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1.2.22

Entrevista a Carmen Cascón («Mi padre me empezó a contar fragmentos de la historia de España como si fuesen cuentos»)

Seria, rigurosa, huidiza de protagonismos. Le ha costado algún esfuerzo a este entrevistador convencerla de que se deje preguntar de lo que él sabe que ella conoce. Accede porque este entrevistador ha sacado sus modestas armas con las que le ha convencido para que cuente algo de su ciudad. Accede al fin esta mujer sonriente, licenciada en Historia por la Universidad de Salamanca —apellido/gentilicio coincidentes, vivencias de juventud, amistades, bares de buen tapeo, y templos abiertos para contraer matrimonio con otra convecina bejarana, en referencia al entrevistador—. Dicho esto, poco más puede añadir este modesto entrevistador sino dejar constancia aquí de una muy interesante charla sobre su ciudad. ,  

https://ccasconm.blogspot.com/ (su querido y trabajado blog)

https://www.facebook.com/carmen.cascon 

https://www.academia.edu/45009929/Relato_ganador_del_LIII_Concurso_Literario_del_Casino_Obrero_de_B%C3%A9jar            

(su relato, ganador)


—Carmen Cascón, por favor, presenta Béjar para quien no lo conozca. 

-Béjar es una ciudad desde 1850 (antes era villa) situada al sur de la provincia de Salamanca y cercana a lugares tan hermosos como Hervás, Montemayor del Río, Candelario, Barco de Ávila, La Alberca y la Sierra de Francia. Durante siglos nuestro motor económico fue la industria textil pañera y es por ese motivo por el que hemos estado un poco al margen de Salamanca, de Ávila o Cáceres, las ciudades grandes más próximas. Todas ellas vivían de la ganadería y de la agricultura, mientras que en Béjar vivíamos aspirando humo de las chimeneas y viendo pasar las aguas de nuestro río, el Cuerpo de Hombre, teñidas de colores diversos. Fuimos un foco de atracción de mano de obra durante tres siglos, no sólo próxima, sino también nacional e internacional. Además estamos rodeados de paisaje con montañas que permiten la relajación de la vista en prados verdes, aguas cristalinas y nieves en otro tiempo perpetuas. Son muchos los atractivos que poseemos aunque mal explotados: desde nuestro largo patrimonio histórico que engloba las murallas medievales, el castillo-palacio de los duques de Béjar, varios templos religiosos de todas las épocas, museos de variada temática (de escultura Mateo Hernández, Judío David Melul, pintura flamenca, española y holandesa además de arte oriental en el MuseoValeriano Salas), la singularidad de la Cámara Oscura y la plaza de toros más antigua, hasta los grandes edificios fabriles de nuestro patrimonio industrial a la vera del Cuerpo de Hombre, algunos en ruinas, otros en funcionamiento, carcasas de esplendor de otras épocas. El patrimonio natural se enriquece con sendas para caminar por el monte, triscar por trochas hasta los picos de la sierra, esquiar en la Estación de La Covatilla, pistas para utilizar la bici o simplemente pasear por la Vía Verde. No somos ciudad grande, sino un tránsito entre ciudad pequeña y pueblo grande (13.000 habitantes) con lo que eso conlleva en cuanto a servicios. Y en lo cultural tenemos un Casino Obrero con 140 años de historia a sus espaldas donde asistir a acontecimientos culturales y un Teatro Cervantes de la misma época que hace las delicias del público con espectáculos de teatro y música a la altura de una capital provincial. Y seguro que se me olvidan muchas cosas….

—¿De dónde viene tu interés por la historia de Béjar?

