30.11.21

SIRA EN SU VALLE


Acaba de llegar de Casas del Monte, un pueblo del valle del Ambroz de correr y eso —dónde y qué— lo resume casi todo de ella.
Y sí, ella a mi siempre me ha parecido a ese animal estilizado, de patas largas y finas hasta que un tipo lo usó indebida y malamente para referirse y reclamar a una política venezolana (Querida g-c-l-). Desde entonces, para un servidor Sira, además de ser una mujer normal —hija, esposa y madre—, ya no me parece el animal que corre veloz por la sabana africana, no, sino un antílope muy similar y que se llama «impala». Impala hembra. Veloz como el viento; bella como un atardecer tras los montes, las casas y los valles; esbelta como Diana en su templo emeritense cuidando de la Naturaleza.

—A ver Sira, dinos quién eres para que te conozcamos.
-Soy Sira Sanchez Valle, nacida en Hervás (Cáceres), aunque hace dieciocho años que vivo en Villanueva de la Serena (Badajoz).

—Lo imagino pero ¿cuál es tu afición favorita? ¿Cuándo te dio por empezar? ¡No me digas que de chiquinina que no me lo creo!
-Dejé mi trabajo porque mi marido lo encontró en Villanueva y obviamente nos trasladamos. Mi afición es correr por montaña. Cuando tuve a mi hija me diagnosticaron osteoporosis, también tenía dos hernias discales y no hacía ningún deporte. El traumatólogo me aconsejo un deporte de impacto pero para las hernias no era recomendable así que yo soy la que dosifico, valoro y calibro mi actividad física.
—¿Cuál es tu historial deportivo? ¿Cuáles son tus mejores marcas? ¿Entrenas mucho?
-Comencé corriendo medias maratones; Mérida, Navalmoral, Plasencia, Medellín y otras ciudades de Extremadura. Pero el asfalto me resultaba muy lesivo y me decanté por correr en terreno más variado e irregular (piedras, tierra, subidas, bajadas y cualquier tipo de barreras), es decir pistas forestales y vias verdes.
Mi mejor marca la conseguí en la media maratón de Mérida en 1 h 36 minutos. En cuanto a mi entrenamiento corro cinco días entre semana, 8 km. diarios aproximadamente.
—La vida es un discurrir durante un tiempo y sobre un espacio, como una carrera, pero ¿la vida te parece una carrera de obstáculos, una maratón, o una competición de campo a través?
-La vida es una carrera de obstáculos en la que hay que ir superando las trabas que te vas encontrando y por consiguiente hay que estar preparado y entrenado para no pararte y tener que abandonar. Una competición es la vida y viceversa...
—¿Dónde te gusta participar?
-Donde más me gusta competir es en la carrera de montaña de Hervás, oír los aplausos y los gritos de ánimo de mis paisanos. Y correr por los magníficos montes que rodean mi pueblo y que conozco muy bien. No hay mejor estimulante que el calor del público.
—Qué te parece más dificil: ¿saber perder o saber ganar?
-Yo creo que en una carrera nadie pierde, casi todos nos controlamos el tiempo que tardamos para comparar nuestras carreras y nos ponemos retos personales, solo con participar ya hemos ganado.
—¿Tus hijos salen a ti? ¿Seguirán tus pasos?
-En mi casa corremos todos, mi marido lleva treinta y seis años corriendo y yo once, mis hijos nos han acompañado a las carreras desde pequeños y es el deporte que practican.
—¿Cuál es tu «zona de confort» corriendo? ¿te gusta más correr por las montañas o por los valles?
-Ya lo expliqué antes; el asfalto y el llano me son traicioneros. Me gusta «montañear» 🙂
—¿Te detendrías, marchando en cabeza, a ayudar a una contrincante caída a cincuenta metros de la meta para que esta llegara, a costa de perder tú la carrera?
-Es algo mecánico —medita la respuesta— la primera reacción es pararte para ver si está bien o necesita ayuda —Sira es diplomática y corre como un impala cerros arriba de Úbeda.
—¿A quién admiras en el deporte?
-A Kilian Jornet, admiro su filosofía: él dice «El deporte consiste en pasármelo bien. Disfrutar en las montañas. Descubrir el exterior, los paisajes, pero también a mí mismo, cuáles son mis capacidades.» En segundo lugar, admiro a mi marido por su constancia.
—Un color
-Verde
—Una bebida
-Coca Cola
—Un paisaje. ¿Los miras y admiras cuando corres?
-Paisaje los del valle del Ambroz. En las subidas solo miro el terreno que piso pero cuando estoy arriba respiro hondo y siento una sensación de libertad y felicidad indescriptibles—. Lo dicho... Sira, una de las dueñas del valle
—Una comida. ¿Eres vegana o eso es una bobada? ¿Te cuidas mucho?
-¡Soy omnívora ijjjji! —ríe y sonríe sin esfuerzo, convencida—. Suelo comer de todo aunque soy muy golosa y me privan y apasionan los dulces. Eso sí, no he fumado ni bebido nunca.
—¿A qué aspiras en la vida?
-A exprimir el tiempo con mis hijos y mi marido y seguir corriendo a pesar de los años —Este entrevistador no piensa en este momento juzgar ni opinar a este respecto.
—¿Te gustaría ganar a un hombre en una carrera o... «los niños con los niños y las niñas con las niñas»?
-El porcentaje de corredores hombres es mayor que el de mujeres pero siempre ha habido hombres que han entrado detrás —Sira no se pone a la defensiva porque 'los hechos son los hechos' parece pensar—. Además las pruebas son al unísono, es decir salen todos juntos y luego las marcas y los premios, los lugares del pódium son en función del género o sexo y de la edad o categoría.
—Di la verdad, ¿cómo has quedado en tu última prueba de Casas del Monte el domingo pasado?
-He disfrutado mucho, pero no conseguí subir al «cajón», como lo llamo yo. Ha habido chicas de la selección extremeña que tienen mucho nivel, la categoría en la que estoy es de 40 a 49, estoy terminando con ella; en un mes cumplo 50 y paso a ser superveterana. Mi intención es federarme y hacer la liga extremeña, hoy me ha servido para medirme, aun así he quedado 4ª veterana, 16'5 km. con un desnivel de 975 m. y un tiempo de 2h 12 minutos.
—¿Me he quedado alguna pregunta sin hacer?
-
Sira calla.

