© El blog con cero lectores, pero aquí estoy en el espacio de mi libertad. No espero a nadie aunque cualquiera es bien recibido. Gracias a mi BLOC ABIERTO DE PAR EN PAR donde encontrarás desde 2009 temas variados.

26.7.20

Confinados en el paraiso

   




Es un tipo curioso, una persona sencilla, cercana, que un dia, hace muchos años, decidió ponerse en marcha y recorrer el mundo. Con su cámara fotográfica, su eterna mochila a la espalda (y doy fe de que no se trata de ningún mochilero) pero sobre todo con su presencia serena, se despidió de su entorno cercano, de su lago de Iseo, de su provincia de Bérgamo en la fértil Lombardía, se acercó al aeropuerto más cercano, subió a un avión, se alejó de Italia... para recorrer medio mundo.
   Nada ni nadie lo ha detenido o impedido realizar sus sueños. Fronteras, montañas y valles, ríos y mares, templos, mezquitas, estupas han sido el fin de sus viajes; el fin y el medio. Nada le ha impedido ver, oler, comer, tocar, oir pero sobre todo sentir el mundo bajo su mirada inquisitiva, limpia. Hablo de un viajero, me refiero al esposo, padre y abuelo que recorre el mundo. Para él no hay fronteras. Se llama Dario y es toda una institución. Vive, entre viaje y viaje, a orillas de un marvilloso lago lombardo, el lago de Iseo, a los pies del Valle Camonica, dirección a los Alpes.
   Dario Delvecchio solo ha encontrado un fiero guardián de fronteras, un vigilante implacable, un comisario rígido que lo ha detenido sin remisión; hoy le he pedido, a través del Skype, que conteste a unas preguntas de este modesto reportero que también es su amigo.
  –Dario, algo sobre ti para que te conozcan los amigos de la redes
  –Bueno, aparte mi afición por viajar, mi vida personal es muy común. Trabajé en una gran acería hasta mi jubilación anticipada. Estoy casado, tengo una hija y dos preciosos nietos. Vivo en una casa en la embocadura del lago Iseo que construimos entre mi padre y yo. Soy italiano... y ciudadano del mundo.
  –¿Cuántos paises conoces? –Dario me mira y sonrie ampliamente juntando los dedos de su mano en un gesto muy ialiano que puede significar cualquier cosa.
  –Casi mejor te podría decir cuáles no conozco aunque aún son muchos.
Pero bueno, para empezar conozco todos los paises europeos.
De América he recorrido Guatemala, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Colombia, Ecuador, Perú, Chile, Bolivia y Argentina.
De África por ahora solo conozco Marruecos, Túnez y Egipto.
De Oriente Medio Siria, Jordania, Israel, Qatar y los Emiratos del Golfo.
De la antigua Unión Soviética Georgia, Armenia y Azerbayan.
Del subcontinente India, Sri Lanka y Nepal.
Del sudeste asiático Myanmar (Birmania), Thailandia, Laos, Camboya, Vietnam, Singapur e Indonesia. Las islas Filipinas, también China y Taiwan. Y finalmente Malasia... Como ves una larga lista.
  –Cuéntanos algunas cosas de tus experiencias. La primera y muy importante ¿cómo se come en el mundo? ¿Cómo ha sido tu experiencia?

  –He comido muy bien en casi toda Europa; bien en Asia y en centro y Sudamérica; regular en China, y muy, muy bien, óptimamente en la India. –al enumerar sus rutas gastronómicas Dario me cuenta anécdotas y cosas que ha comido por esos mundos de Dios. Se ríe rememorando. –He comido de todo. –Y vuelve a reir al decirlo.
  –¿Adónde aconsejarías viajar y adónde no lo recomendarías?
  –Aconsejaría a todos que viajen y conozcan las realidades que son diferentes de nuestra vida común, la globalización está haciendo que el mundo sea casi idéntico, pero todavía hay lugares totalmente diferentes de nuestra cultura. Recomendaría siempre la India, e Indonesia, Vietnam y Myanmar. Armenia y Turquía. Y Bolivia y Perú. Y desaconsejaría viajar a África en estos momentos.
  –¿Somos tan distintos los seres humanos en las distintas regiones del planeta?
  –El ser humano es muy distinto en todo el mundo, Internet hoy tiende a igualar las diferencias, pero las diferencias extremas entre los diversos pueblos y las diversas naciones siguen siendo importantes, especialmente donde las creencias religiosas siguen muy presentes.

  –¿Qué llevas como equipaje y qué dejas en casa?