-Si empezamos a decir que mi interés por la Historia comienza cuando tenía 11 años pues te puedes figurar el resto. Mi padre era un lector y viajero consumado que me empezó a contar fragmentos de la historia de España como si fuesen cuentos, donde no había dragones pero sí castillos y reinas y reyes con nombres reales y no ficticios. Estas narraciones nocturnas se aderezaban con visitas a monumentos y recuerdos bien hilados de la familia que se remontaban a finales del siglo XIX (de hecho mi familia paterna reside en Béjar desde el siglo XVI y mis antepasados se dedicaban a las profesiones liberales, ocuparon cargos políticos y poseyeron una fábrica textil que sobrevivió hasta 1980). Así que mi pasión por la historia comenzó muy pronto. Ya con 12 años consultaba manuales y con 14 leía los libros sobre Béjar que caían en mis manos. Pero no comencé a investigar y a escribir hasta después de concluida la carrera, cuando la falta de perspectivas y horizontes laborales hizo replantearme qué hacer en los largos días. Quedarse en casa viendo la tele no era una opción, así que comencé a investigar los archivos parroquiales y a publicar mis hallazgos en el periódico local y centenario Béjar en Madrid. De ahí pegué el salto a publicaciones académicas y, como parte de mis estudios en formación profesional en administración y finanzas, me animaron a crear un blog, Pinceladas de Historia Bejarana, que cuenta ya con 13 años y más de setecientos artículos. Luego fui admitida como miembro del Centro de Estudios Bejaranos y desde hace 9 años formo parte de su junta rectora, con la que organizo actividades culturales de todo tipo. 

¿Dónde te documentas? 

-Los historiadores debemos ir a las fuentes primarias, es decir, a los archivos para documentarnos. Tanto los archivos de las tres parroquias de Béjar como el de instituciones como la Escuela de Artes y Oficios (ahora en el Centro Integrado de Formación profesional de Béjar) o la Cámara de Comercio de Béjar ya han sido consultados para realizar esas escaramuzas históricas sobre mi ciudad. Y cómo no, también el Archivo Histórico Municipal de Béjar, el Archivo Provincial de Salamanca, el Archivo Catedralicio de Salamanca o el Histórico Nacional, ahora tan accesible a través de PARES (Portal de Archivos Españoles). Pero también las hemerotecas y sobre todo los periódicos de los siglos XIX y XX relativos a Béjar. 

Tras toda esta labor de documentación, hay que recurrir a la extensa bibliografía, cada vez más prolija en tema bejaranos, por suerte, gracias a la labor de instituciones culturales como el Centro de Estudios Bejaranos, del que formo parte desde hace años. 

—¿Te gustaría ser Cronista Oficial de Béjar o prefieres indagar en viejos archivos? 

-Hace un tiempo que suena mi nombre como posible cronista de Béjar y no me veo a la altura de quienes me precedieron como don Juan Muñoz, Ceferino García Martínez o Miguel Rodríguez Bruno. Por de pronto soy mujer, creo que joven (risas), sin bigote y sin corbata. Ser cronista significa difundir los acontecimientos históricos de una ciudad y eso es algo que llevo haciendo desde hace años, desde 2007 cuando empecé a investigar y a publicar, porque me apasiona. Pero no quiero ligarme a compromisos, ni a cadenas que no sé si en algún momento querré romper. Ser cronista tendrá unas responsabilidades que no sé si me apetecerá hacer mías. Tampoco me veo digna de tal título.

Me dices que elija si quiero ser cronista o indagar en los archivos, pero es que no hay opción para elegir. No se puede ser cronista sin indagar en archivos y dejarte las pestañas leyendo legajos. Se supone que un historiador debe aspirar ácaros y polvo de archivos para acercarse al pasado en una tarea ímproba que nunca tendrá los resultados apetecidos, entre otras cosas porque nadie estará en posesión de la verdad absoluta sobre qué ocurrió exactamente en un año concreto. Ambos asuntos, ser cronista e investigar, deben ser complementarios. Si ser cronista es limitarse a decir lo que otros han dicho, entonces no soy la persona que buscan.

—¿Cuál fue en tu opinión la edad de oro y la edad del declive de tu ciudad? 

-Creo que no existen una edad de oro ni una edad de declive. Son percepciones arbitrarias surgidas de nuestras mentes. ¿Quizá la Edad de Oro fue la época medieval, aquella en la que se construyeron las diez parroquias con las que contaba Béjar, el castillo y sus murallas? ¿Sería entonces la Béjar del siglo XVI, cuando los duques de Béjar construían su villa de recreo de El Bosque, convertían su castillo en palacio o fundaban el convento de la Piedad? ¿Por ventura aquel siglo XVIII de fabricantes de paños traídos por la Casa Ducal de Flandes, Países Bajos, Francia o Inglaterra? O no, más bien el siglo XIX cuando se funda el Casino Obrero, se construye el Teatro Cervantes, la residencia del Buen Pastor, María Téllez Robles crea el colegio de las huérfanas o los salesianos se asientan con la apertura de su centro docente. Y mientras las fábricas textiles producen a pleno rendimiento, se consigue el título de Ciudad, el tren nos comunica con el resto del territorio nacional y se reconoce a nuestra Escuela Industrial como Escuela de Artes y Oficios. A lo mejor me equivoco y es el siglo XX el merecedor de la Edad de Oro porque las fábricas aumentan aún su producción, se crea el Instituto Ramón Olleros Gregorio o la Escuela de Artes y Oficios se vincula a la Universidad de Salamanca.