Ha sido un rato muy agradable en Zafra a mitad de camino entre Huelva y Villanueva de la Serena a donde nos hemos desplazado y nos hemos conocido a pesar de compartir lugar de nacimiento ¡pero no año!
Esta mujer, hija, esposa y madre, —al fin y al cabo una mujer normal, lo que le hace más atractiva— se supera ascendiendo y luchando contra los metros que va ganando a las playas a nivel del mar. Desde la cima, todo corazón, seguro que mira hacia abajo y ve los valles y ella no sé si sabe pero me parece una Impala veloz, bella, esbelta que nos ha contado parte de su vida. Gracias mil.
Por derecho y rápido... Sira ¡¡pero sin Dueñas!!

27.11.21

No se lo digas a nadie

No se lo digas a nadie, fueron sus últimas palabras. Era su favorito, quien lo atrapaba con sus palabras, con sus enseñanzas, con quien era capaz de apartar la vista de los cristales de la clase y atender sus explicaciones. A veces Luis se quedaba antes de salir al patio y le preguntaba cualquier cosa que ampliara sus enseñanzas al margen de la clase oficial, y entonces era cuando don Eutimio se encontraba en su verdadera salsa. No había materia que no dominara, la Aritmética y la Geometría, pero también la Historia, la Geografía y la Literatura. Don Eutimio era una verdadera enciclopedia. Eso, maestro de todo, era lo que Luis quería ser de mayor. De barba algo rala, tez morena y bigotillo con las guías apuntando hacia su barbilla. Una sempiterna chaqueta de punto, con dos curiosas coderas le proporcionaba un aspecto juvenil a pesar de sus casi cuarenta años, todo lo contrario que el avejentado claustro de maestros que lo miraban de soslayo y que lo marginaban como más tarde, mucho más tarde, descubrió Luis un «rabo de lagartija» este, inquieto y canijo de cuerpo pero curioso de espíritu pues escuela, juegos, casa, juegos, calles, amigos, más juegos… era el decorado y el escenario de Luis. Un leve soplo de aire fresco quería entrar en aquellas aulas de pupitre corroído por las termitas y en aquel ambiente de muchedumbre de alumnos por un lado y de alumnas por otro, separados por una frontera imaginaria pero muy real de patio polvoriento… A la pregunta de quién se apuntaba voluntario a una clase práctica de Ciencias Naturales —algo insólito en aquel antediluviano sistema educativo— el dedo de Luis fue el único que se levantó en la clase. Nadie había escuchado nunca esa extrañas palabras en el reino de la memoria y el Catón. Don Eutimio sonrió a Luis y anotó la cita… Aquella misma noche Luis se fue a dormir mucho más temprano. Apagó la tristona luz de la mesilla y la claridad de la calle entró por la ventana. Cerró los ojos. Puntual, tal y como don Eutimio era, por medio de un corto silbido Luis se levantó de la cama, se vistió rápidamente, se calzó y con mucho cuidado, para no turbar el silencio de la casa, se encaramó a la ventana. Debajo, pegado a la pared mirando para arriba y con sus brazos extendidos el maestro esperó a que Luis fuese descendiendo aquel pequeño tramo de pared hasta poner sus pies en los hombros. Era un pequeño salto sin peligro pero se trataba —Luis era consciente—, de un gran salto en su vida: iba a transgredir por primera vez las normas de los abuelos que hacían las veces de padres que la muerte se los había arrebatado en un trágico accidente que no hace al caso en esta narración. Con la emoción Luis iba poco abrigado, pero el corazón le latía con fuerza cuando subió en el soportín de la vieja bicicleta de don Eutimio. Recorrieron las calles vacías, muertas, en penumbra, silenciosas mientras algún perro a los lejos hacía sentir su presencia o el sereno daba la hora: las onceee… y sérenooo… El sonido sordo y rítmico de la dinamo rozando la rueda delantera de la bicicleta parecía un trueno en aquella noche silenciosa de Hervás, que parecía despertar a todo el pueblo desbaratando en su nacimiento aquella lección nocturna. La curiosidad y el gusto por el riesgo superaron al miedo que Luis sentía mientras el joven maestro pedaleaba dejando atrás las últimas Casas Baratas jadeando, con la respiración entrecortada por el esfuerzo de la subida al monte. Un poco más allá del Puente se detuvo. —Este también es buen sitio, cerca de Los Campillares —el maestro retiró la bici sobre un canchal de la cuneta y entre escobones y pedruscos llenos de liquen y musgo otoñal subieron unos metros más alejándose de la carretera—. Aquí nos quedamos, no hay cielo como el de Hervás para admirarlo. Pero no se lo digas a nadie. Vas a recibir una lección que espero no olvidarás en mucho tiempo… Don Eutimio, Eutimio, se quitó