© El blog con cero lectores, pero aquí estoy en el espacio de mi libertad. No espero a nadie aunque cualquiera es bien recibido. Gracias a mi BLOC ABIERTO DE PAR EN PAR donde encontrarás desde 2009 temas variados.

1.12.23

En efecto, una mariposa

EN EFECTO, UNA MARIPOSA
La columbita es un mineral compuesto de hierro y niobio, que a su vez mezclado o aleado con el tantalio, forman eso por lo que Gasira Thibasu se ve obligada a acudir cada día al tajo. Un tajo donde le pagan unos míseros francos congoleños insuficientes para ayudar a su numerosa familia y tratar de ahorrar para algún dia huir de aquel pais inmensamente rico en recursos naturales y mineros. Gasira cada día, se ve obligada a pasar por un chico —estos le llaman Mariposa—, se introduce por uno de los agujeros cargada con un martillo y una bolsa de deporte sucia con un gastado logo de Adidas. Dentro martillea —en compañía de otros chavales, en medio del polvo, la oscuridad y las toses— aquellas rocas por las que poco a poco el polvo megruzco va cubriendo y taponando sus jóvenes bronquios.
Cuando tiene la bolsa de adidas llena, sale al exterior de aquel terrible campo de toperas, pasa un control militar y entrega el contenido de la bolsa. Tose y bebe antes de volver a entrar. Algún día ella también tendrá uno de aquellos dispositivos o pantallas que fabrican en el lejano Japón con el preciado mineral que solo se da en aquella áspera tierra. Por ahora se conforma con entregar su niñez adolescente en aquel infernal cam

po minero de coltán con que fabrican los móviles y pantallas para niños del hemisferio norte del mundo. Gasira, también llamada «Mariposa» en la mina, no es consciente de que su niñez está siendo robada; simplemente se ajusta, ciñéndose un poco más la sucia camiseta a sus pequeños pechos de naciente mujer de catorce años, hacerse pasar por un chico... y volverse a enclaustrar en la topera, arrancar el maldito coltán y seguir soñando con salir algún dia de aquella perdida aldea entre las fronteras de República del Congo, Uganda y Sudán...
(COP25 Madrid-Spain 2019)