  –Viajo bastante ligero de equipaje, así pues dejo todo lo innecesario en casa, en concreto ¡los pensamientos, dudas y problemas! De lo material se encuentra de todo incluso en el rincón más remoto del mundo.
  –¿Solo o acompañado?
  –Siempre es mejor viajar acompañado de alguien que pueda entender y compartir sus propias emociones. Sin embargo, ¡mejor solo que mal acompañado!: mi esposa Assunta, la mejor compañía, va conmigo.


  –Aunque sé que tienes cientos de anécdotas de tus numerosos viajes, cuéntanos tu última experiencia

  –Un viaje que comenzó el 6 de enero de 2020, cuando todavía nadie en el mundo podía tener la más mínima idea del infierno que estaba sobre nosotros...
Durante muchos años, mi esposa y yo siempre hemos viajado a Asia sobre todo a la India. Lo hacemos para dejar los fríos inviernos de Lombardía, pero esencialmente para conocer algunos lugares y vivir experiencias nuevas.
Llegamos a Kochin, en el estado indio de Kerala. Después de unos días continuamos hacia Gokarna, ciudad sagrada a orillas del mar Arábigo, en el estado de Karnataka, cerca de Goa.
Después de este paréntesis, reanudamos el viaje de exploración a través de la India durante un par de semanas para tomar un vuelo al sudeste asiático, concretamente a Kuala Lumpur, la espléndida capital de Malasia. Estamos a finales de febrero, y el Covid ya está en los titulares de prensa, pero sin medidas especiales.

  »En los primeros días de marzo, mi amada tierra de Lombardía cae en el infierno. De manera concreta, mi provincia de Bérgamo se convierte en el primer centro mundial de propagación de virus. Y justamente en esos días nos encontramos en la pequeña y paradisíaca isla de Pangkor, en el Estrecho de Malacca, en la costa de Malasia.
  »Vemos con preocupación la agitación, el caos que ocurre en Lombardía, a través de la web y de las noticias e imágenes que nos envían mi hija y mis amigos. No podemos entender cómo está sucediendo todo esto. Malasia, por otro lado, no parece conocer las situaciones dramáticas que están afectando a Europa; sin embargo, a partir del 18 de marzo, también decreta el estado de bloqueo, como es en ese momento en casi todo el mundo.
  »¡Estamos aislados! ¡Nuestros vuelos de regreso, cancelados! La isla de Pangkor, cerrada; Imposible entrar, imposible salir. Todo se detiene. Permanecemos en el complejo Seagull en Teluk Nipah. Solo somos cinco: mi esposa, una mujer italiana, el chef del hotel, el dueño del resort el Sr. Tan y yo. Cinco reclusos.
  »Recibimos una visita de la policía malaya, que nos informa de la situación, toma nuestros datos, nos fotografía, escanea nuestros pasaportes y visas. Son muy amables pero nos exigen seriamente que no abandonemos el complejo por ningún motivo. ¡El propietario del resort es la única persona autorizada para ir al pueblo por necesidad y comprar lo que necesitemos para comer! Todos los turistas extranjeros o malayos que pudieron, abandonaron la isla de inmediato. Nos quedamos solos. ¡Después nos enteramos que solo hay siete extranjeros en la isla! Después de un tiempo, a los extranjeros también se les permitirá ir al pueblo, pero solo para retirar o cambiar divisas en el único banco que acepta dinero extranjero. O para ir a la única farmacia. Todo está cerrado, nadie viaja, incluso la flota pesquera está detenida. Es difícil encontrar fruta, los suministros comienzan a faltar. ¡El mundo se ha detenido!
  »Alguien comienza a sospechar de nosotros, ¡italianos! Nos tienen miedo.

  »Mientras tanto, la isla se considera libre de covid-19. Y esto nos tranquiliza un poco.