la gabardina y la tendió sobre un canchal que comenzaba a despedir humedad de la madrugada. La oscuridad era total y solo la mitigaba una pequeña linterna que el maestro apretaba para que la pequeña dinamo fuera generando un diminuto haz de luz, que proyectaba al rostro del alumno, Luis, deslumbrándolo. Sentados sobre el gabán, Eutimio chistó pidiendo silencio, mientras apagaba la linterna; Luis sintió alivio de aquel molesto chorro de luz. —Pues bien, Luis: levanta tu vista, permanezcamos en silencio unos minuto y luego… trataré de contarte la millonésima parte de lo que podemos ver. Ahí tienes el Camino de Santiago que no es más ni menos que la Galaxia, el camino de estrellas donde se encuentra nuestro diminuto mundo —Luís pudo observar un manto blanquecino que atravesaba la bóveda del cielo sobre Hervás, atravesando desde el orto al ocaso más allá del valle donde los ríos se amansan y avenan. Una mancha de puntos de luz que parecía una alfombra, más que estrellas—. Es como la leche derramada de los pechos de la diosa Hera para alimentar a Hércules. Pero todo eso son leyendas y nada más alejado de la realidad. La pura verdad es que este grandioso espectáculo es la representación de la vida. Con miles de millones de actores que son las estrellas que no se pueden contar. ¿Ves cómo forman figuras de nuestra Humanidad? —El maestro Eutimio no dejaba de hablar y enumerar, dirigir su dedos hacia el firmamento señalando mientras el alumno Luis a duras penas era capaz de asimilar tal cantidad de información y de sabiduría—: La Osa Mayor y la Osa Menor… mira allí, el planeta Marte ¡y ese grupo de estrellas forman una de las doce constelaciones del Zodíaco! el que rige el destino y las encrucijadas de todos nosotros. Pero no se lo digas a nadie… todo esto y más allá, detrás de la negritud del firmamento hay más y más galaxias tal como dijeron en la antigüedad sabios que fueron juzgados, sentenciados y ejecutados por quienes, intolerantes, se empeñaban en mirar y culpar los dedos que indicaban, en lugar del más allá que los sabios mostraban. La noche avanzaba y al fondo media docena de pálidas luces de Hervás carecían de importancia ante aquel derroche inenarrable que Eutimio descubrió a Luis, al que ya se le había olvidado el frio, ante aquel magno espectáculo sobre sus cabezas. Planetas, constelaciones, estrellas, figuras mitológicas, nombres que sonaron por vez primera en los oídos extasiados del alumno Luis. Y el maestro Eutimio señalando y denominando a todo aquel ingente conglomerado de puntos de luz. La luna, nueva, a punto del creciente, asomaba a duras penas tras la cordillera circundante del valle del Ambroz sumido en sombras. —Eutimio —Luis atinó a preguntarle la duda que le rondaba hacía rato— ¿y esto está también durante el día? —Durante el día sigue ahí, igual que ahora pero nuestra estrella más cercana, el Sol, echa el velo de luz y lo tapa, pero está ahí. No te quepa ninguna duda. —Eutimio sonrió por primera vez en aquella magna noche… luego siguió enumerando los astros que iba identificando. Orión, Sagitario, Cruz del Norte, Cruz del Sur, Constelación de la Lira, del Cisne… nebulosas, agujeros negros, estrellas fugaces y cometas, y nombrando a excelsos sabios como Galileo, Copérnico, Ptolomeo, Jorge Juan, Hipatia y tantos hombres y mujeres que en el futuro Luis habría de rescatar de la memoria de aquella inolvidable noche.
—El misterio radica en dónde está el final de esto. Pues lo que ves es solo una minúscula parte del Universo. Tras la pared negra, hay más y más galaxias, tan alejadas que aún su luz no ha llegado a nosotros… miles de millones de estrellas en Galaxias, que no tiene fin ni quizá principio, amigo mío… pero es un misterio sin resolver. La madrugada avanzaba y el frio bajaba del Pinajarro. Hervás seguía en su sueño secular mientras Eutimio y Luis se empapaban de conocimientos, uno hablando e impartiendo sabidurías, el otro escuchando y contagiándose de amor por aquel maremágnum imposible de descifrar o explicar con palabras. Pero también sembró la duda —«es buena, conveniente, diría yo» dijo el maestro— que germinó en aquella mente infantil cuando le hizo la segunda y última pregunta. —¿Dios? —contestó don Eutimio incorporándose de la piedra donde habían estado sentados toda la noche— Dios… si quieres creerlo así, no tengo ningún inconveniente, pero no se lo digas a nadie: cada cual tiene su dios, distinto para cada uno. Cada hombre, su dios… ¡pero no lo digas nunca a nadie! —Luis no estaba preparado para esa teoría semiatea pero la escuchó extasiado. La verdad