila o Cáceres, las ciudades grandes más próximas. Todas ellas vivían de la ganadería y de la agricultura, mientras que en Béjar vivíamos aspirando humo de las chimeneas y viendo pasar las aguas de nuestro río, el Cuerpo de Hombre, teñidas de colores diversos. Fuimos un foco de atracción de mano de obra durante tres siglos, no sólo próxima, sino también nacional e internacional. Además estamos rodeados de paisaje con montañas que permiten la relajación de la vista en prados verdes, aguas cristalinas y nieves en otro tiempo perpetuas. Son muchos los atractivos que poseemos aunque mal explotados: desde nuestro largo patrimonio histórico que engloba las murallas medievales, el castillo-palacio de los duques de Béjar, varios templos religiosos de todas las épocas, museos de variada temática (de escultura Mateo Hernández, Judío David Melul, pintura flamenca, española y holandesa además de arte oriental en el MuseoValeriano Salas), la singularidad de la Cámara Oscura y la plaza de toros más antigua, hasta los grandes edificios fabriles de nuestro patrimonio industrial a la vera del Cuerpo de Hombre, algunos en ruinas, otros en funcionamiento, carcasas de esplendor de otras épocas. El patrimonio natural se enriquece con sendas para caminar por el monte, triscar por trochas hasta los picos de la sierra, esquiar en la Estación de La Covatilla, pistas para utilizar la bici o simplemente pasear por la Vía Verde. No somos ciudad grande, sino un tránsito entre ciudad pequeña y pueblo grande (13.000 habitantes) con lo que eso conlleva en cuanto a servicios. Y en lo cultural tenemos un Casino Obrero con 140 años de historia a sus espaldas donde asistir a acontecimientos culturales y un Teatro Cervantes de la misma época que hace las delicias del público con espectáculos de teatro y música a la altura de una capital provincial. Y seguro que se me olvidan muchas cosas….
—¿De dónde viene tu interés por la historia de Béjar?
-Si empezamos a decir que mi interés por la Historia comienza cuando tenía 11 años pues te puedes figurar el resto. Mi padre era un lector y viajero consumado que me empezó a contar fragmentos de la historia de España como si fuesen cuentos, donde no había dragones pero sí castillos y reinas y reyes con nombres reales y no ficticios. Estas narraciones nocturnas se aderezaban con visitas a monumentos y recuerdos bien hilados de la familia que se remontaban a finales del siglo XIX (de hecho mi familia paterna reside en Béjar desde el siglo XVI y mis antepasados se dedicaban a las profesiones liberales, ocuparon cargos políticos y poseyeron una fábrica textil que sobrevivió hasta 1980). Así que mi pasión por la historia comenzó muy pronto. Ya con 12 años consultaba manuales y con 14 leía los libros sobre Béjar que caían en mis manos. Pero no comencé a investigar y a escribir hasta después de concluida la carrera, cuando la falta de perspectivas y horizontes laborales hizo replantearme qué hacer en los largos días. Quedarse en casa viendo la tele no era una opción, así que comencé a investigar los archivos parroquiales y a publicar mis hallazgos en el periódico local y centenario Béjar en Madrid. De ahí pegué el salto a publicaciones académicas y, como parte de mis estudios en formación profesional en administración y finanzas, me animaron a crear un blog, Pinceladas de Historia Bejarana, que cuenta ya con 13 años y más de setecientos artículos. Luego fui admitida como miembro del Centro de Estudios Bejaranos y desde hace 9 años formo parte de su junta rectora, con la que organizo actividades culturales de todo tipo.
—¿Dónde te documentas?
-Los historiadores debemos ir a las fuentes primarias, es decir, a los archivos para documentarnos. Tanto los archivos de las tres parroquias de Béjar como el de instituciones como la Escuela de Artes y Oficios (ahora en el Centro Integrado de Formación profesional de Béjar) o la Cámara de Comercio de Béjar ya han sido consultados para realizar esas escaramuzas históricas sobre mi ciudad. Y cómo no, también el Archivo Histórico Municipal de Béjar, el Archivo Provincial de Salamanca, el Archivo Catedralicio de Salamanca o el Histórico Nacional, ahora tan accesible a través de PARES (Portal de Archivos Españoles). Pero también las hemerotecas y sobre todo los periódicos de los siglos XIX y XX relativos a Béjar.