  »Sin embargo, nuestra preocupación sigue siendo el estar lejos de casa, en un pais con sus fronteras cerradas, vuelos bloqueados. Te sientes impotente, indefenso, consciente de que no puedes hacer nada.
Lentamente, los bloqueos se relajan, podemos salir del complejo, podemos dar los primeros paseos, podemos ir a la playa, podemos ir al mar y nadar.
  »Al observar las reglas sobre el distanciamiento, las actividades principales se abren lentamente, algunos restaurantes comienzan a abrir y los primeros (pocos) turistas locales comienzan a llegar.
  »Después de numerosos intentos con nuestra aerolínea, finalmente logramos obtener dos pasajes para el regreso a casa. ¡Será el 30 de junio, después de poco menos de seis meses, de los cuales 110 días en el paraíso de Pangkor!
  »Antes de salir de Malasia, decidimos pasar unos días entre Penang y Kuala Lumpur, esperando los vuelos de regreso a Europa.
  »Viajamos en autobuses vacíos, entramos en ciudades muertas, ningún turista occidental, parecemos vivir otra dimensión de un mundo que no nos pertenece. Todo parece irreal, todo está controlado, no puedes hacer esto..., no puedes hacer aquello... Por la noche todo desaparece y se va la vida, y así la noche llega repentinamente sin nadie alrededor.
  »La zona turística de Kuala Lumpur es el desierto absoluto, el silencio es ensordecedor, la vida misma ha desaparecido, todo está cerrado. Los hoteles que anteriormente requerían reservas con meses y meses de antelación, siempre llenos, ahora están vacíos, algunos nunca volverán a abrir. En el autobús que nos lleva al aeropuerto de Kuala Lumpur, somos los únicos turistas. Nuestro vuelo parte a las 2:30 de la madrugada. No hay vuelo antes, no hay vuelo después. Todo cerrado, solo un pequeño bar abierto, sin tiendas abiertas, las libre de impuestos cerradas, hay más trabajadores y policías que pasajeros. Nuestro vuelo partirá con solo setenta pasajeros, casi todos trabajadores, quizás solo mi esposa y yo somos turistas. El avión tiene una capacidad de 320 personas, ¡prácticamente vacío! ¡No será difícil mantener la distancia! Las azafatas están envueltas en buzos, máscaras, viseras y guantes, ¡apenas se pueden ver sus ojos!
  »Parecemos estar en una escena de ciencia ficción ¡pero todo es verdad! Sin embargo, después de 14 horas de vuelo, finalmente llegamos a casa donde permanecimos en cuarentena durante diez días. Final feliz.

Cuando acaba, Dario parece haberse desprendido de un peso. Munca ha podido con él nada, ni el frio, ni el calor, ni los visados, ni las comidas, ni fiebres, ni salas de espera, ni policías, ni hoteles o pensiones, ni un mal gesto, ni un presagio, ni los monzones o los tifones, ni los soles ni los frios, ni los retrasos ni los vuelos. Solo uno de los cuatro jinetes del Apocalipsis ha conseguido retener, confinar, dominar a Dario. Cuando le comento que en todas partes, en esta Europa del bienestar ha sido igual (confinamiento, test, UCIs, reglas, controles, fases y desescaladas, crisis económica, desempleo, cierres de empresas, etc.) me mira y sonríe, ahora con cierta tristeza con la que asiente corroborando mi comparación con ciertas e importantes excepciones. Con su sola mirada me dice que existen enemigos ocultos e impredecibles y son los únicos que pueden paralizar el mundo y detenerlo a él. Este de hoy es el coronavirus y aún no sabemos cuándo podrá Dario reiniciar sus viajes. Me muestra detrás de él, el rio Oglio que acaba en el bello lago Iseo. Está sentado y mira a lo lejos. Ya piensa en el próximo viaje. Gracias Dario Delvecchio, por tu siempre cercanía aunque muchas veces te vas tan lejos.

  Me dice adiós con su mano, y con su sonrisa que adivino tras su mascarilla malaya.    Desconecto el Skype y desaparece de la pantalla. Queda su testimonio de que los paraisos a veces son prisiones.
  Buongiorno Dario, viajero, amigo.



Me gusta

Comentar


7.6.20

Cómo matar a una booktuber ©Maria Laso (Entrevista)