del maestro se abría paso en la mente del alumno. —Esto que estamos viendo… ¡mira! ya está saliendo la Estrella de la mañana… o Lucero del Alba, como llaman a lo que no es ni más ni menos que Venus. Te iba diciendo y nos vamos ya… quería decirte por último, y no se lo digas a nadie, esto que está sobre nosotros, cubriendo la bóveda celeste tiene un autor, que no puede ser más que un gran artífice que haya creado esta enorme y perfecta maquinaria en movimiento aunque apenas lo notamos. Un Gran Arquitecto que todo, lo que vemos y lo que no vemos ¡ni nunca veremos! ha creado y salido de sus excelsas manos e infinita y todopoderosa inteligencia. Pero no solo lo ha creado, sino que a cada componente de este gigantesco espectáculo le ha dado un papel, y cada cuerpo celeste que ves en el cielo lo ha dotado de un movimiento durante su Tiempo en su propio Espacio. Así desde el incierto principio de los tiempos y por toda la eternidad Él ha dotado de movimiento eterno, y se sabe cuál es el ciclo de cada cuerpo celeste, y las fases de la luna y el alineamiento de planetas con que los agoreros proclaman el fin del mundo como si nuestro minúsculo mundo fuera algo importante en el concierto celestial. Todo gira en tan perfecto movimiento que nunca por los siglos habidos y por haber se han entorpecido entre ellos. El Gran Arquitecto de la perfección… Luis, te agradezco que hayas venido y te pido que de ahora en adelante pongas en duda lo que se diga sobre mi… soy un simple aprendiz y solo creo en la fraternidad de todos los hombres —el relente se precipitaba y Eutimio ayudó a incorporarse a Lusito—. Vamos que hay que madrugar y se acerca el alba por detrás de la sierra, va a caer el telón . Toma esto y guárdalo en señal de agradecimiento y de recuerdo —Luis tomó un pequeño paquete con sus manos ya ateridas de frio. La bajada hasta Hervás fue rápida, sin necesidad de mucho pedaleo. Ya no ladraba ningún perro, sino que a lo lejos, por las huertas del cauce del Ambroz, un gallo anunciaba la mañana. La escultura del Corazón de Jesús cumpliendo su papel de contraventana del vecino cantero fue testigo de la escalada de Luis hasta el dormitorio. Cuando alcanzó la habitación a oscuras, miró a la calle y Eutimio le sonrió y le recordó que no se lo dijera a nadie mientras se llevaba su dedo índice a los labios. Le costó dormir a Luis pero mucho más despertar. La vida continuaba… A los pocos días, de repente, un nuevo maestro le sustituyó. Luis no tardó en saber que a don Eutimio lo habían trasladado a Trasmonte. Entonces fue cuando no pudo aguantar y confesó a sus abuelos, tía y hermano, rompiendo la promesa de no decir nada, toda la aventura de la noche «del firmamento» sin omitir detalle alguno. Lo que más le dolió a Luis fue la sonrisita sarcástica de su hermano Salustiano cuando le contestó que de traslado, nada, que sabía de buena tinta que había sido llevado a Cáceres por la secreta, juzgado por comunista y por masón, y que ya penaba en El Dueso. Y que no desvariara Luis, que ya conocían sus historias, que tenía muchos pajaritos en la cabeza, que él nunca se habría atrevido a salir ni a la puerta de la calle, y menos en plena noche. Todos, menos la bondadosa abuela Encarna, rieron las gracias de «Luis que se creía sus propias aventuras». 
—¡Lo has soñado, Luisito!— fue la conclusión final. Aquella noche, lloró Luis de pena y de humillación. De pena de no volver a ver a don Eutimio, como así fue… y de la burla de su propia familia, aunque no se lo diría ya a nadie. Pero Luis poco a poco, rememorando, fue hilvanando los recuerdos, los nombres, las oscuridades y hasta el movimiento de los astros aprendidos aquella noche. Y empezó a leer, al principio a escondidas, libros sobre Astronomía. Fue un veneno que se le inoculó y ya no logró extraer de su mente. De vez en cuando le gustaba abrir la caja-regalo del buen don Eutimio y tocar, acariciar aquellos preciosos instrumentos plateados que seguramente habían sido propiedad del Gran Arquitecto. Una escuadra y un compás, con los que seguramente había diseñado el Camino de Santiago, o mejor, como una vez dijo don Eutimio, la Vía Láctea y todas las infinitas Vías y Caminos del Universo. Y a él, Luis Santisteban Martel, le señalaron otros caminos inescrutables, lejos de los cielos de Hervás pero nunca perdió la costumbre de mirar cualquier otro, aunque nunca volvieran a ser lo mismo. Don Eutimio, y ahora ya sí lo proclamaba Luis a los cuatro vientos, debía andar en algún lugar de la Vía Láctea desempeñando el papel que le correspondía… © Jose A. Bejarano

