Por fin se dignaron bajar del Olimpo donde cómodamente permanecían instalados. Al fín los dioses se convirtieron en simples mortales y desde la lejana Olimpia, desde el monte de las divinidades desde donde, por miles de años, habían derramado su sabiduría y su poder sobre las tierras helenas.
El pequeño dios de los mortales había hecho una petición y al deseo y requerimiento pertinentes todos fueron bajando y esparciéndose por la tierra que antaño habían morado. Ahora se le urgía para una misión desesperada... y descendieron portando sus símbolos...
Al rey y padre de todos ellos, tocado con un rayo, y en una mano una balanza como símbolos de poder sobre el Olimpo y sobre el mundo, le siguieron Poseidón -la poesía y la guerra de las encrespadas mareas, es paz, es gloria...- blandiendo un terrorífico tridente, símbolo de su poder sobre los mares, que se dirigiría al mar Ionico a tratar de calmar la tormenta que se avecinaba. Tras él, Dioniso, apartando la vid y la copa con que se adorna, el de las celebraciones y el jolgorio de sirtaki e islas blancas, iba cabizbajo, sabiendo que su papel iba a ser poco grato. Luego, con desgana para bajar al Ágora, Apolo, solar, cálido, musical y profético... el iluminado por el sol y tocando su sempiterna lira, el egregio dios de la poesia y las Bellas Artes, aunque también dios de la profecía... y sus hermanos, sobre todo que lo miraban con reproche.
Artemisa, la cazadora, con los atributos de su arte pastoril descendía con los mortales a fin de reeducarlos a volver a la caza y la vida natural. A vivir con sencillez... por supuesto, con su entrega a la Naturaleza y siempre en contacto con ella...
El bello Hermes, el del casco y calzado alados, sería el encargado de enviar los mensajes claros a los mortales, a los comerciantes... y a los ladrones... el comunicador entre cielo y tierra, misterioso, mensajero...
Con un búho en su hombro, y blandiendo una rama de olivo, Atenea se disponía a poner orden por cualquier medio, en compañía de Ares el de la violencia, la guerra y la sangre derramada, armado con su lanza y con su escudo. Despreciado por todos, dispuesto a la violencia en caso extremo.
Afrodita, de mirto y rosa, de la belleza y el amor, dispuesta a beneficiar cuando todo estuviera en orden... Afrodita, una bendición de Amor...Y también su esposo, Hefesto, recién llegado de la isla Lemmos, dios del fuego y de la fragua. Con su martillo de domeñar el hierro en el fuego. Del trabajo artesano. Imprescindibles serían sus servicios... domador de los elementos naturales para crear otros nuevos...
Y por fin Démeter, en sus manos una gavilla de trigo dorado entre amapolas y una antorcha en la otra mano... diosa de la fertilidad, la agricultura y la naturaleza... mi sempiterna Démeter, maga de la tierra y madrina de los cultivos...
Todos ellos, desde su Olimpo, a la llamada del rey acompañados asimismo por la cohorte de otros dioses menos conocidos, pero tanto o más necesarios que los grandes (Eros de amor, Pan el de los pastores, Perséfone, muy arraigada en mi psiquismo... primaveral, etc.) y también a otros dioses imprescindibles para corregir el negro porvenir de los mortales (de la magia, Circe; del poder, Cratos; Fobos, del miedo; Harmonia, de la armonía; Moiras, del destino y de la fatalidad; Morfeo, del sueño y de los sueños; Némesis, de la venganza; y Tyhce, diosa de la suerte)
Y por fin llegaron a la ciudad, y al Partenón, y vistaron todos, cada una de las ciudades y pueblos, y campos, y sedes donde reina ahora Caos, el primigenio, que ya moraba antes del nacimiento de todos los poderosos olímpicos, y que ahora los tendría enfrente.
Y se trataba de Caos o Grecia. Y los dioses, todos, los mayores y los menores, guiados por ZEUS, su padre y rey, y la coronada Hera, su esposa vengativa, convocaron en el Ágora a todos los mortales. Ellos atenienses, helenos todos, eran sus hijos y no los iban a abandonar en esta hora.
Los mortales se congregaron en las explanadas de la urbe de la Demos para escuchar los consejos y dictados de los dioses que habían vuelto a bajar del Olimpo. Grecia no podía sucumbir. La tragedia no podía desencadenarse de nuevo.
Mar Solana http://marsolana.blogspot.com.es/ ha complementado sabia, poéticamente, las definiciones de los dioses y las diosas (aunque curiosamente haya eludido -y después corregido- opinar sobre Poseidón) . Gracias, amiga mía
Σ'αγαπο...!!!