«Se puede criticar al mundo, sin ser moralizante, a través de la maldad humana»
Acaba de salir a la venta la última obra de María Laso. En plena pandemia, en pleno confinamiento, ha dejado volar su sexta novela. Con las fases de retorno a la normalidad hemos tenido la ocasión de encontrarnos personalmente y charlar sobre su novela pero también sobre sus inquietudes, dejando algunas reflexiones. Sentados en una mesa de una espléndida terraza admiramos ante nosotros una ría a punto de ser mar con veleros amarrados a sus muelles. El sol cae con lentitud tras la otra orilla de El Rompido y la charla, queriendo ser más que una entrevista, fluye.
Pregunta –María, ¿Cómo va tu nueva novela «Cómo matar a una booktuber»?
Respuesta –Soy de las que piensan que en la vida es mejor tener buenas intenciones que expectativas, pero en este caso he de decir que ha superado todas mis expectativas. Ha suscitado interés, se está vendiendo muy bien y, lo mejor de todo, está recibiendo buenas críticas. No puedo estar más contenta.
P –¿De qué trata?
R –Trata de libros, de crítica literaria, de secretos familiares, de violencia de género… de lo que se puede ser capaz de hacer ante una mala crítica.
A un autor de novela negra, que prefiere mantenerse en el anonimato y firmar con seudónimo todas sus obras, no le sienta nada bien la opinión de una booktuber famosa sobre uno de sus libros. Laura Bayo se verá obligada a lidiar con las distintas formas que el perturbado escritor ingenia para acabar con su vida. Por otro lado, la inspectora Houda Falú se enfrentará a su superior, el inspector jefe Mateo Montes, por una promesa hecha en relación con el caso de la booktuber, sin pararse a pensar demasiado en las consecuencias que esa insubordinación le podrán acarrear. Conflictos familiares, con asesinato incluido, la llevarán al límite de sus fuerzas.
P –¿Por qué novela negra y no novela histórica, erótica o de aventuras?
R –Tengo guardadas “en un cajón” obras sin publicar en otros géneros: una obra de teatro, una novela histórica y relatos de temática variada. Lo que ocurre es que me siento más cómoda cuando narro una historia social, actual, en la que se reflejen las injusticias de nuestra sociedad o donde haya por medio algún crimen que resolver. Además, creo que hoy en día los géneros se están mezclando, que ya no están tan encorsetados y que se nutren unos de otros. ¿Por qué una novela no puede tener detrás una gran historia de amor? Un ejemplo de ello sería mi novela «El tatuaje del faro». Soy partidaria de añadir matices, de revitalizar la literatura dejando libre la inspiración del autor.
P –¿Por qué te gusta escribir sobre la maldad humana? –María deja caer su mirada sobre el mar a nuestos pies y medita durante largos segundos que parecen eternos. Al fin responde.
R –Siempre me ha fascinado cómo ciertos individuos tienden a maximizar su interés personal en detrimento del de los demás, sin importarle, o incluso disfrutando, del daño que su comportamiento pude acarrear a otras personas. Cualquier escenario y ambiente sirve para encuadrar a un personaje malvado, solo con mirar a nuestro alrededor podemos encontrar inspiración para crear un monstruo: un padre, un vecino, un novio, una jefa, una amiga… Se puede criticar al mundo, sin ser moralizante, a través de la maldad humana.
P –¿Quieres transmitir algún mensaje a través de tus novelas?
R –Quiero creer que escribiendo sobre ello mando un mensaje sobre formas de actuar o pensar que no están bien, que denigran al ser humano que se deja llevar por ellas. También quiero que el lector se pregunte: ¿por qué tal o cuál personaje actúa como lo hace? Las respuestas no siempre van a ser sencillas porque, aunque la raíz sea la maldad humana intento que los caminos para llegar a ella sean distintos. Es horrible lo que voy a decir, pero, a veces, el lector puede llegar a creer que dicha maldad está justificada. Por último, pienso que hay historias que pueden servir como una especie de catarsis para algún lector. Me gusta pensar que alguna de mis historias puede que lo hayan conseguido.