14.11.21

Lo dulce, mola

                  «Una noche de luna llena en [el barrio de] Santa Cruz es canela fina»

                               «A las mujeres nos encanta que nos hablen de emociones»

                          


Imposible cuadrar nuestras agendas y calendarios. No nos encontramos separados por insalvables miles de kilómetros ni siquiera por cientos. Qué va. Escasos noventa entre mi ciudad y la suya. Es escritora, pero muchas más cosas y siento curiosidad por conocerla. Ya me había hecho a la idea de mantener esta entrevista en mitad de un puente que une Triana y Sevilla, esa Sevilla que tanto amo y que tanto odié, esa Sevilla que recorrí con las manos en los bolsillos, silbando, paseando a falta de algo más ameno en mi adolescencia de internados y tristezas. Esa Sevilla de prohibida y prohibitiva Feria de Abril en el céntrico Prado de San Sebastián y que ahora se expande plus ultra, en una impersonal explanada extrarrío. En fin, mi ilusión de entrevistar a esta mujer entre dos orillas, apostados en mitad del puente que divide en dos la ciudad se ha chafado. Ella, claro, ha debido cambiar la luna en Triana por la luna de Valencia por cosas de sus novelas. Y no hay más que decir. Bueno, tal vez sí, que queda la esperanza…

—¿Te llamo Calista, Rosario o Chari? 

Si vamos a hablar de literatura romántica, llámame Calista. En el ámbito del teatro y de la narrativa infantil me conocen como Rosario. Si quedamos para tomar una cervecita, puedes llamarme Chari o Marichari.  


—Calista, de tu respetable y amplio bagaje literario (...) ¿de cuál de tus creaciones te sientes más orgullosa? 

 Todas me han reportado buenos momentos, pero, si tengo que quedarme con alguno de estos momentos, los relacionados con las representaciones teatrales, los eventos románticos y las presentaciones de los cuentos han sido los más destacables.


—Hoy se lleva mucho decir eso de... «mi zona de confort». ¿Cuál es la tuya literariamente hablando? ¿eres perezosa para moverte? 

 El confort me lo proporciona la sensación del trabajo bien hecho. No soy muy de acomodarme; me motivan los retos, no me apetece levantar barreras. En el ámbito literario, me cuesta decir «no». Una vez que me proponen, me lanzo. El mayor estímulo para la creatividad es precisamente huir de la zona de confort.


—¿Lo tuyo es literatura de y para mujeres? ¿si te lo pregunta el ABC es el abecedario y si te lo pregunta un servidor como "sabelotodo" es micromachismo? 

  Estoy acostumbrada y no me ofendo. Cuando escribo novela romántica, soy consciente de que el público al que irán dirigidos estos textos será mayoritariamente femenino. A las mujeres nos encanta que nos hablen de emociones. Además, los resultados que las estadísticas arrojan indican que el porcentaje de mujeres lectoras supera al de hombres. ¿Debería entonces quejarme? Me siento afortunada porque mis libros gustan especialmente a las mujeres, que son las que más leen.


—Me han dicho que dijiste «escribiendo es como soy más yo» ¿lo mantienes o debes puntualizar? 

 Lo mantengo. Hay quien nace con un pan bajo el brazo y yo nací con el bolígrafo en la mano. Es mi herramienta de comunicación por excelencia, disfruto escogiendo las palabras, haciendo combinaciones con ellas. Nunca deja de impresionarme la capacidad que tienen las palabras para transmitir mensajes. Para mí es pura magia.


—¿Cometo pecado si te confieso —¡en esta entrevista!— que la única literatura romántica que he leído en mi vida fue una novela de Corín Tellado que me prestó a escondidas mi hermana en los años sesenta? 

 Soy una persona muy respetuosa con los gustos y preferencias ajenos. Eso sí, nunca dejaré pasar la oportunidad de recomendar a los reacios que hagan alguna incursión en el género. La variedad de temáticas, estilos y autores es brutal y siempre es bonito descubrir cosas nuevas y dejarse sorprender, porque te aseguro que eso es lo que ocurrirá una vez que leas algunas de estas novelas.


—Háblanos de las Avispas de ojos azules, tu última obra, y véndenosla. 

 Según mi editora, es la mejor novela que he escrito hasta la fecha. No sé si es verdad, lo que sí puedo asegurarte es que he arriesgado mucho en ella. Eso se nota y ya empiezo a recibir el feedback. Cuando eres generoso, los lectores lo perciben y te devuelven el mismo cariño que tú le pones a lo que escribes. Estoy muy orgullosa de mis Avispas y sé que aún tienen un largo recorrido por delante. Confío en que llegarán a mucha gente y que sus historias enamorarán. 


—Al margen de tus méritos literarios me han informado de que también te atreves con la Semana Santa. ¿Macarena o Esperanza? 

 Soy una trianera que se bautizó en la Macarena. Me encantan las dualidades, aborrezco las etiquetas y creo en los grises. En mi mundo hay espacio para todo.


—¿Tu Caperucienta es a tu Blancadurmiente lo que tú, Calistanaranjo es a ti, Rosariodulce? Es decir ¿metafóricamente, en tus facetas, eres macedonia de fruta o gazpacho veraniego (del que también y tan bien se vive)? 

 Parece que tengo una fijación con el gazpacho porque últimamente he escrito un cuento donde tiene otra vez especial protagonismo. Soy una mezcla de muchas cosas, de muchos referentes, de muchas lecturas, de muchas vivencias, de muchos gazpachos y muchas frutas. Disfruto de todo; eso sí, hablarme a mí de verano es como darle un tarro de miel a un oso. El verano conlleva una suerte de libertad que a mí me hace muy muy feliz.


—Mójate y dime qué te parece eso de tres 'tíos' en una «Carmen Mola». 

