© El blog con cero lectores, pero aquí estoy en el espacio de mi libertad. No espero a nadie aunque cualquiera es bien recibido. Gracias a mi BLOC ABIERTO DE PAR EN PAR donde encontrarás desde 2009 temas variados.

3.11.21

San Patricio en Huelva


Ayer me emocioné. Veréis.
Paso casi a diario por la carrtera de la Ribera, de Huelva. Es uno de mis lugares preferidos para pasear. En el km. 0 se encuentra el cementerio inglés, del que he sido un ferviente defensor intentando rescatarlo del estado en que se encuentra. Varias entradas en mi blog pueden atestiguarlo, y estoy muy orgulloso de haber puesto mi granito de arena para ayudar a su rescate y conservación. Ninguno de los difuntos que descansan en ese recinto me es completamente ajeno, pues he indagado en lo que he podido y hasta donde han llegado mis conocimientos. Y como no tengo nada nuevo que hacer al respecto, me conformo con hacer un alto en mi circuito ciclista y a veces me paro junto a la roñosa y desvencijada puerta de hierro. Miro al interior y veo cómo crece el pasto y la hierba, al mismo tiempo que avanza el invierno y se va atisbando la entrada de la primavera.
Ayer me encontraba ensimismado apoyado en la verja de la entrada cuando sentí pasos a mis espaldas. Me volví y vi un rostro rubicundo, sonriente, de ojos azul muy claros y de tez pecosa. El pelo, ligeramente pelirrojo. Y cincuentón seguro. No hace falta ser un experto, con esos rasgos y a la puerta del cementerio: claramente era un individuo de ascendencia británica.
Me saludó y yo le respondí. Reconozco que me disponía a marcharme pero no pude resistir la curiosidad y permanecí allí, aunque me eché a un lado pues pensaba que aquella persona iba a acceder al camposanto. Nada de eso, se puso en posición de firmes, enarboló el ramo que traía y me quedé estupefacto cuando comenzó a cantar en un idioma que no comprendía. Afortunadamente aquel no es paso normal de personas pues en caso contrario hubiéramos dado una imagen de lo más surrealista.
Realmente me emocioné al ver a aquel hombre cantando una bella canción que se propagó a través de la puerta cerrada que cubrió, como si de una neblina de las tierras altas se tratara, todo el recinto de aquel camposanto.
Al acabar el canto, dejó caer el ramo al interior y un gran manojo de verde trébol se esparció por el interior del cementerio inglés de Huelva.
Cuando acabó, no pude por menos que acercarme a él, le sonreí abiertamente y le dí la mano que me aceptó. Entonces no me importó que viera una lágrima que me asomaba, traicionera.
Residía en Mértola, Portugal, y me dijo que todos los 17 de marzo efectúa el mismo ceremonial, que se lo había prometido a un pariente al fallecer que este le había pedido que cada Día de San Patricio dejara unos tréboles (luego me enteré de que era el símbolo de Irlanda) y que entonara unas estrofas del Himno de Irlanda en el cementerio inglés de Huelva en honor y homenaje de uno de los enterrados (no le pedí la identidad del difunto y él tampoco puso interés en proporcionármelo, aunque no me consta ningún nacido en Irlanda).
                 
 
                Somos soldados                                              que han jurado su vida a Irlanda.
  Algunos vinimos de un país allende las olas...

He de reconocer que siento por este cementerio, y por sus moradores, un cariño especial y del que no me arrepiento. Desde ayer, después de ser testigo de este inusual rito, de escuchar en esta tierra de fandangos estas emocionadas estrofas en la extraña lengua irlandesa, mi simpatía y mi cariño por todo lo que significa el legado inglés en Huelva. Al menos sé que existe otra persona que un día al año entona el himno de la verde Irlanda.
El Reino Unido de Gran Bretaña (Escocia, Gales e Inglaterra) e Irlanda del Norte, así como la república de Irlanda es mi asignatura pendiente. Nunca he pisado las islas británicas y algún día he de visitar la City y recorrer los acantilados y prados de las tierras altas de su territorio. Y dejar allí —iba a ser un secreto— un poco de tierra de este camposanto onubense, mezclado con la tierra británica.

2.11.21

Eva entre guerras (Entrevista)

Tiene una sonrisa que desarma. A simple y primera vista parece una mujer de gran sensibilidad. Antes que nada, sentados ante sendos cafés en una de las más hermosas playas de Huelva —El Portil— le debo advertir a mi interlocutora que no la he leido, que mi intención es que me suscite interés por ella y por su obra, al tiempo de despertar interés en otros amigos. Me mira y sonríe, sonríe y vuelve a sonreir ampliamente. Yo creo que es una más de sus múltiples armas, de las que llegan al corazón en el más amplio, literal y figurado sentido de la palabra arma. Se lo digo y deja de sonreir. Seamos serios, parace advertirme.



La entrevista comienza: 
—(Pregunta) Dinos algo sobre ti para que te conozcamos. 
—(Respuesta) Soy Eva García Carrión, natural de Huelva y profesora de Dibujo en un Instituto de Secundaria de la provincia. Estudié Bellas Artes y Publicidad Creativa. Adoro leer, las artesanías y artes en general. 
—(P) ¿Desde cuándo escribes? 
—(R) De pequeña escribía relatos cortos y poemas, di algún curso de narrativa en la universidad, pero no fue hasta 2013 cuando germinó en mí la necesidad de escribir formalmente. 
—(P) ¿Cuál es tu curriculum literario? 
—(R) Es muy breve, he escrito «Entreguerras» y algunos relatos para colaboraciones benéficas. 
—(P) Tu «Entreguerras» ¿es una saga? ¿se puede considerar así? 
—(R) Sí, es una saga. Es una historia coral, con una familia protagonista sobre la que fluyen el resto de las historias, incluidas las de amigos muy afines. Buscaba realismo, que el lector se involucrara en la trama, en una época muy convulsa. La interrumpo, hacemos una pausa y apuramos el café. La tarde del dia de Todos los Santos va cayendo entre nubarrones y el sol aparece y desaparece. Hace calor y fresco, muy «entretiempo». 
—(P) ¿Me puedes decir, que nos enteremos, qué significa «historia coral»? 
—(R) Una historia con muchos personajes protagonistas. Los protagonistas de una novela son secundarios en la siguiente y tienen mucho peso en la trama. —¿Por qué Escocia precisamente y no La Mancha o Andalucía o la Italia renacentista? —Bueno, aunque la saga principalmente es escocesa, tiene múltiples escenarios. De hecho, comienza en la Andalucía de Alfonso XI de Castilla, el Justiciero, y tiene otros escenarios importantes como Inglaterra, Irlanda y Francia. 