P –¿Un escritor puede empatizar con los personajes, o eso lo dejas para los lectores?
R –¡Claro! Lo he hecho con más de uno. En cuanto a los lectores, es indudable que es bueno que encuentren afinidad con alguno de los personajes del libro que van a empezar a leer. Puede ocurrir que, si el lector no consigue esa empatía, aborrezca el libro o no disfrute con su lectura. Sin embargo, esto último no lo veo como algo negativo en una novela. La magia de la literatura es lo que tiene, no solo nos permite sentir emociones o viajar por otros lugares, también nos ofrece la posibilidad de adentrarnos en mentes que no hubiéramos imaginado que pudieran existir, nos gusten o no.
P –¿Las críticas negativas matan o simplemente hieren? ¿Pueden empujar a la venganza? ¿Cómo las recibes tú? –Sonríe la escritora sin dejar traslucir si existe algún episodio relacionado con el mundillo literario de escritores, editores, libreros, booktubers, etc. Contesta confesándose.
R –Empezaré con la última de las preguntas, una querida amiga, que también es escritora, piensa que soy un bicho raro, algo masoquista, porque disfruto más con las criticas constructivas que me hacen que con los halagos incondicionales de mis novelas. Será porque creo que todavía no he mostrado todo el potencial que tengo, que debo exigirme más de lo que me exijo con cada obra que publico y, por eso, agradezco tanto las críticas que se me hacen. Sin embargo, conozco compañeros que nos las encajan tan bien. En numerosas conversaciones las he tenido que defender a capa y espada. Mi mejor argumento es que solemos estar tan ilusionados con nuestras historias que nos olvidamos de todos los errores que podemos cometer. Además, no se puede gustar a todo el mundo, ¡eso es una utopía! Antes que escritora soy lectora, por lo que puedo afirmar sin tapujo alguno que no todos los libros que leo me enganchan o me acaban gustando. Entonces, ¿por qué iba a ser diferente con los míos? En «Cómo matar a una booktuber» he querido hacer un homenaje a todos los booktuber, bookgramer, grupos de lectura, blogs literarios que nos dedican su tiempo, leyéndonos, reseñándonos y, por ende, fomentando la lectura. Mi reconocimiento en el fondo es agradecimiento. Quiero que sientan que la mayoría no vemos mal las críticas, aunque me costa que algún booktuber o bookgramer ha tenido alguna mala experiencia con algún autor. ¡Nunca tan extrema como la que narro en mi libro! Por una vez la ficción supera a la realidad.
P –¿Te sientes más olivarera o más choquera?
R –Ambas cosas, nunca podría decidirme por una de las dos. Mis orígenes son olivareros y voy mucho a mi tierra, Jaén, a visitar a mis padres y hermanos y, por otro lado, llevo diecisiete años viviendo en Huelva, dónde trabajo y ha nacido mi hija. Son dos quereres distintos y complementarios, que me llenan y me definen.
P –¿Qué te atrae del mar? –María apura un segundo café y asiente más cómoda aún si cabe, al responder.
R –Las emociones que me hace sentir: fascinación, paz, serenidad, la sensación de que cambia constantemente, que parezca que el horizonte no tenga fin, el misterio que lo envuelve… Soy una privilegiada por vivir cerca del mar.
P –¿Cuándo piensas alejarte de El Rompido literariamente hablando?
R –¡En la próxima novela que publique! Con toda seguridad saldrá a la luz en primavera de 2021. Solo os puedo decir que me alejo de mi zona de confort y me doy un garbeo por varios países europeos.
El sol ya toca el horizonte y las sombras son extremadamente alargadas. María se levanta, nos levantamos, y me muestra las primeras ráfagas de luz que surgen de uno de los faros de El Rompido, el paraiso, el lugar donde María tiene ubicado tantos personajes y lugares de sus novelas. Nos despedimos y veo a Maria alejarse mirando el ocaso una vez más mientras yo echo una mirada a los rayos de luz del faro que rasgan las primeras oscuridades de la mar.
Gracias, María y buena suerte para «Cómo matar a una booktuber»