 Que si a la gente le mola, ¿por qué no? He leído planteamientos en todas las direcciones y estoy un poco a favor y un poco en contra de cada uno de ellos. Al final, es puro marketing y todo lo que discutamos al respecto no cambiará en nada el resultado: Carmen Mola seguirá vendiendo, es más, aumentará su número de seguidores porque la curiosidad es el acicate más grande para el éxito. ¿Cómo consiguen escribir a seis manos y parecer una sola persona? ¿De verdad que consiguen engañar al lector disfrazándose de mujer o el planteamiento de los temas y los recursos que utilizan los delatan? Yo creo que han acertado de pleno, otra cosa es que sea o no legítima la manera en que lo han hecho.


—¿Te revisan tus obras o eres suficiente poniéndote los puntos sobre las íes? ¿Necesita 'niquelado' esta entrevista? 

Además de escritora, soy correctora profesional. Desde hace años, compatibilizo ambos trabajos y los dos me llenan. Con todo, cuando publico con editorial los correctores hacen su trabajo. Aconsejan, proponen, enfrentamos criterios cuando es necesario. Siempre estoy abierta a aprender.

En cuanto a tu entrevista, te diré que, hasta el momento, estoy respondiendo a una de las mejores que me han planteado. Me estoy divirtiendo y siento esa burbujeante excitación que te provoca la novedad. Hay preguntas bastante interesantes y me haces pensar.


—¿Luna en Triana o sol en Sevilla? 

Mi sol, mi luna… Sol en Triana y Luna en Sevilla. No es por llevarte la contraria, pero la luna en Sevilla tiene un poder cautivador. Una noche de luna llena en Santa Cruz es canela fina. Para el mediodía, mejor alrededor del río. Aquí no tenemos playa, lo más cerca del agua que podemos situarnos es en paralelo al Guadalquivir. Hay unos veladores estupendos en la calle Betis para castigarse la piel.


—¿Sé que te encanta, como a un servidor, el chocolate, pero... blanco o negro negrísimo? 

De todos los colores. Soy una golosa sin remedio y cualquier dulce me priva. Si estás pensando en hacerme un regalo, entre unas flores y una caja de bombones, adivina…


—Antes de que se me olvide ¿cuál es tu próximo proyecto? 

Estoy terminando un libro de cuentos ilustrados y a cuatro manos con mi amigo Javier Torres, con quien publiqué los dos libros de relatos de Semana Santa. Algunas publicaciones en antologías solidarias y la reedición de Nada que perder, una fantasía romántica de la que he recuperado los derechos. 


—¿Dónde y cómo se pueden adquirir tus obras literarias? Están todas disponibles en las principales plataformas digitales y especialmente en Amazon, donde tengo página de autora (amazon.es/Calista-Sweet/e/B07RYJ9MJ2). En librerías también pueden pedirse algunas como No me digas que no, el cuento de Caperucienta, Blancadurmiente... y que no te lo cuenten o los dos volúmenes de Cuentos y relatos inéditos de Semana Santa.


—¿Prefieres Arrivederci o Condiós? 

Me quedo con «Hola», que me dan mal rollo las despedidas. Pero antes de decirnos adiós debemos emplazarnos para una próxima Reserva para dos en Ningún mar en calma y que nos cuenten La leyenda de la mariposa azul, que no es Solo una aventura. Me reconocerás porque iré Con pata de palo y te saludaré con un Arrivederci, Roma. No me digas que no

                               

 Pues nada, aquí tenemos tres nombres de verdad en una persona. Ha sido un pequeño duelo a títulos de su extensa obra, que si gazpacho, que si avispas, que si mariposas, que si arrivederciroma, que si ese mensaje nada subliminal de no me digas que no… y ya sé que cuando quedemos de verdad, he de llevar una caja de bombones de esas que anuncian por la tele. Aunque un poco cursi me parece, pero Calista bien debe valer una caja roja de chocolatinas aunque sea a pleno sol en mitad de un puente entre Sevilla y Triana, para por fin llamarla Chari. 

En fin, visitar las redes de la polifacética Rosario, sus páginas en Amazon, es quedar atrapado en una obra para todos los gustos, por variada, como sus obras de novela romántica: Y de repente, un beso; Solo una aventura; Reserva para dos; No me digas que no; Ningún mar en calma; Nada que perder; Mi sol, mi luna; La leyenda de la mariposa azul; y como ella ya nos ha comentado, la última, Avispas de ojos azules, una trama entre madre e hija, Caterina y Tamara.

Muchas gracias a mi compañera en el listado de agradecimientos de otra autora de letras y libros, amiga mutua —María Laso— y por quien gracias a ella he tenido la oportunidad de entrevistar en forma «divertida» pero formal y seria a Calista (Sweet) Dulce Escritora. Gracias ‘sine qua non’ a ambas por ayudarme a vencer la timidez aunque yo no sea «prota».

 

 —Y para despedirnos aunque sea virtualmente y de repente... ¿un beso, Marichari?¡sin mal rollo! 

  Las mejores cosas son las que llegan de repente. Como tu entrevista. Muchas gracias a ti por contar conmigo. Ha sido un auténtico placer que me reserves un espacio en El pincel de bambú. Gracias de corazón. 