Un servidor traga saliva buscando un trozo de tierra que me haga desaparecer después del pequeño traspiés... Eva sonríe aún más como diciendo eso te pasa por preguntar sin haberme leido antes. Sigo... 

(P) ¿Existe la Historia sin amor? ¿y viceversa? 
—(R) Yo no concibo la historia sin amor, no tiene por qué ser un amor de pareja, puede ser fraternal, o de cualquier otra índole. 
—(P) ¿Son historias de amores o de amoríos? 
—(R) Son historias de amor en una época medieval olvidada. Tras morir un gran rey escocés, Robert Bruce, Escocia cae en la debacle hasta el punto de verse inmersa y partícipe de la Guerra de los Cien Años. Narro las vidas de un grupo de personas que ven cómo su mundo se desmorona e intentan sobrevivir y buscar una salida digna. —(P) ¿Tu literatura es histórica o romántica? ¿dónde te mueves mejor? 
—(R) Mi literatura es histórica, romántica, sentimental y de aventuras. Historias que no siempre empiezan o acaban como se espera. Buscaba justamente eso, realismo, que quien las leyese fuera uno más en la historia, que se decantase por bandos, por personajes, que los sintiese como propios. Para mí la ambientación, el contexto histórico, es un personaje más. 
—(P) Sin hacer spoiler —o mejor dicho en nuestro idioma, destripar el argumento—, haznos una sinopsis sobre tu obra y dinos si se puede leer de forma individual o es necesario leerla cronológicamente. 
—(R) La saga Entreguerras (El destierro del Ángel, La jaula del petirrojo, La piel del cordero y La redención de los caídos) no se debe leer de forma individual porque se perdería mucha información, quizás muy necesaria, para entender a los personajes en cuestión. La familia Murray pasa a estar en el punto de mira de los desheredados tras la muerte del rey Bruce y han de dejar sus tierras. Los hermanos deberán tomar rumbos distintos y luchar por sobrevivir. No se lo pondrán nada fácil. Encontraremos traiciones, erotismo, intrigas, torturas y amor. 
Hacemos un alto en la entrevista y tomamos otra consumición. Me fijo en sus manos y encuentro la explicación del porqué es profesora de Dibujo y Artesana. Charlamos de cosas intrascendentes y le pregunto "off the record˝ si se trata de literatura de mujeres para mujeres. De inmediato me doy cuenta de haber formulado una pregunta un pelín machista. Se le borra la sonrisa y me contesta que no es literatura de mujeres, ni tampoco le gusta el término como tal, pues se usa de forma despectiva por muchos. Reconoce que la saga Entreguerras no es de lectura fácil, tanto por su extensión como por el número de personajes... y crudeza de ciertas escenas. Aunque la mayoría de sus lectoras son mujeres, tiene bastantes lectores que han disfrutado de sus historias. Hay momentos, gustos y necesidades —parece aseverar— más allá del género. 
—(P) En resumidas cuentas ¿qué ofrece tu obra a quien la lea? 
—(R) La saga Entreguerras ofrece al lector sumergirse en la Escocia medieval, vivir aventuras en aquella agreste tierra y sentir de primera mano la época. Seréis bienvenidos a acompañarme a este viaje a las Highlands (Tierras Altas de Escocia). 
—Dinos cómo se puede adquirir. 
—Soy autopublicada. La saga Entreguerras se puede adquirir en digital y en papel en Amazon. Tiene página de Facebook y de Instagram, donde se pueden conocer más detalles, sinopsis, personajes, contexto histórico de la saga. El sol toca el horizonte del mar y nosotros concluimos también. Con la sensación personal de que de la mano, la sonrisa, la imaginación y las aptitudes literarias adecuadas se pueden vivir múltiples historias, amores y desamores, emociones y batallas de aquella Europa en ciernes. Conociendo el pasado se puede augurar el futuro. Con Eva García Carrión, escritora, seguro. 
—Por último, gracias por tus respuestas y mucha y buena suerte con tu obra. 
—Ha sido un placer. Un afectuoso saludo. 
Facebook: Eva García Carrión. Saga Entreguerras. 
Instagram: eva_garcia_carrion https://www.amazon.es/.../e/B09KDJSPD4/ref=aufs_dp_fta_dsk

30.10.21

De Córdoba

Mostró fastidio con un movimiento imperceptible de sus dedos ensortijados. El Primer Ujier lo advirtió y de inmediato apartó la túnica del emir. La Asamblea enmudeció mientras se alzaba del trono y se descorrían las cortinas damasquinadas: salía el Gran Emir a saciar sus apetitos hastiado del perorar de aquella asamblea inutil. Ya el eunuco sabía cómo satisfacerlo, así pues lo tenía todo dispuesto. Baños de frescas y tibias aguas de forma alternativa en el hammam, suaves masajes con aceites de Baena y linimentos de Siria, exquisiteces gastronómicas de la vega de Granada y del Albaicín aromatizados con especias traidas del Indo. Ya el eunuco había dispuesto todo para culminar todas sus apetencias reservando la más bella flor, la más fresca y gozosa, la más hermosa virgen muchacha del harem. Todo para el gran emir, príncipe de los creyentes, señor de al-Ándalus, Abū l-Mutarraf ‘Abd ar-Rahmān ibn al-Hakam. Este tamborileó el trono de forma imperceptible, impaciente, y por fin salió de la fría sala del consejo de los notables del reino, que humillaban sus miradas hasta el suelo.

Abderrahman II, aburrido de las cosas del buen gobierno, accedía a las dulces caricias del placer mecido por los murmullos de fuentes, silbidos del viento contra los olmos de los jardines... y secretas celosías del Alcazar de Córdoba. 

17.10.21

Mis Estadios del dolor

Estadio I

La noche era eterna, taladrándome, llorando, gimiendo, dando vueltas en la cama, los últimos efectos del Okal que aquella santa mujer, a mi lado, me había desleído en un poco de agua; ella tomaba mi mano acariciándome, quería participar del terrible suplicio al que estaba siendo sometido. Al final, rendido, agotado por aquel maldito taladro en mi cuerpo, nos quedamos los dos dormidos, maltrechos. Nunca olvidaré aquellas terribles noches de dolor de muelas de la niñez. La mano de mi abuela, el mejor y único calmante.

