5.2.24

Carta apócrifa de Nicolás de Maquiavelo

«Para amnesiar a los ciudadanos ejemplares y amnistiar a los delincuentes se ha de redefinir el término 'terrorismo' en el Código Romano de la Nación, es decir adaptar el delito para favorecer al delincuente.
Mas digo yo, e incluso me planteo una duda más allá de lo razonable... ¿estais seguros los dirigentes —principes y cohortes— de pretendrer reinventar la pólvora con el riesgo de que muchos viejos terroristas se aprovechen y beneficien de esta posible Norma rehecha expresamente para, repito, perdonar y eliminar todo vestigio de delito contra la Leyes? Ante la duda, eludid la tentación llevando estas maniobras, que os sugiero, a buen fin. Creedme que es el camino más lógico para mantenerse en las suaves poltronas sin otra necesidad, por otra parte inexcusable, que mirar cada día tras las cortinas; escuchar por si la daga se desenvaina; oler la apetitosa bandeja antes de probar los manjares; así como procurar que tu sirviente beba antes que tú de la copa de dulce vino toscano. Por fin, no olvideis mis antiguas cartas adversativas al Príncipe: "La traición no da la gloria aunque dé el poder"...»
(Texto —tal vez, apócrifo— encontrado en la última vivienda de Nicolás de Maquiavelo, muerto de peritonitis en Florencia en 1527)
Traducción y transcripción, Jose Antonio Bejarano (mi agradecimiento a Oliverini Massimo)

Mares y mareas



El senador se levantó y paseó su mirada por el graderío del aula.
—Dignos senadores, patres et conscriptis —Lucio Cornelio Balbo hizo una breve pausa en su primer parlamento ante el Senatus Populusque con el fin de dramatizar el momento—. A vosotros me dirijo para poneros en antecedentes del a mi modo de ver, malgobierno de las cosas públicas. Un claro ejemplo lo tenemos, lo tenemos, digo, en la continua y molesta, por decirlo de un modo suave, interrupción que con harta frecuencia vienen siendo objeto nuestras naves. Y no me refiero, patres et conscriptis, a las legiones que son transportadas hasta los confines de nuestro imperio en las naves imperiales, no. El caso a que me refiero, senadores, es al transporte de mercancías que desde Gades y Onuba, y otras ciudades hispanas como Cartago Nova son fletadas con cargamentos de 'garum' con que degustar en nuestras villas y domus romanas y otras partes del imperio; me refiero también a las cargas de productos de la feraz Hispania, de sus provincias y ciudades. Productos de sus huertas y campos, minerales de sus minas onobolusitanas; así como de nuevos esclavos hispánicos con sus mujeres y niños. Son continuamente nuestras naves interceptadas por embarcaciones piratas, enemigas de Roma. Hemos de buscar una solución eficaz, y segura...
El Senado romano oía por primera vez al senador y callaba. Lucio Cornelio se dispuso a aprovechar la oportunidad y elevar su voz en un grave problema que confrontaba Roma y sus instituciones estatales.
—¡Yo os digo, senadores, que Roma no debe, ni puede permitir el asalto a nuestras naves comerciales!
—¿Qué propones, Lucio? ¿Acaso deberíamos optar por traer las mercaderías a través de las vias hispanas y galas terrestres para que el 'garum' y las hortalizas y fruta lleguen a Roma podridos? —La voz que se alzaba de entre los senadores fue respondida con carcajadas por el Senado—.
—¡No, no! —Lucio elevó el tono de voz hasta que consiguió sobreponerse al murmullo senatorial; se colocó la toga sobre el antebrazo— no pretendo proponer las vias Augusta y Domitia hasta Massillia para embarcar desde la Galia hasta Ostia y Roma conque hacer un viaje largo, tedioso e inútil. ¡No! pido... la creación de una Legio Maritima.
—¡Roma ya domina el mar desde nuestros fundadores! ¡Basta de flagelarnos, por todos los dioses! —La voz anónima se elevó desde el graderío recibiéndose con aplausos de unos y abucheos de otros. Lucio Cornelio Balbo retomó la palabra.
—Sé y soy consciente de la supremacía de nuestra fuerza naval... pero yo digo patres et conscripti, senadores, que Roma no está en condiciones de parar esa fuerza mercenaria que hace caso omiso a las leyes del Estado. Así pues propongo, mejor dicho, exijo que se funde una fuerza naval suficiente en cantidad y en calidad para crear un puente, un pasillo, o pasarela que atraviese el Mare Nostrum por donde las naves mercantes naveguen sobre nuestras aguas con rapidez y con seguridad a fin de mantener alejadas las naves mauritanas que actúan como verdaderos y letales escualos.
El ponente senador Cornelio Balbo calló y se sentó en su sella senatorial. El templo Capitalino, sede del Senado, fue durante todo el día un hervidero de debate sobre un asunto que no parecía tener fácil solución. El cónsul-presidente del Senado, dirigió la sesión y las votaciones. No eran ajenos al hecho de que Septimio Severo Imperator era de origen africano (por tanto posiblemente mediatizado) y el miedo al desabastecimiento, la carestía de los productos y las bajas civiles en alta mar, hicieron que el proyecto del senador Lucio Cornelio Balbo fuese aprobado y se creara la primera escuadra naval con fines disuasorios para el libre comercio a través de los mares.

Nota: el GARUM era un plato exquisito para los paladares romanos consistente en un masa de entrañas de pescado, mezclado con salmuera y dejado en tinajas de barro durante varias semanas.