3.11.21

San Patricio en Huelva


Ayer me emocioné. Veréis.
Paso casi a diario por la carrtera de la Ribera, de Huelva. Es uno de mis lugares preferidos para pasear. En el km. 0 se encuentra el cementerio inglés, del que he sido un ferviente defensor intentando rescatarlo del estado en que se encuentra. Varias entradas en mi blog pueden atestiguarlo, y estoy muy orgulloso de haber puesto mi granito de arena para ayudar a su rescate y conservación. Ninguno de los difuntos que descansan en ese recinto me es completamente ajeno, pues he indagado en lo que he podido y hasta donde han llegado mis conocimientos. Y como no tengo nada nuevo que hacer al respecto, me conformo con hacer un alto en mi circuito ciclista y a veces me paro junto a la roñosa y desvencijada puerta de hierro. Miro al interior y veo cómo crece el pasto y la hierba, al mismo tiempo que avanza el invierno y se va atisbando la entrada de la primavera.
Ayer me encontraba ensimismado apoyado en la verja de la entrada cuando sentí pasos a mis espaldas. Me volví y vi un rostro rubicundo, sonriente, de ojos azul muy claros y de tez pecosa. El pelo, ligeramente pelirrojo. Y cincuentón seguro. No hace falta ser un experto, con esos rasgos y a la puerta del cementerio: claramente era un individuo de ascendencia británica.
Me saludó y yo le respondí. Reconozco que me disponía a marcharme pero no pude resistir la curiosidad y permanecí allí, aunque me eché a un lado pues pensaba que aquella persona iba a acceder al camposanto. Nada de eso, se puso en posición de firmes, enarboló el ramo que traía y me quedé estupefacto cuando comenzó a cantar en un idioma que no comprendía. Afortunadamente aquel no es paso normal de personas pues en caso contrario hubiéramos dado una imagen de lo más surrealista.
Realmente me emocioné al ver a aquel hombre cantando una bella canción que se propagó a través de la puerta cerrada que cubrió, como si de una neblina de las tierras altas se tratara, todo el recinto de aquel camposanto.
Al acabar el canto, dejó caer el ramo al interior y un gran manojo de verde trébol se esparció por el interior del cementerio inglés de Huelva.
Cuando acabó, no pude por menos que acercarme a él, le sonreí abiertamente y le dí la mano que me aceptó. Entonces no me importó que viera una lágrima que me asomaba, traicionera.
Residía en Mértola, Portugal, y me dijo que todos los 17 de marzo efectúa el mismo ceremonial, que se lo había prometido a un pariente al fallecer que este le había pedido que cada Día de San Patricio dejara unos tréboles (luego me enteré de que era el símbolo de Irlanda) y que entonara unas estrofas del Himno de Irlanda en el cementerio inglés de Huelva en honor y homenaje de uno de los enterrados (no le pedí la identidad del difunto y él tampoco puso interés en proporcionármelo, aunque no me consta ningún nacido en Irlanda).
                 
 
                Somos soldados                                              que han jurado su vida a Irlanda.
  Algunos vinimos de un país allende las olas...

He de reconocer que siento por este cementerio, y por sus moradores, un cariño especial y del que no me arrepiento. Desde ayer, después de ser testigo de este inusual rito, de escuchar en esta tierra de fandangos estas emocionadas estrofas en la extraña lengua irlandesa, mi simpatía y mi cariño por todo lo que significa el legado inglés en Huelva. Al menos sé que existe otra persona que un día al año entona el himno de la verde Irlanda.
El Reino Unido de Gran Bretaña (Escocia, Gales e Inglaterra) e Irlanda del Norte, así como la república de Irlanda es mi asignatura pendiente. Nunca he pisado las islas británicas y algún día he de visitar la City y recorrer los acantilados y prados de las tierras altas de su territorio. Y dejar allí —iba a ser un secreto— un poco de tierra de este camposanto onubense, mezclado con la tierra británica.

2.11.21

Eva entre guerras (Entrevista)

Tiene una sonrisa que desarma. A simple y primera vista parece una mujer de gran sensibilidad. Antes que nada, sentados ante sendos cafés en una de las más hermosas playas de Huelva —El Portil— le debo advertir a mi interlocutora que no la he leido, que mi intención es que me suscite interés por ella y por su obra, al tiempo de despertar interés en otros amigos. Me mira y sonríe, sonríe y vuelve a sonreir ampliamente. Yo creo que es una más de sus múltiples armas, de las que llegan al corazón en el más amplio, literal y figurado sentido de la palabra arma. Se lo digo y deja de sonreir. Seamos serios, parace advertirme.



