5.2.23

Entrevista a Sara Bazzano

«Quien trabaja con sus propias manos está acostumbrado a aceptar las imperfecciones»

Es una hermosa casa, rodeada de un frondoso jardín. A nuestro alrededor corretean dos preciosos perros. Entramos y nos sentamos en un salon lleno de recuerdos y piezas artísticas. Decorado con gusto. Abre una botella de vino y nos sentamos junto a una chimenea. Afuera, la nieve comienza a caer sobre las colinas de una de las más bellas ciudades de Italia. Turín sobre la llanura del Po y a lo lejos se adivina el Monviso, montaña en los Alpes que forma parte del paisaje de la capital del Piamonte. El invierno se ha enseñoreado de un entorno que invita a la charla distendida. La artista me ofrece su casa y yo me lo tomo en serio. Una mujer en plena madurez que me mira y sonríe. Sus manos me llaman la atención, por fibrosas y recias en contraste con su afable rostro. Pero todo tiene su porqué. Se levanta Sara y conecta un vetusto equipo de sonido. Acomoda el volumen para que la voz grave de Paolo Conte ayude a conversar sin agobios, sino con calma. Brindamos con un “bel vino piemontese” Barbaresco del 92. Nos miramos, reímos, hablamos de nuestras vidas, de nuestras familias, de su compañero e hijos. Sara es mucha Sara. Miro, vuelvo a mirar sus manos, sus dedos algo rugosos. Y la imagino —aunque más tarde me lo demostraría— en su mundo de «Creación» moldeando a su libre albedrío. También la imagino —me resulta fácil— como una Demi Moore como ‘Ghost’ manejando el torno ‘Más allá del amor’…
Paolo Conte desde el anticuado compacdisc musita onomatopeyas con su Boggie «che tenevano la porta aperta davanti alla primavera» que poco a poco se va a adentrando, a pesar de la nieve, en el mundo de una artista, una mujer en plena y bella madurez física e intelectual.
El pincel de bambú se viste de gala para recibirla:
P —Sara, haznos una pequeña presentación personal.
R—Soy Sara Bazzano y nací en Turín, Italia, en 1970.
Mi vida escolar comenzó en la Escuela Francesa de Turín hasta el bachillerato, el diploma de francés en materias literarias en 1988 y licenciada en psicología por la Open University of London en 1997.
De vuelta en Italia empecé a trabajar en un jardín de infancia (guardería infantil) y el contacto con los niños quise proponer alternativas de actividades creativas para desarrollar su imaginación.
En este periodo (1999) tomé contacto con la arcilla que me enamoró, y mi vida cambió de rumbo. En 2002 abrí un taller de cerámica en Pecetto Torinese, donde siempre he vivido, y desde entonces he estado creando objetos de porcelana y gres para el uso diario con una perspectiva creativa y original.

P—Defínete, dime, porque es difícil para mí hacerlo, el nombre exacto de tu arte o tus cualidades, es decir, ¿qué eres: artesana, ceramista? ¿Al fin, te consideras psicóloga o ceramista?
R—Desde hace más de veinte años soy una ceramista que observa con una mirada ‘clínica’ la sociedad en la que vivo de una manera curiosa y crítica. No me siento ni me considero psicóloga sino ceramista.

P—¿Cuándo empezaste con la cerámica? ¿Puedes ganarte la vida modelando arcilla?
Define el arte del modelado.
R—Como te dije, empecé en 1999 y desde entonces vivo de mi trabajo. El arte de trabajar la arcilla me permite ver mis pensamientos realizados y convertidos tridimensionalmente. Al crear nuevas ideas a veces se convierten en otras ideas, y otras veces permanecen únicas y resueltas en esa singularidad . ¿Mi definición del modelado? Una gran libertad.

P—El Antiguo Testamento dice que Dios creó al hombre moldeándolo con barro y luego sopló en él dándole vida.
¿Crees que Dios es un buen alfarero o hizo un trabajo como este, con algún pequeño defecto? ¿Es la cerámica la primera profesión de la humanidad?
R—No puedo juzgar a Dios aunque los defectos en la humanidad existen y no son fáciles de resolver, pero tal vez Dios no podía imaginar cómo usaríamos nuestro tiempo después de su aliento vital. Es cierto que los defectos y la imperfección forman parte de mi trabajo diario, quien trabaja con sus propias manos está acostumbrado a aceptar las imperfecciones y a hacer las paces consigo mismo.
El trabajo artesanal lleva implícito la aceptación de los defectos y la resistencia a las dificultades y a los fracasos, aunque el entusiasmo nos permite continuar pues precisamente nada se da por sentado y cuando todo funciona es una inyección de energía y de confianza.

P—En un taller de cerámica se modelan figuras de barro hasta que adquieren personalidad propia. ¿Crees que con esta filosofía, salvando las diferencias, se enseña en las escuelas o en las familias, con niños?
R—El manejo del barro es una enseñanza que, como todo oficio, involucra muchos elementos que se encuentran en la vida cotidiana y creo que la personalidad del artista aparece si el artista sabe explicarse bien con el medio que utiliza. La claridad de su mensaje está en relación a la comprensión que se tiene de él. Mi arte no es conceptual aunque el mensaje estético y la búsqueda de la forma deban seguir siendo conceptos buscados. Yo creo que la educación en elecciones estéticas se debe hacer de la misma manera que se está educando a los niños para que no desperdicien sino que usen energías sostenibles, lo mismo se debe hacer con la estética.

P—¿Qué técnicas usas? ¿Qué papel juega el fuego? ¿En qué consiste la técnica Raku? ¿Te inspiras en tu entorno, en la Naturaleza, en los demás? Cuéntanos brevemente sobre el proceso que va desde un montón de arcilla hasta el estante de una casa.
R—A lo largo de los años he pasado de la producción de objetos Raku al uso de la porcelana y el gres para el día a día. Raku es una técnica de segunda cocción que ennegrece la cerámica donde no hay esmalte y decora la superficie del esmalte con grietas ennegrecidas, donde ha sido esmaltada. Estos procedimientos crean una cerámica única para cada creación pero es poco usable, por contra es decorativa ya que el objeto es muy poroso.
A lo largo de los años he modelado objetos al torno y a mano pero de un material no poroso; la porcelana y el gres aseguran una perfecta resistencia y durabilidad del objeto. Con el tiempo también me especialicé en sales a base de cenizas de madera, seleccionando las diferentes cenizas de árboles seleccionados para obtener esmaltes naturales. La ceniza funde a 1.280ºC en el horno sobre las piezas de cerámica y crea efectos cambiantes ricamente decorativos, dejando que se exprese el material en toda su naturaleza.

Sara y yo continuamos hablando de todo un poco. El dia va avanzando sobre la colina turinesa. Me invita a comer y yo acepto porque me ha hecho sentir como en mi propia casa. La sobremesa la dedicamos a visitar su laboratorio de la arcilla donde Sara Bazzano deja trabajar sus manos sobre el torno. Se agradece el calor que desprende el horno donde se forja y asienta lo que las manos y los dedos de Sara moldean lo que su corazón y su intuición de artesana le dictan. La charla continúa mientras un precioso Husky siberiano, (Klintdue) retoza sobre la escasa nieve del jardín. La charla continúa…