Estadio II

Me levanté y sin apenas vestirme ni despedirme, salí a la calle. Casi mecánicamente me dirigí por cuarta vez en dos días, al servicio de «urgencias». No podía más, y el médico, a la vista de mis lágrimas que rodaban por las mejillas y al saber que ya no podía con más nolotiles y el puntazo terrible que me taladraba en toda la región pélvica no remitía, al fin tuvo a bien en su magnanimidad concederme el ansiado documento con el que corregía el incompetente, errado, banalizado diagnóstico del "doctor" anterior: la operación se realizó con éxito y el apéndice necrosado, reventado, fue extraído a tiempo de que el mal no se hubiera extendido y la septicemia hubiera acabado con mi vida en pocas horas si hubiera acudido a trabajar aquel día. Pero sobre todo, sentí mi cuerpo libre de aquel mazazo terrible del dolor.
Dia Mundial del Dolor

6.10.21

No se lo digas a nadie

Puede ser una imagen de naturaleza y cielo


No se lo digas a nadie, fueron sus últimas palabras. Era su favorito, quien lo atrapaba con sus palabras, con sus enseñanzas, con quien era capaz de apartar la vista de los cristales de la clase y atender sus explicaciones. A veces Luis se quedaba antes de salir al patio y le preguntaba cualquier cosa que ampliara sus enseñanzas al margen de la clase oficial, y entonces era cuando don Eutimio se encontraba en su verdadera salsa.
Y no había materia que no dominara, la Aritmética y la Geometría, pero también la Historia y la Geografía y la Literatura. Don Eutimio era una verdadera enciclopedia. Eso, maestro de todo, era lo que Luis quería ser de mayor. De barba algo rala, tez morena y bigotillo con las guías apuntándolas hacia su barbilla. Una sempiterna chaqueta de punto, con dos curiosas coderas le proporcionaba un aspecto juvenil a pesar de sus casi cuarenta años todo lo contrario que el resto de aquel vetusto claustro de maestros que lo miraban de soslayo y que lo marginaban como más tarde, mucho más tarde, descubrió Luis, un rabo de lagartija este, inquieto de cuerpo y curioso de espíritu, escuela, juegos, casa, juegos, calles, amigos, más juegos… era el decorado y el escenario de Luis.
Un leve soplo de aire fresco quería entrar en aquellas aulas de pupitre corroído por las termitas y en aquel ambiente de muchedumbre de alumnos por un lado y alumnas por otro, separados por una frontera imaginaria pero muy real de patio polvoriento… A la pregunta de quién se apuntaba voluntario a una clase práctica de Ciencias naturales, el dedo de Luis fue el único que se levantó en la clase. Nadie había escuchado nunca esa extraña palabra en el reino de la memoria y el catón. Don Eutimio sonrió a Luis y anotó la cita…
Aquella misma noche se fue a dormir mucho más temprano. Como siempre apagó la tristona luz de la mesilla y la claridad de la calle Collado entró por la ventana. Cerró los ojos. Puntual, tal y como don Eutimio era, a través de un corto silbido Luis se levantó de la cama, se vistió rápidamente, se calzó y con mucho cuidado para no turbar el silencio de la casa, se encaramó a la ventana. Debajo, pegado a la pared mirando para arriba y con sus brazos extendidos el maestro esperó a que Luis fuese descendiendo aquel pequeño tramo de pared hasta poner sus pies en los hombros. Era un pequeño salto sin peligro pero se trataba, Luis era consciente, de un gran salto en su vida: iba a transgredir por primera vez las normas de los abuelos que hacían las veces de padres pues la muerte se los había arrebatado en un trágico accidente que no hace al caso en esta narración.
Con la emoción Luis iba poco abrigado, pero el corazón le latía con fuerza cuando subió en el soporte de la vieja bicicleta de don Eutimio. Recorrieron las calles vacías, muertas, en penumbra, silenciosas mientras algún perro a los lejos hacía sentir su presencia o el sereno daba la hora: las onceee… y serenooo… El sonido sordo y rítmico de la dinamo rozando la rueda delantera de la bicicleta parecía un trueno en aquella noche silenciosa de Hervás, tanto que parecía que iba a despertar a todo el pueblo desbaratando en su nacimiento aquella lección nocturna. La curiosidad y el gusto por el riesgo superaron al miedo que Luis sentía mientras el joven maestro pedaleaba dejando atrás las últimas casas baratas de la Peña los Lagartos jadeando, con la respiración entrecortada por el esfuerzo de la subida al monte. Un poco más allá del Puente Pedregoso se detuvo.
—Este también es buen sitio, cerca de Los Campillares. —El maestro tumbó la vieja bici sobre un canchal de la cuneta y entre escobones y pedruscos llenos de liquen y musgo otoñal subieron unos metros alejados de la carretera.
—Aquí. No hay cielo como el de Hervás para admirarlo. Pero no se lo digas a nadie. Vas a recibir una lección que espero no olvidarás en mucho tiempo…
Don Eutimio se quitó la gabardina y la tendió sobre un canchal que comenzaba a despedir la humedad de la tempranera madrugada. La oscuridad era total y solo la mitigaba una pequeña linterna que el maestro apretaba para que la pequeña dinamo fuera generando un diminuto haz de luz, que proyectaba al rostro del alumno, deslumbrándolo.
Sentados sobre el gabán, don Eutimio chistó pidiendo silencio, mientras apagaba la linterna; al fin Luis sintió alivio de aquel molesto chorro de luz.
—Pues bien, Luis: levanta tu vista, permanezcamos en silencio unos minutos y luego… trataré de contar la millonésima parte de lo que podemos ver.
—Ahí tienes, el Camino de Santiago que no es más ni menos que la Galaxia, el camino de estrellas donde se encuentra nuestro diminuto mundo –Luís pudo observar un manto blanquecino que atravesaba la bóveda de los cielos sobre Hervás atravesando el eje del orto y del ocaso, y más allá del valle donde los ríos se amansan. Una mancha de puntos de luz que parecía una alfombra, más que estrellas. –Es como la leche derramada de los pechos de la diosa Hera para Hércules, al que se negó a alimentar. Pero todo eso son leyendas y nada más alejado de la realidad. La pura verdad es que este grandioso espectáculo es la representación de la vida. Con miles de millones de actores que son las estrellas que no se pueden contar. ¿Ves cómo forman figuras de nuestra Humanidad —Eutimio no dejaba de hablar y enumerar, dirigir su dedos hacia el firmamento señalando y Luis a duras penas era capaz de asimilar tal cantidad de información y de sabiduría—: La Osa Mayor y la Osa Menor… mira allí, el planeta Marte y ese grupo de estrellas forman una de las doce constelaciones del Zodiaco, el que rige el destino y las encrucijadas de todos nosotros. Pero no se lo digas a nadie… todo esto y más allá, detrás de la oscuridad de la noche hay más y más galaxias como lo dijeron en la antigüedad sabios que fueron juzgados, sentenciados y ejecutados por quienes se empeñaban en mirar los dedos que indicaban en lugar del más allá que los sabios mostraban.