Tras toda esta labor de documentación, hay que recurrir a la extensa bibliografía, cada vez más prolija en tema bejaranos, por suerte, gracias a la labor de instituciones culturales como el Centro de Estudios Bejaranos, del que formo parte desde hace años.
—¿Te gustaría ser Cronista Oficial de Béjar o prefieres indagar en viejos archivos?
-Hace un tiempo que suena mi nombre como posible cronista de Béjar y no me veo a la altura de quienes me precedieron como don Juan Muñoz, Ceferino García Martínez o Miguel Rodríguez Bruno. Por de pronto soy mujer, creo que joven (risas), sin bigote y sin corbata. Ser cronista significa difundir los acontecimientos históricos de una ciudad y eso es algo que llevo haciendo desde hace años, desde 2007 cuando empecé a investigar y a publicar, porque me apasiona. Pero no quiero ligarme a compromisos, ni a cadenas que no sé si en algún momento querré romper. Ser cronista tendrá unas responsabilidades que no sé si me apetecerá hacer mías. Tampoco me veo digna de tal título.
Me dices que elija si quiero ser cronista o indagar en los archivos, pero es que no hay opción para elegir. No se puede ser cronista sin indagar en archivos y dejarte las pestañas leyendo legajos. Se supone que un historiador debe aspirar ácaros y polvo de archivos para acercarse al pasado en una tarea ímproba que nunca tendrá los resultados apetecidos, entre otras cosas porque nadie estará en posesión de la verdad absoluta sobre qué ocurrió exactamente en un año concreto. Ambos asuntos, ser cronista e investigar, deben ser complementarios. Si ser cronista es limitarse a decir lo que otros han dicho, entonces no soy la persona que buscan.
—¿Cuál fue en tu opinión la edad de oro y la edad del declive de tu ciudad?
-Creo que no existen una edad de oro ni una edad de declive. Son percepciones arbitrarias surgidas de nuestras mentes. ¿Quizá la Edad de Oro fue la época medieval, aquella en la que se construyeron las diez parroquias con las que contaba Béjar, el castillo y sus murallas? ¿Sería entonces la Béjar del siglo XVI, cuando los duques de Béjar construían su villa de recreo de El Bosque, convertían su castillo en palacio o fundaban el convento de la Piedad? ¿Por ventura aquel siglo XVIII de fabricantes de paños traídos por la Casa Ducal de Flandes, Países Bajos, Francia o Inglaterra? O no, más bien el siglo XIX cuando se funda el Casino Obrero, se construye el Teatro Cervantes, la residencia del Buen Pastor, María Téllez Robles crea el colegio de las huérfanas o los salesianos se asientan con la apertura de su centro docente. Y mientras las fábricas textiles producen a pleno rendimiento, se consigue el título de Ciudad, el tren nos comunica con el resto del territorio nacional y se reconoce a nuestra Escuela Industrial como Escuela de Artes y Oficios. A lo mejor me equivoco y es el siglo XX el merecedor de la Edad de Oro porque las fábricas aumentan aún su producción, se crea el Instituto Ramón Olleros Gregorio o la Escuela de Artes y Oficios se vincula a la Universidad de Salamanca.
Hemos hecho un ejercicio positivo, pero de todas esas épocas se podrían buscar y encontrar también las sombras, los elementos negativos. Por ejemplo, de un siglo tan próspero para Béjar como el XIX habría que añadir las enfermedades, las epidemias, la insalubridad, el hacinamiento, el analfabetismo, la violencia, el desamparo de viudas y huérfanos, que sufre la mayoría de la población. Y en un siglo tan de luces y sombras como el siglo XX, en el que tantos factores buenos podríamos añadir a la cesta también eran preponderantes aquellas noticias nefastas como el cierre de las fábricas, la marcha del tren, el declive demográfico y esto conviviendo con unos años 70 en el que llega la democracia. Como vemos nada es blanco o negro.