27.1.20

Auschwitz 27 enero

Al llegar a Paris, Eliezer Baxano tomó contacto con miembros de la Resistencia, aunque ésta tardó varios meses en ponerse en contacto con él: no tenía documentación, era judío y republicano español, por lo que estuvo durante buena parte de los años 37, 38 y 39 viviendo en semiclandestinidad. Gracias a unos miembros de la comunidad judía de Paris pudo sobrevivir y le proporcionaron documentación a nombre de su ultima identidad como Bruno Vasanov.
En Francia, imposibilitado de regresar a Turquía, debido al avance del nazismo por el este de Europa, se decidió, una vez restañadas sus heridas de España, desempeñar pequeños trabajos para la Resistencia.
Bruno observa preocupado cómo el 15 de junio de 1940, los soldados del ejercito alemán desfilan, entrando en Paris, por los Campos Elíseos. Entonces se decide definitivamente a colaborar con la Resistencia a pesar de que ya desde meses antes, un amigo francés, Raoul Savesta, le invita a ingresar y olvidar momentáneamente su deseo de viajar al Este.
Dados los conocimientos de linotipia que tiene Bruno, le adscriben a una imprenta clandestina, en las traseras de un oscuro callejón cerca de las Tullerías. Cuando entra por primera vez, se da cuenta de que su trabajo es necesario para traducir algunos sueltos del francés, aprendido en aquellos años, al hebreo.
Aquel periódico, que salía cada mañana a la calle con el nombre “Moulin” era un compendio de todo lo que los franceses anhelaban entre ello, lo más preciado: la libertad. Y Bruno, en secreto Eliécer, sabía que debía aparcar las razones que le impelían a regresar a su amada Estambul.
Los alemanes estaban provocando en Francia un régimen de terror. Y los franceses no cesaban de hostigar a las patrullas alemanas, a lo que éstos respondían con una brutal represión.
Su amigo Raoul Savesta fue detenido y ahorcado en represalia por el atentado que había cometido su mismo hermano contra una patrulla de los SS. Desde entonces, Bruno vivió atemorizado, y el 24 de junio de 1943, cuando se dirigía a su puesto en la imprenta, fue detenido por la GESTAPO a la salida del Metro. Presentó su documentación, pero no puede impedir ser conducido a la Prefectura nº 4 de la Plaza Depierre y arrestado junto a once conscriptos franceses. La “shoah”, el holocausto, había comenzado.
Allí fue sometido a duros interrogatorios, aunque sin torturarlo, y no pudo evitar caer en contradicciones, hasta que no tiene otro remedio que confesar, a fin de evitar dar su condición de judío y su pertenencia a las Brigadas Internacionales. Todo fue inútil: le presentaron un listado, con sus respectivas fotografías, de los miembros de los internacionales. La guerra, en España, había concluido, pero el brazo de los vencedores era largo y poderoso.
No hubo mucho más en París: le pusieron un brazalete —un triángulo rojo—, como prisionero político, comunista y apátrida y lo introdujeron en un tren rumbo a Alemania.
En Berlín fue separado solo, y llevado directamente a la Prinz-Albertstrasse, la siniestra sede de la RSHA —oficina de seguridad del Estado—, en donde fue de nuevo interrogado, y luego de ser sometido a torturas cedió al decir que era judío; todo, a partir de entonces fue más sencillo, pero más cruel: desposeído del carácter de político, le colocaron un brazalete amarillo con una estrella de David.
Volvía a ser Eliezer Baxano, y resultó ser el compendio de todo lo que los nazis odiaban: judío, turco, republicano español y comunista.
El 3 de julio de 1943 comenzó un calvario que le llevaría a recorrer el infierno: fue introducido en un tren que le llevó camino del este, hasta cruzar la frontera de Polonia, recién conquistada por el III Reich.
En el viaje se dio cuenta de que no lo conducían, como decían los acompañantes, a los campos de “reunión”, “reubicación”, ”relocalización”, como algún optimista, aferrado a la esperanza, se empeñaba en decir. El viaje se hizo en condiciones aún aceptables, pues todos los viajeros, aunque vigilados, llevaban sus enseres: quien con un simple bolso de mano de donde sacaban un poco de comida o algún libro, quien con grandes maletas y baúles, en donde pretendían llevarse lo máximo posible a su nuevo destino, para comenzar, tal vez, una nueva vida.
En el departamento, vigilados estrechamente por soldados SS y miembros de la GESTAPO, viajaban toda clase de tipos: políticos, gitanos, judíos, homosexuales y “elementos asociales”, distinguidos por determinados emblemas que portaban en sus ropas.
Los escasos cuatrocientos kilómetros que recorrieron en dos días encerrados, casi sin comer, beber, dormir, sin poder hacer sus necesidades, le llevaron a orillas del Vístula, a un campo a primera vista vacío, y en donde los metieron en barracones llenos de objetos personales que nadie había retirado: ropas de mujeres y hombres, prendas íntimas y objetos de aseo, como pasta de dientes, gafas, dentaduras postizas y camastros desechos. El hedor era inmundo, y pronto corrieron rumores de que eran los restos y desechos de anteriores inquilinos de los barracones.
Allí permaneció Eliezer Baxano tres meses y medio, prácticamente sin nada que hacer, sólo alimentar los bulos que corrían, e igualmente soportando lo que algunos de sus compañeros hacían circular: “Los SS no pueden ser tan malos, veis, aquí estamos, nadie nos maltrata; nadie nos obliga a trabajar si no es en el mantenimiento del campo; y qué la escasez de comidas; qué las alambradas que impiden salir; qué los perros y las patrullas armadas; qué del toque de queda; se necesita disciplina, y si alguien ha muerto ha sido por que estaba enfermo, estamos en guerra”.
Pronto comenzaron las verdades entresacadas; en aquel campo de Chelmno —alguien había visto las fosas a medio cubrir— habían muerto miles de gitanos y judíos,
Allí, a un lado del campo, inmóviles, estaban aparcados veintitrés camiones, en los que se decía habían metido a judíos, habían atrancado las portezuelas de las cajas y se habían puesto en marcha: se decía que habían utilizado un método demoníaco, aunque muchos se negaban a creerlo, que consistía en introducir el tubo de escape en el interior del camión. Bastaban, se decía, unas centenas de metros, desde los barracones hasta el extremo sur del campo donde estaban situadas unas grandes fosas, para que al llegar se hubiera generado el monóxido de carbono necesario y suficiente para que absolutamente todos los ocupantes llegasen muertos. En caso contrario, daba igual, directamente a la fosa y acabarían enterrados vivos.