La noche avanzaba y al fondo media docena de pálidas luces de Hervás carecían de importancia ante aquel derroche inenarrable que don Eutimio descubrió a Luis, al que ya se le había olvidado el frio, ante aquel magno espectáculo sobre sus cabezas.
Planetas, constelaciones, estrellas, figuras mitológicas, nombres que sonaron por vez primera en los oídos extasiados de Luis. Y el maestro señalando y denominando a todo aquel ingente conglomerado de puntos de luz. La luna nueva, a punto del creciente, asomaba a duras penas tras la cordillera circundante al valle del Ambroz sumido en sombras.
—Don Eutimio —Luis atinó a preguntarle la duda que le rondaba hacía rato— ¿y esto está también durante el día?
—Durante el día sigue ahí, igual que ahora pero nuestra estrella más cercana echa el velo de luz y lo tapa, pero está ahí. No te quepa ninguna duda. —Y el maestro sonrió por primera vez en aquella gran noche…
Luego siguió enumerando los astros que iba identificando. Orión, Sagitario, Cruz del Norte, Cruz del Sur, Constelación de la Lira, del Cisne… nebulosas, agujeros negros, estrellas fugaces y cometas, y excelsos personajes como Galileo, Copérnico, Ptolomeo, Jorge Juan y tantos nombres que en el futuro Luis habría de rescatar de la memoria de aquella inolvidable madrugada.
—El misterio radica en dónde está el final de esto. Pues lo que ves es solo una minúscula parte del Universo. Tras la pared negra de la noche, hay más y más galaxias, tan alejadas que aún su luz no ha llegado a nosotros… miles de millones de estrellas en Galaxias, que no tiene fin ni quizá principio, amigo mío… ¡pero es un misterio sin resolver!
La madrugada avanzaba y el frio bajaba del Pinajarro. Hervás seguía en su sueño secular mientras el maestro y el alumno se empapaban de conocimientos, uno hablando e impartiendo sabidurías, el otro escuchando y contagiándose de amor por aquel maremágnum imposible de descifrar o explicar con palabras. Pero también sembró la duda— «es buena, conveniente, diría yo»— que germinó en aquella mente infantil cuando le hizo la segunda y última pregunta.
—¿Dios? —contestó don Eutimio incorporándose de la dura piedra donde habían estado sentados toda la noche— Dios… si quieres creerlo así, no tengo ningún inconveniente, pero no se lo digas a nadie. Cada cual tiene su dios, distinto para cada uno. Cada hombre tiene su dios… pero no lo digas nunca a nadie —Luis no estaba preparado para esa teoría atrevida pero lo escuchó extasiado. La verdad del maestro se abría paso en la mente del alumno. —Esto que estamos viendo… ¡mira! ya está saliendo la Estrella de la mañana… o Lucero del alba, como llaman a lo que no es ni más ni menos que Venus. Te iba diciendo y nos vamos ya… quería decirte por último, y no se lo digas a nadie, esto que está sobre nosotros, cubriendo la bóveda celeste tiene un autor, que no puede ser más que un gran artífice que haya creado esta enorme y perfecta maquinaria en movimiento aunque apenas lo notamos. Un Gran Arquitecto que todo lo que vemos y lo que no vemos ¡ni nunca veremos! ha creado y salido de sus excelsas manos e infinita y todopoderosa inteligencia. Pero no solo lo ha creado, sino que a cada componente de este gigantesco espectáculo le ha dado un papel, y cada cuerpo celeste que ves en el cielo lo ha dotado de un movimiento durante su Tiempo en su propio Espacio. Así desde el incierto principio de los tiempos y por toda la eternidad él ha dotado de movimiento eterno, y se sabe cuál es el ciclo de cada cuerpo celeste, y las fases de la luna y el alineamiento de planetas con que los agoreros proclaman el fin del mundo… como si nuestro minúsculo mundo fuera algo importante en el concierto celestial. Todo gira en tan perfecto movimiento que nunca por los siglos habidos y por haber se han entorpecido entre ellos. El Gran Arquitecto de la perfección… Luis, te agradezco que hayas venido y te pido que de ahora en adelante pongas en duda lo que se diga sobre mi… soy un simple aprendiz y solo creo en la fraternidad de todos los hombres. —El relente se precipitaba y Eutimio ayudó a incorporarse a Lusito— Vamos que hay que madrugar y se acerca el alba por detrás del Pinajarro, va a caer el telón sobre el Escenario de tu Camino de Santiago . Toma esto y guárdalo en señal de agradecimiento y de recuerdo… —Luis tomó un pequeño paquete con sus manos ya ateridas de frio.
La bajada hasta Hervás fue rápida, sin necesidad de mucho pedaleo. Ya no ladraba ningún perro, sino que a lo lejos, por las huertas del Ambroz, era un gallo anunciando la mañana.
La imagen del Corazón de Jesús cumpliendo su papel de pétrea contraventana fue testigo de la escalada de Luis hasta el dormitorio. Cuando alcanzó la habitación a oscuras, miró a la calle y don Eutimio le sonrió y le recordó que no se lo dijera a nadie mientras se llevaba su dedo índice a los labios.
Le costó dormir a Luis pero mucho más despertar. La vida continuaba…
A los pocos días, de repente, un nuevo maestro le sustituyó. Luis no tardó en saber que a don Eutimio lo habían trasladado a Trasmonte. Entonces fue cuando no pudo aguantar y confesó a sus abuelos, tía y hermano, rompiendo la promesa de no decir nada, toda la aventura de la noche «del firmamento» sin omitir detalle alguno. Lo que más le dolió a Luis fue la sonrisita sarcástica de su hermano Salustiano cuando le contestó que de traslado, nada, que sabía de buena tinta que Don Eutimio había sido llevado a Cáceres por la secreta, juzgado por comunista y por masón, y que ya penaba en El Dueso. Y que no desvariara, que ya conocían sus historias, que tenía muchos pajaritos en la cabeza, que él nunca se había atrevido a salir ni a la puerta de la calle, y menos en plena noche. Todos, menos la bondadosa abuela Encarna, rieron las gracias de «Luis que se creía sus propias aventuras». ¡Lo has soñado, Luisito! fue la conclusión final.
Aquella misma noche, lloró Luis de pena y de humillación. De pena de no volver a ver a don Eutimio, como así fue… y de la burla de su propia familia, aunque no se lo diría a nadie.
Pero Luis poco a poco, rememorando, fue hilvanando los recuerdos, los nombres, las oscuridades y hasta el movimiento de los astros aprendidos aquella noche. Y empezó a leer, al principio a escondidas, libros sobre astronomía. Fue un veneno que se le inoculó y ya no logró extraer de su mente. De vez en cuando le gustaba abrir la caja-regalo del buen don Eutimio y tocar, acariciar aquellos preciosos instrumentos plateados que seguramente habían sido propiedad del Gran Arquitecto. Una escuadra y un compás, con los que seguramente había diseñado el Camino de Santiago, o mejor, como una vez dijo don Eutimio, la Vía Láctea y todas las infinitas Vías y Caminos del Universo. Y a él, Luis Santisteban Martel, le señalaron otros caminos inescrutables, lejos de los cielos de Hervás pero nunca perdió la costumbre de mirar cualquier otro, aunque nunca volvieran a ser lo mismo. Don Eutimio, y ahora ya sí lo proclamaba a los cuatro vientos, debía andar en algún lugar de la Vía Láctea desempeñando el papel que le correspondía