Hemos hecho un ejercicio positivo, pero de todas esas épocas se podrían buscar y encontrar también las sombras, los elementos negativos. Por ejemplo, de un siglo tan próspero para Béjar como el XIX habría que añadir las enfermedades, las epidemias, la insalubridad, el hacinamiento, el analfabetismo, la violencia, el desamparo de viudas y huérfanos, que sufre la mayoría de la población. Y en un siglo tan de luces y sombras como el siglo XX, en el que tantos factores buenos podríamos añadir a la cesta también eran preponderantes aquellas noticias nefastas como el cierre de las fábricas, la marcha del tren, el declive demográfico y esto conviviendo con unos años 70 en el que llega la democracia. Como vemos nada es blanco o negro. 

—Existe una tradición muy curiosa como es la de los Hombres de musgo ¿Por qué no lo explicas aquí? 

-Es muy largo de contar aquí. Digamos que una leyenda surgida al amparo de la Casa Ducal como forma de reafirmación de la Villa en el siglo XVII, una Villa que al fin y al cabo es la capital de los grandes dominios de los Zúñiga, se convierte en verdad hasta la actualidad. Los primeros indicios de la historia surgen de la mano de los cronistas vinculados al linaje. Tal historia decía que en tiempos medievales los guerreros cristianos, para sorprender a los musulmanes que se habían hecho fuertes tras las murallas de Béjar, se vistieron de musgo, ramas y elementos vegetales. Acercándose a la plaza fuerte, consiguieron conquistarla por el pavor infundido a sus enemigos. Esta historieta, casi inocente, fue narrada de generación en generación hasta que el cronista de Béjar, don Juan Muñoz, la reactualizó y publicó en los años 40. E hizo furor. La leyenda ha sido tomada como verdad sin fisuras hasta la actualidad. 

Pero no todo se basa en una leyenda. Sí es cierto que es unos maceros vestidos de musgo salen desde tiempo inmemorial custodiando al alférez de la villa (hoy los concejales de Béjar) que llevaba el pendón durante la procesión del Corpus, de patronato ducal, por cierto. Este elemento propio de la heráldica se ha mantenido con el paso del tiempo hasta la actualidad en la procesión que se celebra año a año y que ha conseguido el título de Fiesta de Interés Turístico Internacional precisamente por este elemento singular. Hay que decir que en la Edad Moderna el Corpus era una maravillosa fiesta barroca en la que, además del hombre de musgo, desfilaban otros elementos propios de la heráldica y la simbología que se fueron perdiendo con el tiempo, no así el hombre o macero revestido de musgo quizá por esa vinculación con Béjar y con su pasado más mítico. 


—¿Qué papel jugó la ciudad en la Guerra de la Independencia? 

-Sin ser un escenario de grandes conflictos bélicos en el sentido de que aquí no se libraron batallas de renombre, sí que Béjar tuvo que sufrir la invasión de las tropas francesas en varias ocasiones y por largos periodos de tiempo. Estamos hablando de oleadas de 3.000 soldados para una población de menos de 10.000 habitantes, a los cuales había que ofrecer pertrechos, comida, caballerías y alojamiento. Al margen de que en agosto de 1809 entraron a sangre y fuego, incendiando viviendas, violando a mujeres, robando objetos de plata, asesinando a frailes y soldados heridos, o destruyendo imágenes sacras.

Sin embargo, creo que esta pregunta me la formulas en otro sentido. Quizá por aquello de que las manufacturas bejaranas siguieron funcionando  a pleno rendimiento durante el conflicto bélico, produciendo no solo para el ejército español, sino también para el francés. Y es que la fabricación de paños era capital para los ejércitos contendientes y no hay que olvidar que desde principios del siglo XVIII el duque de Béjar había conseguido que Felipe firmara, una detrás de otra, contratas de paños para abastecer al ejército, en una costumbre que se mantuvo hasta los años 70 del siglo XX. Tanto los españoles como los franceses pagaban por tales servicios puntualmente por lo que podemos decir que Béjar, en cierto sentido, se vio favorecida por la guerra. Tanto es así que corrió la leyenda, una leyenda recogida por los historiadores positivistas, que las tropas inglesas de Wellington, teniendo envidia de la producción bejarana, habían incendiado nuestros establecimientos fabriles para que no les hiciéramos la competencia. Y esa historia ha sido trasladada hasta la saciedad sin que haya evidencias de que tal cosa sucediera. Al menos en los archivos consultados no he encontrado nada al respecto por lo que dudo mucho de su veracidad. 