Allí estuvo Eliezer hasta diciembre del 43, en que fue deportado a la ciudad de Lodz, donde fueron hacinados en un gueto, viviendo en condiciones aún más duras que en el campo de concentración de Helmno.
En Lodz hubo de sufrir la primera clasificación por razones étnicas: como judío fue obligado a vivir en una casa, con tres familias, siendo continuamente controlados por los nazis, pero también por los mismos judíos —capos— encargados de mantener el orden en el gueto.
El día trece de agosto de 1944, junto con cerca de quinientos judíos, de los sesenta mil que componían el gueto de Lodz, fue embarcado en un tren de ganado. Siguiendo las rutas ferroviarias paralelas al Vístula, llegó al infierno de los infiernos, al lugar que Eliezer —hoy—, se negaba a evocar, pero que durante cerca de medio siglo no había dejado ni un instante de permanecer a media superficie de su consciente, deseando salir, pero al mismo tiempo pugnando por permanecer enterrado para siempre en sus recuerdos.
Cuando salió de aquel infierno, le llegó a la memoria un pasaje del Libro de los Proverbios: “(...) porque hay un mañana, tu esperanza no será aniquilada”.
Y en el destino de Eliezer Baxano debía estar escrito que habría un mañana, aunque le resultó difícil de creer cuando fue destinado al campo III de Auschwitz, llamado Buna, y en donde vivió los meses más terribles que ningún ser humano pueda imaginar.
Desde el primer día fue destinado a trabajos forzados; al principio en una cantera cercana donde pasaban las horas, desde el alba al ocaso, arrancando piedras a golpe de pico y dinamita. Vio morir al pie del trabajo a centenares de hombres desfallecidos por el esfuerzo, el hambre y la disentería.
Eliezer se salvó momentáneamente, pues se encontraba en relativa buena forma física y fue destinado al peor trabajo que hombre alguno se haya visto a realizar jamás desde que el ser humano hoya la faz de la tierra: estuvo adscrito en el pabellón donde, en el más abyecto de los “proyectos científicos” jamás imaginado, eran puestos a prueba los más aberrantes ensayos médicos con toda clase de desventurados seres con alguna tara física o mental: lisiados, deformes y oligofrénicos eran sometidos a toda clase de vejaciones para satisfacer las ansias de notoriedad de los sedicentes médicos en loca búsqueda de la pureza de la raza aria.
Eliezer Baxano, con ayuda de sus recuerdos de los textos apenas retenidos del Talmud, fue capaz de aislarse mentalmente y salir de aquel infierno de horror. Junto a veinte judíos, estuvo aislado en un terrible pabellón asistiendo a los experimentos del doctor Mengele, aunque procuraban que los judíos no fuesen testigos de las operaciones más terribles: inyecciones de fenol-narcótico en el corazón de las víctimas, extracción de órganos sin anestesia, contagio premeditado de enfermedades, y las aberraciones que mente humana sea capaz de imaginar.
Durante cinco eternos meses tuvo que soportar las depravaciones que aquellos monstruos, bellamente uniformados con cruces esvásticas, practicaban sobre aquellos desventurados. Eliezer y sus compañeros tenían como misión desvestir a las víctimas y clasificar las prendas de las que se despojaban por última vez.
Y una semana antes de la liberación, aquellos hijos del Averno aplicaron a Eliezer y a otros de los prisioneros el infame tratamiento esterilizador.
El 26 de enero de 1945, cuando las fuerzas estaban a punto de desfallecer, con los hornos crematorios al cien por cien y el olor de los cadáveres a medio carbonizar y el olor amargo a alumbres prúsicos del gas Cyclón B cubría el campo, las tropas del Ejercito Rojo entraron en el complejo de exterminio de Auschwitz, en su camino inexorable hacia Berlín, en donde unos cientos de prisioneros exhaustos, recibieron sin ninguna emoción a aquellos que los habían liberado de la muerte, al menos de la física, porque prácticamente todos estaban muertos sicológicamente hacía mucho tiempo.
Eliezer Baxano salió como un cadáver, al límite de sus fuerzas, y en compañía de los escasos supervivientes fue alojado, esta vez, sí, con un atisbo de compasión, en un campamento aledaño donde se repuso físicamente.
El ejercito Rojo, en mayo, evacuó a Eliezer en un convoy con destino al este. En condiciones durísimas pero, al fin y al cabo, liberado de las garras nazis en desbandada, fue recorriendo Europa ensangrentada, observando los yermos campos abandonados, jalonados de pueblos destruidos, ruinas y muerte por doquier, y olor a humo por todas partes.
Fue provisto de su verdadera identidad —Eliezer Baxano, judío sefardí, de nacionalidad tura— y llegó a Odessa, completamente destruida, a orillas del Mar Negro.
Desde 1945 hasta 1965, Eliezer Baxano fue, junto con millones de ciudadanos, artífice de la reconstrucción del imperio de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
La fe judía, el “hasta el año que viene en Jerusalén”, el “Shalom Aleichem”, y los ritos del sagrado shabat quedaron relegados. Veinte años viviendo en un régimen laico y ateo no habían pasado en balde. De judío, si acaso, le quedaba su nombre y sus apellidos, pero sus creencias atravesaron por una crisis de la que no tuvo la mínima voluntad de salir; dejó de frecuentar los clandestinos círculos hebraicos de Ucrania.
Entró a trabajar como linotipista en la redacción de un diario, órgano del Comité central del Partido Comunista, y en 1965, una vez Kruschov en el poder, pidió y le fue concedido pasaporte para emigrar a Turquía.
Atravesó en un paquebote (de los pocos que lo hacían) el Mar Negro, y tras dos días de navegación pudo observar al atardecer los minaretes de su amada Estambul. Casi treinta años después, entraba de nuevo en aquella ciudad de apabullante belleza que lo vio nacer cincuenta años atrás. Guerras, sufrimiento y penalidades sin cuento le habían curtido.
Lo primero que hizo aquella tarde de abril de 1965 fue acudir a la sinagoga y entrar.