1.10.21

El año que no tuvo verano

Año 1816
Parece que fue ayer, pienso cuando lo recuerdo. Deja el cincel y el martillo cuando ha de parar ahogándose… y le digo
—Padre, descanse y déjeme a mí seguir. —Pero es tozudo y no desea detener su tarea.
Yo miro a lo lejos, me llega el sonido de las campanas de Santa María anunciando la hora del Ángelus y la de hacer un alto para comer.
Mi padre se desprende del mandil y lo dobla con cuidado, se sienta y me hace un gesto con la mano para que me ponga a su lado y abra la cesta de mimbre. Unas tajadas de cabrito y unos trozos de queso conforman el menú de aquel helador día. El tímido sol apenas alcanza a templar nuestras caras y nuestras manos. Mi padre se levanta la pantalla de fina luz de malla con la que evitar las esquirlas en sus ya doloridos y lacrimosos ojos. Me sonríe con timidez y antes de comer se queda mirando la silueta de la Iglesia, sentados en el cuadrado de cantería que poco a poco va dando forma a lo que va a ser un basamento.
Gracias a Dios ha conseguido este trabajo de cantero, su verdadero oficio. Mi padre está triste, enfermo. Hace unas semanas fue despedido por un ilustrado tejedor de Béjar donde se había dejado varios años de su vida entre batanes y vapores de tinturas. En 1812 la desventura se abatió sobre la ciudad ducal en forma de obuses «amigos» del malhadado general duque de Wellington dejando semiderruidos los telares del fabricante Téllez.
A la desgracia de la maldita guerra, se une la noche casi sempiterna que se cierne sobre los cielos desde hace meses. Fríos y lluvias a destiempo que parece que el mundo se precipita a su final. Y a más frío e intemperancias, le aseveró el tejedor, no supone más fabricación de mantas de campaña y paños finos de aristocracia, sino todo lo contrario… cosechas perdidas y ganaderías famélicas, hambres, guerra y destrucción por todas partes, lo que causa llanto y desolación e imposibilidad de comprar conque abrigarse el pueblo en este invierno tan prematuro.


Ricardo es el nombre de mi padre, cesante por obra y desgracia (en última instancia) de nuestro señor rey el deseado Fernando VII, causante de las guerras de nuestra España.
Partimos de Béjar por el camino de Cantagallo con nieve hasta la cintura y atravesamos el puerto hasta los Baños de Montemayor. Como hacía años que no se recordaban ventiscas y nevadas iguales, atemperando a nuestra llegada a la nueva Villa de Hervás, desgajada por voluntad propia de la villa madre de Béjar. Hace unos días le han encargado, por mediación de su antiguo patrón bejarano y el síndico del común de Hervás, Tomás Neila Calzado, del acarreo y desbastado de unas canterías desde el río Santihervás… pero yo sospecho que mi padre no puede…
Hasta nosotros llegan los cánticos de unos mozalbetes hervasenses recordando y festejando la llegada de la Navidad. Mi padre observa cómo miro. Lo veo sonreír con tristeza…
—¿Serán aún los fastos del villazgo? —me pregunta curioso —No te preocupes, Amancio, cuando acabemos podrás ir con tus amigos. Ya sé que estamos en vísperas de Nochebuena pero yo no creo más que en el Gran Arquitecto, quien organiza todo lo que se mueve y lo que no, en el Universo. —Es —dice muy bajito ensimismado— el Ser Supremo, mi Dios.—Sus ojos brillan y su cara ensombrece, ajado de arrugas… Yo le dejo hablar— Respeto tus creencias. Aunque te pido que guardes mi secreto porque no llegue a oidos de algún familiar del Santo Oficio de este pueblo de disimulos —mi padre guarda silencio en este punto.
Yo intuía desde tiempo atrás, a pesar de mis quince años, cómo mi padre se iba volviendo más y más introvertido y taciturno, de qué forma su genio y temperamento ha dado paso a una mesura y carácter bonancible desconocidos por mi madre y por mí. Nuestra estancia en Béjar ha supuesto un cambio radical en su vida y por ende, en las nuestras. Béjar le ha dejado huellas.
—Anda hijo, ve con tus amigos. Sé que te gusta el tiempo de Navidad. Mira a ver si en la Iglesia de Aguas Vivas han montado el belén con figuras representando la venida del Cristo tal y como hacen en la casi catedral de San Juan, de Béjar, que sé las han traído de las Dos Sicilias.
Y mi padre me recuerda cuando me llevaba a ver el Misterio de aquel magnífico templo con todas las figuras representando tierras santas. Musgo y harina, ríos de mercurio sobre el entarimado, figuras de todo el acontecimiento de la Sagrada Familia en el establo, sus pastores, sus ganados, sus castillos y reyes buenos y malos, su Luz estelar rompiendo las tinieblas, al contrario del tenebroso año dieciséis, el Misterio que yo miraba como representación del Nacimiento del Hijo de Dios mientras mi padre admiraba el crucero y el ábside, la arquitectura de la parroquia de San Juan…
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Antes de acabar el año del Señor mil ochocientos dieciséis, mi padre Ricardo Martín falleció de tisis. Al entierro bajó su antiguo patrón Téllez, de Béjar que me dio, en un aparte, un estuche que mi padre había dejado “olvidado”.
—Aquí te dejo lo que tu padre guardaba, los símbolos del saber; la escuadra y el compás. Guárdalos y si algún día te haces preguntas a las que no encuentras respuestas, dirígete a… —me deletreó claramente al oído el nombre de un docto salmantino ilustre de Hervás— y él te introducirá en los misterios del ser humano y del mundo.
La base en piedra de lo que mucho más tarde sería el símbolo del villazgo de Hervás, el Rollo, quedó paralizado en parte debido a la muerte de mi padre, o quizá por falta de fondos municipales. Nunca lo vi acabado, pues la penumbra permaneció durante meses y las nieves y los vientos cubrieron el valle dejando las cumbres blancas durante tres estaciones consecutivas así como los castañares y huertas yermas. Yo emprendí viaje cuando comencé a formularme preguntas y no obtener respuestas sobre los movimientos de los astros y su influencia sobre nosotros los humanos.
Los cielos de Hervás eran límpidos pero estrechos para estudiarlos, así que me desprendí del jubón y de las calzas, me despedí de mi madre y de mis amigos y desde Salamanca viajé a Francia para no regresar. Ahora luzco traje burgués de levita y escarpines de charol…