—«Béjar, la bella ciudad de los buenos paños» fue un eslogan. ¿Sirve o ya está en desuso?

-Desgraciadamente, y con la deslocalización de la industria textil pañera hacia países asiáticos, desde los años 70 hemos sufrido el cierre en cadena de la mayoría de fábricas bejaranas, hasta tal punto que ahora podemos contar los establecimientos en funcionamiento con los dedos de una mano y todos ellos de pequeño tamaño. Durante muchas décadas nos ha sido imposible desligarnos de ese motor económico y eso nos ha lastrado en cuanto a la esperada recuperación. No podíamos quitarnos de la cabeza que el textil ya no regresaría y los intentos por favorecer la industria lanera, todos ellos infructuosos, ha imposibilitado ese cambio de chip tan necesario para reinventarnos. Espero que no sea tarde porque ha pasado mucho tiempo. Lo curioso es que hemos buscado chivos expiatorios locales para la crisis, un declive que no era nuestro, sino a nivel mundial. Ha faltado pedagogía en ese sentido.

El eslogan, está claro, no sirve. ¿Cuál sería el actual? La verdad es que no lo sé. Quizá todavía lo tengamos que descubrir. Eso sí: podemos mantener la primera parte, “la bella ciudad”, porque lo somos aunque nosotros mismos, los bejaranos, no nos lo creamos. 

—Dime una ciudad para vivir que no sea Béjar. 

-Existen dos ciudades que me gustan por su rica historia, aunque no estoy segura de si me gustaría vivir en ellas. Por un lado, otra ciudad que empieza con la letra B y que tuvo un papel preponderante en el desarrollo industrial textil de España: Barcelona. Por otro lado, una ciudad bella en sí misma, de prados verdes y largas playas: San Sebastián. ¿Para vivir? No creo que pudiera vivir muy lejos de Béjar. 

—Una comida 

-En este sentido soy muy convencional: gambas a la plancha, una paella y un plato de jamón de Guijuelo. 

—Una bebida 

-Pura agua de la Sierra de Béjar. 

—Un escritor 

-Me pones en un compromiso porque no tengo un escritor favorito, sino muchos que cambian, además, con las lecturas que hago en cada momento, incluso varían en función de la edad de uno mismo. En la cúspide pondría a grandes como Galdós, Clarín, Cervantes o Víctor Hugo, pero también Pardo Bazán o Blasco Ibáñez. 

—Un paisaje

-Una panorámica de mi ciudad de Béjar vista desde el paraje próximo de La Centena. 


Se dice que «En Salamanca o das una conferencia o te la dan» en este caso es Béjar que tanto monta. Rigurosa, seria, didáctica, amena, pregonera y cronista fiel de su «Bella ciudad» —que el entrevistador corrobora a pesar de algunas preguntas un pelín tontorronas o capciosas, que la profesora reconduce sin cortes, con sus profesorales respuestas— Carmen Cascón finaliza y sonríe tímidamente a este entrevistador. Este puede asegurar que ya las calles, los rincones, los palacetes, las iglesias e incluso la atmósfera de Béjar ya le parecen distintas,  en un antes y un después de Carmen Cascón. Decididamente, no puede faltar ningún historiador en ningún pueblo por pequeño que sea. Carmen no será Cronista pero es cronista. No será Historiadora de su ciudad pero es su historiadora. Sus dedos están, o lo estarán, manchados de viejos legajos que aún reposan en estanterías o ya en formatos digitales. Carmen Cascón es una apasionada, y de qué manera opina un servidor, después de escucharla y leerla, de Béjar: la esperanza no está perdida. Ahí, rodeada de montañas y castañares resguardada pero nunca oculta —en duermevela— la Ciudad. Gracias, profesora. Gracias por tu sapiencia. Béjar algún día se abrirá por alguna de sus centenarias puertas, con sus secretos, para ti.  

Jose Antonio Bejarano

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