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//... era el día del encendido de la primera candela y Munir había aceptado la invitación de Siro. Era el primer día de la fiesta de las luminarias y este, como cada año, celebraba la rebelión de los macabeos sobre el tirano Antíoco en las tierras de Palestina. Ocho luces ardieron entonces durante ocho dias para alumbrar al pueblo judío en su rebelión.
Munir salió del palacio, cerca de la mezquita para acudir a la casa de su compañero de juegos por las calles de Córdoba; quería demostrar a su padre cómo no le hacía ascos a alegrarse o a entristecerse al mismo tiempo que su amigo, aun sabiendo que eran creencias distintas. También acudía Beltrán, aunque este era remiso a mostrar sus sentimientos tan abiertamente como sus dos compañeros de correrías y juegos por las calles de la capital omeya.
En aquel momento de la Historia corría el año 971 desde que el Profeta había huido desde La Meca a Medina; 4.731 años desde la Génesis del Mundo, y 971 años transcurridos desde el nacimiento de Cristo.
Los niños acudirían los ocho días siguientes a casa de Siro el judío, y su padre, maestro y rabino, les explicaría el significado del encendido del candelabro de ocho brazos a la salida de la primera estrella, así cada día hasta que el octavo luciría esplendorosa la lámpara janukilla.
Antes de esta celebración, ya Munir los habría invitado a subir al alminar de una de las innumerables mezquitas de la capital curtubí donde el muecín llamaría a la Oración hacia los cuatro puntos cardinales de la ciudad enalteciendo el nombre de Allàh. El Califa Alhaken II —hijo de Abderrahman III y como tal jefe supremo de al-Andalus—, tenía patente de corso para autorizar o prohibir estas veleidades de confraternización entre las tres religiones. Mandaban ellos.
Por último, Beltrán se conformaba con mostrar a escondidas a sus amigos alguna de las misas del Adviento navideño en iglesias cristianas. Córdoba vivía en su esplendor y cerrar los ojos y hacer oidos sordos era la política condescendiente del califato. Estarían por llegar tiempos turbulentos pero aquél era el momento propicio para revivir Januká de luz, Navidad de esperanza y Ramadán de purificación en la capital del vasto territorio que comprendía desde los confines del reino benimerin africano, al sur, hasta las Marcas del norte de la península...//
PD: Beltrán el cristiano, Siro el judio y Munir el mahometano en realidad nunca congeniaron a pesar de ser de la misma edad, vivir en la misma ciudad, y tener como patria el pais que los vió nacer: la vieja Hispania, el actual al-Ándalus, la futura España. Esta escena de convivencia pudo haber ocurrido en el imaginario —al menos en el mío— pero dudo que así tuviera lugar nunca.
Mañana comienza Janukáh judía y pronto las fiestas navideñas cristianas; asímismo cada día se alza la voz pacífica de los muecines llamando a la Oración desde las mezquitas de un confín al otro del mundo.
Shalam, Shalom, Paz
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