Dios guarde a la reciente Villa de Hervás. Que el Creador la siga colmando de todas las riquezas con que la Naturaleza la ha agasajado para sustento y solaz de los hervasenses. Y que las estaciones sean para la Real Villa como el Ser Supremo ha establecido desde el principio de los tiempos: Primaveras de cerezos en flor en las huertas de solana y umbría, Veranos de calor y parva en Sanantón, Otoños de montes castañares de fruto y leña comunales, e Inviernos de nieves y de bienes en el Val de Amor, de aguas abundantes bajo sus puentes de piedra en el pueblo judeocristiano... y Navidades del Señor… Y que al fin, el Rollo se haya erigido aun con otros cinceles y otros martillos mostrando a las generaciones venideras los sacrificios que costó tal Privilegio. Gracias sean dadas y bendiciones del Altísimo a la villa y a sus moradores. Él haya acogido a mi buen padre.
En París a dieciséis del mes abril de mil y ochocientos veinte.
Doy fe: Amancio Martín Corriols
NOTA DEL AUTOR:
1816 fue un año nefasto para el mundo.
Se lo denominó «el año sin verano» debido al cambio de estaciones tan brutal. Se cree que fue ocasionado por la
erupción de dos volcanes el año anterior. Dos volcanes en Filipinas e Indonesia que arrojaron millones de toneladas a la atmósfera creando una disminución de temperatura en 1ºC.

20.9.21

Navidad(IMAGINADA) a dos cartas(APÓCRIFAS) y a dos band@s(REALES)



A: Amós López Bejarano

Callejón de San Ginés, 3 (Corrala) 

Madrid

DE: Francisco Bejarano Gil
2º Tabor de Melilla Expedicionario
Desde las trincheras del Parque del Oeste

Frente de Madrid,  13 Diciembre 1936

Querido primo Amós: espero que al recibo de la presente te encuentres bien, yo, qué quieres que te diga, ando así, así, pero dadas las circunstancias, dando gracias a Dios.
Escribo esta carta porque no pierdo la esperanza de ponerme en contacto contigo, y recordar, al menos mientras escribo, las estupendas navidades que pasamos juntos en nuestros años de niñez en Madrid.
Esta es una carta escrita al vacío dado que no estoy seguro de nada, no te puedo ser muy claro porque sé, por la propaganda que hasta aquí nos llega, que Madrid está lleno de espías y que la censura no las deja llegar tal y como se escriben. Pero me arriesgaré.

 Esto que estoy haciendo, según nuestro amigo Conrado (¿te acuerdas de él?), es una autentica locura. Desde aquí, junto al Parque del Oeste puedo ver nítidamente los descampados de cuando tú y yo nos acercábamos hasta La Latina a casa de Ángel a por el aguinaldo tal y como es costumbre en estos días que se avecinan. Esta es la primera Nochebuena que la vamos a pasar separados y es para mí un doble sinsentido este fregado en el que unos y otros nos han metido.
Se dice que han llegado hasta Madrid miles de voluntarios extranjeros de todas las partes del mundo para ayudar a la República. Se dice que se está preparando desde la capital una gran ofensiva del Frente Popular con el objeto de paralizar nuestro avance con el que impedirnos liberar Madrid del comunismo y del caos en que os tienen sumido. Amós, yo confío en que tus ideales no hayan cambiado en nada y que estés empeñado, como yo, en expulsar de España a todos los que han querido cuartearla y venderla al comunismo internacional.


