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31.1.25

Hispania, más imperio que provincia

 HISPANIA, MÁS IMPERIO QUE PROVINCIA

Marco Atilio, el siervo, vertió vino en las copas de su señor. Cuando lo hubo escanciado, se mantuvo tras el triclinium del patricio, cónsul de Roma en la provincia de Hispania. El sol recalentaba los muros de la villa y el buen vino hispano corría con alegría por las gargantas resecas. El cónsul Lucio Cornelio Galba se recostó dejando la copa vacía sobre la mesa aún repleta de viandas, hizo un leve gesto invitando a su invitado para que continuara relatando los planes. El enviado de Roma miraba a uno y otro lado del amplio atrium pero Lucio Cornelio Galba lo tranquilizó; de aquella casa no iba a salir ni una sola palabra de aquella conversación. Todo el servicio de la casa era fiel al cónsul de Roma y el comensal podría estar tranquilo. La conjura iba a ponerse en marcha cuando el consul lo decidiera. Ya habría tiempo de dar la sorpresa al divino Cesar Augusto proclamando la separación de Hispania de la órbita imperial. Los nuevos nombres de la magistratura hispana, la organización del nuevo estado, las fronteras con la Galia y Lusitania, el paso del Estrecho con la provincia Mauritania. Las guarniciones y despliegue de las legiones -sobre todo la IX Hispana y la VII Gemina- hasta su disolución. Y el control de las ciudades y villorrios a lo largo y ancho de la inmensa provincia, joya de la corona imperial, paraiso de los dioses, campos de trigo infinitos, rios caudalosos, abundancia de bosques y toda clase de animales mayores y menores. Mares ahítos de pescado, minas refulgentes de preciosos minerales y de oscuro carbón. Un clima bonancible sin grandes frios ni grandes calores. Y la gente, diversa, dura, tenaz, amante de sus tierras particulares, a quienes había que convencer de que Roma robaba. Que Roma no quería otra cosa que la riqueza de la provincia de Hispania y sus divisiones de Beticae, Tarraconensis y Lusitania.

El comensal hablaba pero sobre todo escuchaba lo que el cónsul pretendía. La conjura se puso en marcha, el legatus partiría en una trirreme desde Tarraco Augusta y advertiría al emperador de las pretensiones hispanas. Regresaría con la respuesta. Pero esta, fuera la que fuese, no sería otra cosa que la consigna del levantamiento hispano. La conjura y la traición, así como las lealtades, el patriotismo y el espíritu de sacrificio harían de la provincia díscola un nuevo territorio que se gobernaría por si sola.
El cónsul de Roma Lucio Cornelio Galba sabía que su papel era comprometido. Entre la espada y la pared. Entre Roma e Hispania. Entre la lealtad y la traición. Entre la gloria y el vilipendio. Entre el triunfo y la muerte. La suerte estaba echada.
Tras el triclinio imperial el esclavo Marco Atilio se dispuso a reponer por enésima vez las copas con el dulce nectar de las viñas hispanas de Tarraco. La bolsita con unos gramos de mandrágora permaneció colgada de su pecho decidiendo que valían más las palabras -que estaban desvelando el destino de una provincia imperial- que una muerte... o dos. No había perdido una sola palabra de la conversación entre su amo el cónsul Galba y el desconocido legado de Roma. Pero las palabras recogidas por sus abiertos oídos ya tenían un destinatario que le había prometido a Marco Atilio la libertad a cambio de información sobre aquél maremagnum de datos y objetivos... La conjura estaba en marcha aunque, pensó mientras se retiraba sumiso tras la mesa, nada es fácil en esta vida ¡por Jupiter!

Tesis (fragmento) Universidad de Michoacan, México: "Hispania, más imperio que provincia."
Teresa de Jesús S. F. sobresaliente Cum Laude
(https://repositorio.unam.mx/)

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