—Existe una tradición muy curiosa como es la de los Hombres de musgo ¿Por qué no lo explicas aquí?
-Es muy largo de contar aquí. Digamos que una leyenda surgida al amparo de la Casa Ducal como forma de reafirmación de la Villa en el siglo XVII, una Villa que al fin y al cabo es la capital de los grandes dominios de los Zúñiga, se convierte en verdad hasta la actualidad. Los primeros indicios de la historia surgen de la mano de los cronistas vinculados al linaje. Tal historia decía que en tiempos medievales los guerreros cristianos, para sorprender a los musulmanes que se habían hecho fuertes tras las murallas de Béjar, se vistieron de musgo, ramas y elementos vegetales. Acercándose a la plaza fuerte, consiguieron conquistarla por el pavor infundido a sus enemigos. Esta historieta, casi inocente, fue narrada de generación en generación hasta que el cronista de Béjar, don Juan Muñoz, la reactualizó y publicó en los años 40. E hizo furor. La leyenda ha sido tomada como verdad sin fisuras hasta la actualidad.
Pero no todo se basa en una leyenda. Sí es cierto que es unos maceros vestidos de musgo salen desde tiempo inmemorial custodiando al alférez de la villa (hoy los concejales de Béjar) que llevaba el pendón durante la procesión del Corpus, de patronato ducal, por cierto. Este elemento propio de la heráldica se ha mantenido con el paso del tiempo hasta la actualidad en la procesión que se celebra año a año y que ha conseguido el título de Fiesta de Interés Turístico Internacional precisamente por este elemento singular. Hay que decir que en la Edad Moderna el Corpus era una maravillosa fiesta barroca en la que, además del hombre de musgo, desfilaban otros elementos propios de la heráldica y la simbología que se fueron perdiendo con el tiempo, no así el hombre o macero revestido de musgo quizá por esa vinculación con Béjar y con su pasado más mítico.
—¿Qué papel jugó la ciudad en la Guerra de la Independencia?
-Sin ser un escenario de grandes conflictos bélicos en el sentido de que aquí no se libraron batallas de renombre, sí que Béjar tuvo que sufrir la invasión de las tropas francesas en varias ocasiones y por largos periodos de tiempo. Estamos hablando de oleadas de 3.000 soldados para una población de menos de 10.000 habitantes, a los cuales había que ofrecer pertrechos, comida, caballerías y alojamiento. Al margen de que en agosto de 1809 entraron a sangre y fuego, incendiando viviendas, violando a mujeres, robando objetos de plata, asesinando a frailes y soldados heridos, o destruyendo imágenes sacras.
Sin embargo, creo que esta pregunta me la formulas en otro sentido. Quizá por aquello de que las manufacturas bejaranas siguieron funcionando a pleno rendimiento durante el conflicto bélico, produciendo no solo para el ejército español, sino también para el francés. Y es que la fabricación de paños era capital para los ejércitos contendientes y no hay que olvidar que desde principios del siglo XVIII el duque de Béjar había conseguido que Felipe firmara, una detrás de otra, contratas de paños para abastecer al ejército, en una costumbre que se mantuvo hasta los años 70 del siglo XX. Tanto los españoles como los franceses pagaban por tales servicios puntualmente por lo que podemos decir que Béjar, en cierto sentido, se vio favorecida por la guerra. Tanto es así que corrió la leyenda, una leyenda recogida por los historiadores positivistas, que las tropas inglesas de Wellington, teniendo envidia de la producción bejarana, habían incendiado nuestros establecimientos fabriles para que no les hiciéramos la competencia. Y esa historia ha sido trasladada hasta la saciedad sin que haya evidencias de que tal cosa sucediera. Al menos en los archivos consultados no he encontrado nada al respecto por lo que dudo mucho de su veracidad.