¿Recuerdas, Amós, cuando, hace un año, estuvimos en la Cava Baja la misma tarde de Nochebuena y entramos en la tasca de Caminero, y bebimos vino de San Martín de Valdeiglesias, y comimos chistorra de Salamanca, y algunos mazapanes del Zocodover que le escamoteamos a tu madre? ¿Recuerdas que salimos a la calle y entre los vapores de la borrachera nos pusimos a cantar coplas y villancicos de Extremadura? ¿Recuerdas cómo nos conjuramos y prometimos afiliarnos los dos y pasear con nuestros bonitos uniformes azules por el callejón de San Ginés mientras entre canción y canción íbamos contándonos historias de amores entre tú e Isabel, y Celia y yo?
¿Y recuerdas, primo, cómo nos detuvo en Pontones aquel carabinero malcarado que nos abroncó por celebrar una fiesta “fascista y burguesa” ¡a nosotros llamarnos burgueses aquel hijo de Satanás… a nosotros, que nuestros padres se levantaban a diario a las cuatro de la mañana para irse al Manzanares a pescar una cuantas carpas para venderlas en San Miguel a media mañana, y luego dedicarse a ayudar al padre en la carpintería de la Ribera Curtidores!. ¡A nosotros nos fue a llamar fascistas, sin saber ese ganapán que al igual que él posiblemente estamos en contra de las muchas cosas que han ido pudriendo la convivencia hasta llevarnos a la actual situación! ¿O es que, seguramente al igual que muchos de ellos, no estamos en contra de los banqueros, los terratenientes y los “militronches” y capitostes? ¿Y de los especuladores, de los empresarios que explotan miserablemente, y también de tantos curas y obispazos de pacotilla que no saben quién fue Cristo?
Al menos eso es lo que nos movió -¿recuerdas?- a escuchar con atención las palabras nuevas que a nuestros oídos sonaban a música celestial. Una nueva era se nos prometía de la mano de un joven como nosotros…
Perdóname, primo, que con esta carta trate, al menos, de hacerme la ilusión de revivir aquellos días ya pasados, aquellas Navidades que los dos celebrábamos, de recordar las bebidas, y las comidas, y las horas de camaradería con la ilusión de revivir unas fiestas que desde nuestra más tierna niñez hemos pasado juntos entre los fríos de las calles de Madrid y el amor de las fogatas de los descampados de los Carabancheles y las estufas de picón en las corralas de nuestros padres.
Pero las cosas, por desgracia, ya no son como eran. En un año, sólo en un año, nuestra Patria se ha partido en dos. No voy a entrar en la temeridad de culpar a unos o a otros, o al Lucero del Alba, pero para mí está clarísimo que la situación es producto de la incapacidad de nuestros políticos, y de la cantidad de veneno que poco a poco se ha ido apoderando del pueblo hasta la muerte. Pobre España, primo…
Como hace casi un año que no nos vemos, te escribo con la esperanza de que aún continúes dentro de nuestro querido Madrid. No sé si esta carta te llegará, espero que no caiga en manos indebidas, pero te diré que me encuentro en el interior de un parapeto. Desde aquí, cuando levanta la jodida niebla, puedo ver Pintor Rosales, y a la derecha los paredones y muros del Palacio, y los jardines Sabatini, donde tantas tardes hemos zascandileado.
Aunque no estoy muy seguro de lo que voy a decirte, creo que, desde que estamos cercando Madrid, al poco del Alzamiento, el ánimo entre las tropas está decayendo pues desde que nos arengaron con que tomaríamos café en Gran Vía con el general Mola el 25 de agosto -¡já!, hace ya tres meses largos de ello-, mucho me temo que esto se alargue por que el último macutazo que corre de parapeto en parapeto es que nos mandan a atacar Carabanchel Bajo y las Charcas de Morata, con estratagemas de distracción, y que tenemos que avanzar hasta el puente Segovia pero sin cruzarlo; así que figúrate tú el cabreo monumental entre la tropa, que estemos hasta los ojos de barro y de arrastranos por el fango de estos arrabales, para que te dejen con la miel de Madrid en los labios. En fin, ellos, el general Varela, el que manda todo este tinglado, o el Lucero del Alba, sabrán qué es lo que hacen. Pero el teniente coronel Barrón, te lo digo yo de buena tinta, está que se sube por las paredes.
Mientras tanto, aquí estamos viendo cómo cada día, según Radio Macuto, se pasan patriotas a nuestro bando puesto que no aguantan más en Madrid.
Me imagino que tú estarás, a la fuerza, enrolado en alguna unidad del ejército republicano. Procura cuidarte y pedir a Dios, como hago yo cada día, que esto acabe pronto y podamos pasar las Navidades del próximo año en casa de tus padres. No me gustaría por nada del mundo encontrarme, en las trincheras de enfrente, con mi querido primo cubriéndole las espaldas a Miaja, a Durruti (de quien hablan y no paran) o a algún comisario político de Moscú, porque entonces, con todo el dolor de mi corazón no tendría más remedio que disparar.
Antes de marchar al pueblo, quiero llegarme hasta una casa en Madrid a dar el pésame por el horrible crimen que hace poco han cometido. Nuestro líder, nuestro guía, ya no está con nosotros. No es menester que te diga el nombre para no comprometerte, pero tú debes estar mejor informado que yo, y con pocas palabras...
Sabes, ayer escuché que el pasado viernes 27 se pasaron a nuestras filas un capitán de la Mehal-la de Larache con su mujer y su hijita. Que pudieron pasarse porque se disfrazaron de aldeanos. La verdad es que cuentan y no acaban de las tropas de África, y me estoy pensando si pedir destino para entrar en “calor” porque esta inactividad, viendo a los demás pegar tiros y nosotros de “mirandas” es que no me va nada, pero que nada, en absoluto. También se rumorea algo de la deserción de un piloto de un Junkers, el muy traidor que se ha pasado a vuestras líneas, pero esto sí que es macutazo y con estas cosas debemos tener cuidado, por la Quinta Columna lo digo.
Te cuento que para quitarme la modorra me han propuesto de cabo, que aunque no sea una bicoca en estos tiempos que corren, no voy a decir que no. A ver si es verdad que pronto entramos en acción y acabo por olvidar la puñetera tos que desde hace unos días no me deja vivir. Y es que, ya lo podrás comprobar, hace un frío del demonio.
Bueno, primo Amós, te estoy escribiendo a trancas y barrancas, pues esta misiva la empecé el 1 de diciembre, y hoy ya estamos a 9 así que me voy a despedir deseándote que si antes no nos vemos y no podemos pasar unas Navidades como todas las que hemos pasado juntos, al menos nos podamos encontrar o tomarnos unos chatos de vino en cá Saturnino el de Cava Baja, si puede ser antes del 30 de enero, que cumplo 24 años, y me gustaría celebrarlo contigo antes de reunirme en Hervás, con Celia, con quien me pienso casar en cuanto termine esto. Allí fue donde me pilló el Alzamiento y formalicé mi alistamiento como voluntario. Y allí me voy a alistar voluntariamente en “otro asunto”.
Gracias, Amós, espero que hayas sentado cabeza en estos meses y hayas sabido elegir, si has tenido ocasión, lo que más te convenga. Te abrazo y deseo para mis tíos, que tampoco sé nada de ellos, lo mejor, y desde este lado de las trincheras del Parque del Oeste pido a Dios por ti, por tu familia, por Madrid y por nuestra España.
A lo lejos vemos movimientos de carros de combate rusos (dicen) que vienen servidos por lo peor de Europa, aunque me imagino que no todos los macutazos pueden ser verdad al cabo de la calle.
Feliz Navidad, si ello fuere posible, y ¡Arriba España!
Paco
Post data: Hago entrega de esta carta a M.F.D. (del Batallón de Transmisiones de las Mehal-las) que parte para una incursión en Madrid por sorpresa. Con instrucción de destruirla en caso de peligro o para depositarla en el primer buzón que encuentre.
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A: Francisco Bejarano            
C/Collado, 11
Hervás (Cáceres)