7.11.23

La hija del Emir

Salama, hija del Emir
La noche se avecinaba con rapidez y las sombras caían sobre las callejas de la judería. Dos soldados escoltaban a Iosef Aboacar quien se hacía conjeturas sobre la responsabilidad que la real Casa estaría a punto de echar sobre sus espaldas. Asió con fuerza el zurrón de piel donde guardaba su escaso instrumental médico. Nada sabía sobre la identidad del paciente y menos aún la enfermedad de que se trataba. El palacio estaba en silencio y los candelabros ya comenzaban a ser encendidos. Un oficial le franqueó el paso acompañándolo y recorriendo juntos las majestuosas estancias del alcázar.
Recorrieron pasillos decorados con el gusto que se le atribuía al Gran Califa. El silencio se veía turbado con el paso de la pequeña comitiva que acompañaba al médico cordobés. Cuando llegaron a las estancias privadas lo dejaron solo hasta que fue llamado a acceder a un dormitorio. Allí se encontraban otros dos médicos a los pies de una cama. A un lado Lope Gascón vestido con sobriedad, con expresión asustadiza, que miraba a un lado y a otro incómodo, arrancado por fuerza de su Toledo e invitado a viajar a la capital del califato. Al otro lado del lecho Abdul Qasim, médico oficial de la Corte quien rehuía las miradas y buscaba nervioso la de quien yacía en la cama. Sudorosa, con temblores, con un insano color cerúleo, una niña de espesa melena oscura y color de ojos extrañamente verdes, miraba sin ver, su cuerpo dejaba traslucir a simple vista los huesos de su cara y de sus hombros. Sin más preámbulo los tres galenos comenzaron a intercambiar opiniones mirando de vez en cuando a la enferma. A su lado el aya se afanaba en atender a la real paciente. Pronto comenzaron las disensiones entre los médicos: Abdul Qasim opinaba que los síntomas que presentaba Salama eran fiebres imposibles de atajar salvo con compresas de agua fría en la frente por un lado, y abrigo para preservar el calor por otro, y pedir por ella a Allâh el Clemente, Misericordioso.
Lope Gascón opinaba que habría que descubrir el cuerpo de Salama a fin de poner una serie de sanguijuelas para depurarle la sangre malsana, e imprescindible implorar a los santos. Los dos médicos se enzarzaron en una discusión debido a la osadía «pecaminosa» de Lope al pretender desnudar y mirar el cuerpo de mujer. Abdul Qasim se mesaba los cabellos ante tamaño despropósito y Lope Gascón contrarrestó mofándose de la serie de ungüentos y aguas medicinales de innumerables plantas que el médico cortesano decía tener en la botica de palacio. Estaba a punto de llegar el padre de la muchacha y Iosef Aboacar, hasta el momento atónito ante aquella discusión médica cargada de envidias y prejuicios, calló ante la entrada del padre de la joven muchacha.
Se abrieron las puertas del dormitorio y un edecán anunció:
—¡Humillaos y mostrad vuestros respetos besando la mano de Abd al-Rahman ibn Muhammad al-Nasir li-Din Allàh, Primer Califa de Córdoba y Príncipe de los creyentes!
Todos se inclinaron ante Abderramán III, el soberano del antiguo territorio hispano. De mediana estatura, entrado en carnes, mostrando parte del cabello pelirrojo bajo un turbante, caminaba retirándose un sencillo caftán. Aceptó los saludos de los convocados, ofreciendo su mano —aunque el judío simplemente hizo amago de besarla—, y a su señal le expusieron la situación de su hija. Iosef Aboacar retomó su diagnóstico consciente de que sus dos colegas habían discrepado sin la presencia del soberano. Ahora el Emir disponía de los tres pero Aboacar trató de no amilanarse ante el Poder del Gran Califa.
—Mi señor, vuestra hija sufre una enfermedad muy grave, vistos los síntomas claros que hemos podido apreciar en ella —Abderraman III se adelantó y miró a su hija, bastarda pero no por ello menos querida; con un leve gesto de su mano invitó al médico judío a que continuara— mi señor, vuestra hija debe ser... desvestida y examinada. Me pregunto si es imprescindible, y mi opinión y la de mis ilustres colegas es que sí.
Lope Gascón y Abdul Qasim se miraron y asintieron con la inquietud reflejada en sus rostros ante la previsible reacción del Califa. Abderraman III miró a los tres y dijo con sencillez:
—Sea. Yo acudiré a la mezquita porque Dios desea que Salama, mi muy querida hija, viva, Inshallah—. Y tal como había entrado, salió del dormitorio con sus ojos azules humedecidos en lágrimas.
Se inclinaron en reverencia los tres médicos y quedaron con sus propias responsabilidades ante la vida o la muerte, la salud o la enfermedad de Salama.
Con la ayuda del aya real, los tres pusieron en común sus conocimientos y estuvieron durante varias semanas tratando a Salama a pesar de las reticencias primeras, el diagnóstico, la cura y la convalecencia, a saber:
Iosef Aboacar diagnosticó como «tisis» que remitía con fiebre, delgadez y toses acompañadas de esputos sanguinolentos de los pulmones.
El tratamiento consistió en una mezcla de determinadas hierbas medicinales, preparada por el médico musulmán Abdul Qasim; una estricta dieta alimenticia a base de caldos, tisanas y pucheros, recomendada por Lope el médico cristiano; y por el examen corporal de la paciente, diagnóstico acertado y cambio en el modo de vida a cargo de Aboacar cuya ciencia consistía no en reponder tal como se veían obligados otros médicos, sino en preguntar y preguntarse de forma continua «por qué, desde cuándo, hasta cuándo, cuánto» ante los misterios del cuerpo humano, el dolor, la salud, el comienzo y el final de la vida. La receta consistió en la limpieza a fondo de la habitación con sales fumantes, el aseo personal diario de paciente y servicio con agua fresca exenta de aromas, ventilación y aireación, orientación del aposento real buscando el sol o la sombra, y aislamiento en Mdina Zhara, lejos de aglomeraciones urbanas. Todo ello, en conjunto, para que Salama se recuperase en pocos meses, se convirtiera en una bella adolescente y tuviera una larga vida como así fue.
Al finalizar el proceso patológico de Salama, los informes redactados en árabe, latín y hebreo por los respectivos médicos contenían todos los detalles, fueron compilados y sirvieron de guia en la cura de las enfermedades que diezmaban a la población andalusí. Iosef Aboacar había observado de manera precisa los esputos y mucosidades sanguinolientas de la niña que los otros médicos rehuían relizar, había palpado todo el abdomen de la enferma, estudiaba, pensaba, discernía, consultaba tratados antiguos de Medicina y por fin escribía sus conclusiones, editando un extenso tratado sobre las enfermedades que asolaban los reinos y cómo estas eran enumeradas y estudiadas para su posible curación.
El Califa de Córdoba, consciente del regalo que Dios le había hecho en forma de sabios galenos, creó la primera Escuela de Medicina de al-Andalus, centro del saber de grandes médicos y físicos para beneficio de los habitantes del reino nombrando, como agradecimiento, a Iosef Aboacar director y a Lope Gascón su segundo.
Pasados los meses Iosef Aboacar fue convocado nuevamente al palacio del Califa donde este le comunicó su deseo de verlo dirigir la gran Escuela de Medicina. Al salir rememoró las veladas y jornadas eternas cuidando por la salud de Salama. Ahora regresaba al exterior escoltado por una sección completa de la guardia personal del Emir y no pudo reprimir una sonrisa mezcla casi imposible de humildad y de orgullo, tan posible sin embargo como si la flor de la alheña y las aguas de las fuentes cordobesas se mezclaran en las calurosas tardes de los patios de Mdina Zhara, allí donde convalece Salama, joven hija de Abderrahman III y de Mustaq, una de sus esposas recluida en el harem.
Córdoba de las tres culturas era grande y sin duda seguiría siéndolo.

