80º Aniversario de la liberación de Auschwitz
© Jose Antonio Bejarano, 26 enero 2025
/.../Cuando salió de aquel infierno, le llegó a la memoria un pasaje del Libro de los Proverbios: “(...) porque hay un mañana, tu esperanza no será aniquilada”.
Desde el primer día fue destinado a trabajos forzados; al principio en una cantera cercana donde pasaban las horas, desde el alba al ocaso, arrancando piedras a golpe de pico y dinamita. Vio morir al pie del tajo a centenares de hombres desfallecidos por el esfuerzo, el hambre y la disentería.
Eliezer se salvó momentáneamente, pues se encontraba en relativa buena forma física y fue destinado al peor trabajo que hombre alguno se haya visto obligado a realizar jamás desde que el ser humano hoya la faz de la tierra: adscrito en el pabellón donde, en el más abyecto de los “proyectos científicos” jamás imaginado, eran puestos a prueba los más aberrantes ensayos médicos con toda clase de desventurados seres con alguna tara física o mental: lisiados, deformes y oligofrénicos eran sometidos a todo tipo de vejaciones para satisfacer las ansias de notoriedad de los sedicentes médicos en su loca búsqueda de la pureza de la raza aria.
Eliezer Baxano, con ayuda de sus recuerdos de los textos apenas retenidos del Talmud, fue capaz de aislarse mentalmente y salir de aquel infierno de horror. Junto a veinte judíos, estuvo aislado en un terrible pabellón asistiendo a los experimentos del doctor Mengele, aunque procuraban que los judíos no fuesen testigos de las operaciones más terribles: inyecciones de fenol-narcótico en el corazón de las víctimas, extracción de órganos sin anestesia, contagio premeditado de enfermedades, y las aberraciones que mente humana sea capaz de imaginar.
Durante cinco eternos meses tuvo que soportar las depravaciones que los monstruos, "bellamente" uniformados con cruces esvásticas, practicaban sobre aquellos desventurados. Eliezer y sus compañeros tenían como misión desvestir a las víctimas y clasificar las prendas de las que se despojaban por última vez.
Una semana antes de la liberación, aquellos hijos del Averno aplicaron a Eliezer y a otros de los prisioneros un infame tratamiento esterilizador.
El 26 de enero de 1945, cuando las fuerzas estaban a punto de desfallecer, los hornos crematorios al cien por cien, el olor de los cadáveres a medio carbonizar y el olor amargo a alumbres prúsicos del gas Cyclón B cianhídrico cubría el campo, las tropas del Ejercito Rojo entraron en el complejo de exterminio de Auschwitz, en su camino inexorable hacia Berlín, unos cientos de prisioneros exhaustos, recibieron sin ninguna emoción a aquellos que los habían liberado de la muerte, al menos de la física, porque prácticamente todos estaban muertos sicológicamente hacía mucho, mucho tiempo. /.../
No hay comentarios:
Publicar un comentario