—«Béjar, la bella ciudad de los buenos paños» fue un eslogan. ¿Sirve o ya está en desuso?
-Desgraciadamente, y con la deslocalización de la industria textil pañera hacia países asiáticos, desde los años 70 hemos sufrido el cierre en cadena de la mayoría de fábricas bejaranas, hasta tal punto que ahora podemos contar los establecimientos en funcionamiento con los dedos de una mano y todos ellos de pequeño tamaño. Durante muchas décadas nos ha sido imposible desligarnos de ese motor económico y eso nos ha lastrado en cuanto a la esperada recuperación. No podíamos quitarnos de la cabeza que el textil ya no regresaría y los intentos por favorecer la industria lanera, todos ellos infructuosos, ha imposibilitado ese cambio de chip tan necesario para reinventarnos. Espero que no sea tarde porque ha pasado mucho tiempo. Lo curioso es que hemos buscado chivos expiatorios locales para la crisis, un declive que no era nuestro, sino a nivel mundial. Ha faltado pedagogía en ese sentido.
El eslogan, está claro, no sirve. ¿Cuál sería el actual? La verdad es que no lo sé. Quizá todavía lo tengamos que descubrir. Eso sí: podemos mantener la primera parte, “la bella ciudad”, porque lo somos aunque nosotros mismos, los bejaranos, no nos lo creamos.
—Dime una ciudad para vivir que no sea Béjar.
-Existen dos ciudades que me gustan por su rica historia, aunque no estoy segura de si me gustaría vivir en ellas. Por un lado, otra ciudad que empieza con la letra B y que tuvo un papel preponderante en el desarrollo industrial textil de España: Barcelona. Por otro lado, una ciudad bella en sí misma, de prados verdes y largas playas: San Sebastián. ¿Para vivir? No creo que pudiera vivir muy lejos de Béjar.
—Una comida
-En este sentido soy muy convencional: gambas a la plancha, una paella y un plato de jamón de Guijuelo.
—Una bebida
-Pura agua de la Sierra de Béjar.
—Un escritor
-Me pones en un compromiso porque no tengo un escritor favorito, sino muchos que cambian, además, con las lecturas que hago en cada momento, incluso varían en función de la edad de uno mismo. En la cúspide pondría a grandes como Galdós, Clarín, Cervantes o Víctor Hugo, pero también Pardo Bazán o Blasco Ibáñez.
—Un paisaje
-Una panorámica de mi ciudad de Béjar vista desde el paraje próximo de La Centena.
Se dice que «En Salamanca o das una conferencia o te la dan» en este caso es Béjar que tanto monta. Rigurosa, seria, didáctica, amena, pregonera y cronista fiel de su «Bella ciudad» —que el entrevistador corrobora a pesar de algunas preguntas un pelín tontorronas o capciosas, que la profesora reconduce sin cortes, con sus profesorales respuestas— Carmen Cascón finaliza y sonríe tímidamente a este entrevistador. Este puede asegurar que ya las calles, los rincones, los palacetes, las iglesias e incluso la atmósfera de Béjar ya le parecen distintas, en un antes y un después de Carmen Cascón. Decididamente, no puede faltar ningún historiador en ningún pueblo por pequeño que sea. Carmen no será Cronista pero es cronista. No será Historiadora de su ciudad pero es su historiadora. Sus dedos están, o lo estarán, manchados de viejos legajos que aún reposan en estanterías o ya en formatos digitales. Carmen Cascón es una apasionada, y de qué manera opina un servidor, después de escucharla y leerla, de Béjar: la esperanza no está perdida. Ahí, rodeada de montañas y castañares resguardada pero nunca oculta —en duermevela— la Ciudad. Gracias, profesora. Gracias por tu sapiencia. Béjar algún día se abrirá por alguna de sus centenarias puertas, con sus secretos, para ti.
Jose Antonio Bejarano
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