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31.10.23

dE TRAICIONES

—¡Rey don Sancho, rey don Sancho!,  

no digas que no te aviso,

que de dentro de Zamora   

un alevoso ha salido;
llámase Vellido Dolfos,  

 hijo de Dolfos Vellido,
cuatro traiciones ha hecho,   

y con esta serán cinco.
Si gran traidor fue el padre,  

 mayor traidor es el hijo.
Gritos dan en el real:   

—¡A don Sancho han mal herido!
Muerto le ha Vellido Dolfos,  

 ¡gran traición ha cometido!
Desque le tuviera muerto,   

metiose por un postigo,
por las calle de Zamora  

 va dando voces y gritos:
—Tiempo era, doña Urraca,  

 de cumplir lo prometido.

30.10.23

Gracias, bloc por tanto que me has dado

 He desactivado mi perfil de fb. Ha sido una decisión meditada pues creo que me estoy implicando en exceso en la opinión política —algo que no me importa— pero no deseo ser una mosca cojonera solitaria. Bien está pero seguiré opinando y escribiendo para mi satisfacción sin esperar nada de nadie. Doy las gracias a los que me siguen aunque raramente dejen constancia de ese seguimiento. Gracias a todos y seguiré en este blog que tantas satisfacciones siempre me ha dado y que tenía abandonado. Espero corregirlo. :)



De la Monarquía

Como se aproximan eventos monárquicos y algunos, aun chupando del Erario, reniegan de la Monarquía, me he tomado la molestia de documentarme de forma somera y visto los periodos en que NO ha existido la Monarquía en España —resulta más rápido y fácil de enumerar que el tiempo que hemos tenido monarcas y regencias—: han sido aproximadamente dos repúblicas y una dictadura y alguna asonada (en total, poco más de 60 años). Lo demás, desde que Hispania fue provincia de Roma, pasando por las monarquías visigodas, el Gran Califato Omeya y la unificación de los antiguos Reinos y Señoríos en una sola nación con Fernando e Isabel conformando, con los territorios de Ultramar y Virreinatos, es lo que hoy forma la ESPAÑA autonómica, democrática y europea. No te dejes engañar por republicanos de nuevo cuño que no son capaces de aclarar cuál tipo de república desean, y se emberrenchinan cuando ven que la Monarquía es el mejor sistema de representación del Estado, con roles preestablecidos, que ésta, la Monarquía, es apartidista, encarna la unidad y permanencia de la patria, según el artículo 56 de la Constitución de 1978. No asisten los de siempre a la jura de la Heredera sobre la Carta Magna, porque son unos catetos resentidos y prefieren la aventura de repúblicas y «republiquetas» de quién sabe qué pelaje. España es monárquica en su inmenso periodo de Historia desde Tartessos, Tarraco, Toledo, Córdoba... hasta Madrid-Zarzuela. Cuestionarán la Monarquía pero no dejemos que los ignaros hagan prevalecer —y a ello se van a aprestar— sus teorías republicanas y/o dictatoriales —aunque estén en su derecho— de infaustos recuerdos. Simplemente no saben, ignoran que la Monarquía, la heredera de los derechos dinásticos —Leonor— se presenta ante los representantes de la soberanía popular ante quienes jurará preservar la Constitución, pero 'elles', pobres patanes, qué sabrán.


Vienen los júngaros

—¡Que vienen los júngaros! ¡Los júngaros! ¡Que vienen! El Miguel recorría las calles advirtiendo de la noticia que de vez en cuando se exten...