24.10.19

Se trata de la vida

Ante la extracción, sustracción y destierro de los restos de Franco de su tumba del Valle de los Caidos, uno no puede dejar pasar la ocasión para opinar sobre este hecho inédito en nuestra reciente Historia. No puedo callar pues me considero un "hijo" directo de la guerra civil y por consiguiente de la etapa franquista en la que mi padre (que seguramente hubiera sido fusilado, o enviado a defender obligatoriamente frentes comunistas lejanos, de haber fracasado el levantamiento militar el 18/7/36) formó su familia.
Yo fui criado y educado, como muchos millones de españoles, en el franquismo y además para feliz colmo me enamoré y me casé con la nieta de un socialista fusilado en septiembre de 1936 (...).
Así, tenemos hijo de falangista casado con hija de socialista en julio de 1975 con Franco aún vivo.
En nuestro viaje de novios recorrimos España y también pasamos un par de horas (ver foto) en el Valle de los Caidos, rodeados de turistas y visitantes, viendo cómo la España en blanco y negro se difuminaba en nuestro horizonte.

El nuevo matrimonio (consecuencia afortunada de las "dos Españas") se dedicó –completamente desideologizado, olvidando historias del pasado ¡hasta la actualidad!– a recibir alborozado la Democracia que se abría a todos, a aceptar la Reconciliación entre españoles y a votar y vivir la Constitución, a recibir con los brazos abiertos a los nuevos políticos, procedentes del exilio y de la España tardofranquista, y a escucharlos y a votarlos cada cual en su conciencia. Y ambos nos dedicamos a trabajar, a crear una nueva familia –tres maravillosos hijos que ya nos han dado cinco nietos– ya sin recuerdos nefastos de contiendas pasadas aunque sin olvidar. Se dedicó el matrimonio a trabajar, a pagar sus impuestos y a educar a los hijos en el respeto y la tolerancia sin echar la vista atrás más que para recordarles y enseñarlos que eran nietos del "caralsol y de la internacional" por lo que absolutamente conscientes de que el sectarismo y el rencor eran cosas del pasado bien pasado.
Pero una nueva generación de políticos, ¿ajenos? ya a la guerra civil, llegó y al parecer creyeron insuficiente la reconciliación entre españoles de 1978. Y se redactó una "ley de memoria histórica" con la que se pretende revisar-corregir-rectificar lo que hasta entonces creíamos cerrado, a falta de buscar a los asesinados, desaparecidos e injustamente enterrados en cunetas. Y el Parlamento convalidó un decreto ley, en aplicación de la misma, para exhumar a Franco (en mi opinión con los votos resentidos de la bancada "progresista" y con el voto abstencionista, acomplejado y cobardón de la bancada "conservadora"), así pues un triste, apagado, melancólico, adusto, mohino presidente del gobierno en permanentes funciones se ha propuesto sacar, mostrar, airear y pasear los restos del anterior jefe del estado.
Yo no tengo más que mi modesta opinión al respecto y no recibo consignas de ningún partido o asociación, pero creo que una lápida con un brevísimo y escueto texto explicativo sobre Franco –consensuado por el Parlamento–, hubiera sido mucho más digno y de honorable altura de miras colocado sobre la losa de la basílica-mausoleo.
AQUÍ YACE FRANCO
AMADO, ODIADO, RECORDADO, IGNORADO...
1936-1975

...o algo así.
Que la Historia siga su marcha poniendo a cada uno en su lugar merecido, muertos y vivos, pero que mi opinión nada nostálgica, reavivados los recuerdos por determinados dirigentes, no permanezca silenciada en mi corazón y quede constancia de estas palabras atropelladas y políticamente (in)correctas.
Ya seguiré a partir de hoy viviendo más libre. Eso espero pues siempre estaré orgulloso de mis mayores y de mi maravillosa familia.
Fdo: Jose Antonio Bejarano y Carmen Álvarez

21.10.18

Estrecho de Messina


JOSE ANTONIO BEJARANO·DOMINGO, 21 DE OCTUBRE DE 2018

Vienen los júngaros

—¡Que vienen los júngaros! ¡Los júngaros! ¡Que vienen! El Miguel recorría las calles advirtiendo de la noticia que de vez en cuando se exten...