La entrevista comienza: 
—(Pregunta) Dinos algo sobre ti para que te conozcamos. 
—(Respuesta) Soy Eva García Carrión, natural de Huelva y profesora de Dibujo en un Instituto de Secundaria de la provincia. Estudié Bellas Artes y Publicidad Creativa. Adoro leer, las artesanías y artes en general. 
—(P) ¿Desde cuándo escribes? 
—(R) De pequeña escribía relatos cortos y poemas, di algún curso de narrativa en la universidad, pero no fue hasta 2013 cuando germinó en mí la necesidad de escribir formalmente. 
—(P) ¿Cuál es tu curriculum literario? 
—(R) Es muy breve, he escrito «Entreguerras» y algunos relatos para colaboraciones benéficas. 
—(P) Tu «Entreguerras» ¿es una saga? ¿se puede considerar así? 
—(R) Sí, es una saga. Es una historia coral, con una familia protagonista sobre la que fluyen el resto de las historias, incluidas las de amigos muy afines. Buscaba realismo, que el lector se involucrara en la trama, en una época muy convulsa. La interrumpo, hacemos una pausa y apuramos el café. La tarde del dia de Todos los Santos va cayendo entre nubarrones y el sol aparece y desaparece. Hace calor y fresco, muy «entretiempo». 
—(P) ¿Me puedes decir, que nos enteremos, qué significa «historia coral»? 
—(R) Una historia con muchos personajes protagonistas. Los protagonistas de una novela son secundarios en la siguiente y tienen mucho peso en la trama. —¿Por qué Escocia precisamente y no La Mancha o Andalucía o la Italia renacentista? —Bueno, aunque la saga principalmente es escocesa, tiene múltiples escenarios. De hecho, comienza en la Andalucía de Alfonso XI de Castilla, el Justiciero, y tiene otros escenarios importantes como Inglaterra, Irlanda y Francia. 

Un servidor traga saliva buscando un trozo de tierra que me haga desaparecer después del pequeño traspiés... Eva sonríe aún más como diciendo eso te pasa por preguntar sin haberme leido antes. Sigo... 

(P) ¿Existe la Historia sin amor? ¿y viceversa? 
—(R) Yo no concibo la historia sin amor, no tiene por qué ser un amor de pareja, puede ser fraternal, o de cualquier otra índole. 
—(P) ¿Son historias de amores o de amoríos? 
—(R) Son historias de amor en una época medieval olvidada. Tras morir un gran rey escocés, Robert Bruce, Escocia cae en la debacle hasta el punto de verse inmersa y partícipe de la Guerra de los Cien Años. Narro las vidas de un grupo de personas que ven cómo su mundo se desmorona e intentan sobrevivir y buscar una salida digna. —(P) ¿Tu literatura es histórica o romántica? ¿dónde te mueves mejor? 
—(R) Mi literatura es histórica, romántica, sentimental y de aventuras. Historias que no siempre empiezan o acaban como se espera. Buscaba justamente eso, realismo, que quien las leyese fuera uno más en la historia, que se decantase por bandos, por personajes, que los sintiese como propios. Para mí la ambientación, el contexto histórico, es un personaje más. 
—(P) Sin hacer spoiler —o mejor dicho en nuestro idioma, destripar el argumento—, haznos una sinopsis sobre tu obra y dinos si se puede leer de forma individual o es necesario leerla cronológicamente. 
—(R) La saga Entreguerras (El destierro del Ángel, La jaula del petirrojo, La piel del cordero y La redención de los caídos) no se debe leer de forma individual porque se perdería mucha información, quizás muy necesaria, para entender a los personajes en cuestión. La familia Murray pasa a estar en el punto de mira de los desheredados tras la muerte del rey Bruce y han de dejar sus tierras. Los hermanos deberán tomar rumbos distintos y luchar por sobrevivir. No se lo pondrán nada fácil. Encontraremos traiciones, erotismo, intrigas, torturas y amor. 
Hacemos un alto en la entrevista y tomamos otra consumición. Me fijo en sus manos y encuentro la explicación del porqué es profesora de Dibujo y Artesana. Charlamos de cosas intrascendentes y le pregunto "off the record˝ si se trata de literatura de mujeres para mujeres. De inmediato me doy cuenta de haber formulado una pregunta un pelín machista. Se le borra la sonrisa y me contesta que no es literatura de mujeres, ni tampoco le gusta el término como tal, pues se usa de forma despectiva por muchos. Reconoce que la saga Entreguerras no es de lectura fácil, tanto por su extensión como por el número de personajes... y crudeza de ciertas escenas. Aunque la mayoría de sus lectoras son mujeres, tiene bastantes lectores que han disfrutado de sus historias. Hay momentos, gustos y necesidades —parece aseverar— más allá del género. 
—(P) En resumidas cuentas ¿qué ofrece tu obra a quien la lea? 
—(R) La saga Entreguerras ofrece al lector sumergirse en la Escocia medieval, vivir aventuras en aquella agreste tierra y sentir de primera mano la época. Seréis bienvenidos a acompañarme a este viaje a las Highlands (Tierras Altas de Escocia). 
—Dinos cómo se puede adquirir. 
—Soy autopublicada. La saga Entreguerras se puede adquirir en digital y en papel en Amazon. Tiene página de Facebook y de Instagram, donde se pueden conocer más detalles, sinopsis, personajes, contexto histórico de la saga. El sol toca el horizonte del mar y nosotros concluimos también. Con la sensación personal de que de la mano, la sonrisa, la imaginación y las aptitudes literarias adecuadas se pueden vivir múltiples historias, amores y desamores, emociones y batallas de aquella Europa en ciernes. Conociendo el pasado se puede augurar el futuro. Con Eva García Carrión, escritora, seguro. 
—Por último, gracias por tus respuestas y mucha y buena suerte con tu obra. 
—Ha sido un placer. Un afectuoso saludo. 
Facebook: Eva García Carrión. Saga Entreguerras. 
Instagram: eva_garcia_carrion https://www.amazon.es/.../e/B09KDJSPD4/ref=aufs_dp_fta_dsk