DE: Amós López Bejarano
París a 10 de marzo 1938

Apreciado Paco:
Estás loco de atar. No podía ser otro más que tú. Tú y tus chiquilladas de siempre. A nadie, en ninguno de los frentes de España, se le podía ocurrir escribir una carta como la que recibí a mediados de enero de 1937. A nadie con dos dedos de frente se le podía ocurrir, en pleno conflicto como el que estamos inmersos aún, escribir desde el asedio de Madrid a un familiar (yo), relacionándolo nada menos que con Primo de Rivera.
Pudiste organizar la intemerata con tu dichosa manía de escribir todo, todo, lo que te sale de tu cabeza loca.
¿Pero cómo se te ocurrió escribirme contando, con pelos y señales, los inminentes movimientos de la unidad en la que te encontrabas adscrito? ¿No se te ocurrió pensar que pusiste en un grave compromiso al compañero a quien encomendaste la dichosa carta, y que si lo llegan a cazar, le forman un Consejo de Guerra sumarísimo, los tuyos por alta traición o los míos por espía?
En fin, Paco, mi querido primo, después de todo no puedo por menos que estarte muy agradecido porque es público y notorio que tu ingenuidad es innata en ti. Te agradezco enormemente tu carta y te advierto que yo no tengo tan claro que esta llegue tal y como milagrosamente llegó a mis manos la tuya. Yo no puedo ser tan explícito como lo fuiste tú conmigo. Sólo puedo decirte, y espero que lo sepas entender, que me he visto obligado -sí, obligado-, a adaptarme a las circunstancias, a tragar con muchas cosas que en principio no era capaz de digerir (nunca olvidaré nuestros encuentros clandestinos con P.R.) pero yo, al contrario que tú, me he encontrado en el lugar equivocado en el momento equivocado. Es, al menos, lo que yo opinaba en aquellos tristes momentos en que desde las calles de Madrid, de nuestro Madrid, se veía venir la catástrofe.
Una buena mañana nos despertamos con la noticia de que habíamos entrado en una espiral infernal, en que ya nada ni nadie podía dar marcha atrás. La semana previa a la asonada militar todo se tiñó, repentinamente, de sangre y cada uno de nosotros sacó lo peor de sí. Las noticias de vuestro lado, como podrás suponer, fueron mucho peores. Y nos vimos obligados a presentarnos en las oficinas de leva que inmediatamente los partidos, sindicatos y el propio gobierno abrieron para el alistamiento.
Madrid se convirtió, de pronto, en una ratonera de la que me fue imposible escapar.
Mi amigo Luciano, que trabajaba en la embajada francesa, me proporcionó un salvoconducto para, a través del país dirigirme hasta la frontera pirenaica, y desplazarme por Francia. Pero no logré pasar el primer control en la carretera de Barcelona, antes de llegar a Alcalá de Henares. Luego llegó el fregado de Guadalajara y…
Lo intenté por la carretera de Valencia, pero el resultado fue el mismo, aunque logré avanzar hasta el límite de la provincia de Cuenca, pero cuando no era un control de CNT, era del POUM o de cualquier pandilla de pelagatos con ínfulas de Guardianes de la Revolución con pistolas al cinto.
No lo volví a intentar. Me dije lo del refrán, si no puedes con el enemigo… y desde entonces, últimos de julio del 36, pertenecí al Sindicato de Escritores y Periodistas Antifascistas de gacetillero, trabajando para El Sol, redactando noticias que si yo te contara… pero había que vivir, así que mejor no te digo lo alejado de la realidad en que tuve que reconvertir algunas noticias, sobre todo en cuanto a lo que a noticias del frente se trataba.
Gracias, Paco, por tus deseos de felicidad para las Navidades que me vi obligado a pasar en Madrid. No acierto a referirte con exactitud el ambiente que se vivió durante esos días. Todo fue como si por decreto se hubiera proscrito la festividad del Nacimiento para convertirla en una fiesta cuasipagana en lo que se mezcló la reivindicación proletaria, militar y cívica con algunos retazos de festividad inexcusablemente religiosa. Dios no fue invitado, pero hizo notar su presencia a nuestro pesar. Algunas veces fue de locos, figúrate que la Nochevieja se celebró en Sol al toque de ¡¡doce cañonazos de una pieza de artillería!! Por lo demás, pues ya imaginarás: hambre y cartillas de racionamiento, y para cenar en Nochebuena decentemente, mi madre tuvo que vender una alhaja que yo le traje de mi viaje al Amazonas.
Por tu carta vi dónde te encontrabas encuadrado, y como tenía noticias fidedignas -en todo momento tuve acceso a la información de dónde se encontraba tu unidad, dado que estuve en contacto con un alto jefe del ejercito (M. Matallana)- de todos los movimientos del “enemigo”, te digo que te sentí muy cerca, pero no precisamente en el frente de la Ciudad Universitaria, que tuvisteis que dejar por imposible, sino triscando, a buen seguro, por los cerros y vegas del rio Jarama donde, como comprobarías, se armó la de Dios es Cristo y si por ventura te las hubiste de entender con las Brigadas Internacionales, al menos deseo que salvaras la vida, que no lo sé.
Por avatares del destino y de la guerra, conseguí un empleo en el Departamento de propaganda de la Presidencia de la República, y acabé saliendo de naja en uno de los últimos convoyes del gobierno. Desde Madrid a Valencia, y un viaje por mar, para desembarcar en Marsella. Ahora me encuentro en París, sin ánimos de regresar a España.

Imagino que continúas en el frente con alguna estrella de oficial que bien sé que mereces.
Ojalá el destino vuelva a hacer que nos encontremos de nuevo, en un mundo mejor, y lo digo porque no tengo grandes esperanzas de que España vuelva a ser la misma. Mi madre, de la que nada sé (espero que si entráis en Madrid, mires de echarla una mano), el caso es que en el fondo estoy deseando que rompáis el cerco y te acerques a verla. Aunque para mí sería la condena a no poder volver a abrazarla jamás. Mi padre falleció.
Estoy colaborando con algunas organizaciones de lucha contra el fascismo, pues Europa está en peligro. Estoy tentado de viajar a la tierra de los soviets y me han ofrecido, ya sabes de mis conocimientos de geografía, dar conferencias sobre mi especialidad y ayudar así a contener la ola nefasta que se avecina.
Ya te contaré algún día.
Salud, Paco, espero que si has salido de la cruel guerra que asola España, hayas conseguido unirte a la hermosa Celia y formes la familia con la que siempre has soñado.
Hasta la vista, primo, amigo. Hasta siempre.
Amós
Pd: te envío esta carta a Hervás. Adónde si no.

Fotos, cortesía de:
http://frentedebatalla-gerion.blogspot.com  
http://www.fuenterrebollo.com





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