No escuchar, no mirar, no decir. Los tres monos sabios sabían que era las
mejores opciones para no complicarse la vida. Los tres monos sabios vivían en el
mejor de los mundos que ellos imaginaban.
—Qué más da que en la jungla siga
mandando el "rey" y su corte de tiralevitas.
«Qué más da que el rey imponga las
leyes que él quiere.
«Qué más da que nos impongan poco a poco su dictadura.
«Qué
más da que el rey y su cohorte vayan copando todos los mejores árboles.
«Qué más
da que que le dé igual todo con tal de seguir en el árbol número 1.
«Qué más da
si tapando nuestras orejas, bocas y ojos podremos seguir sobreviviendo en los
rastrojos que nos dan a modo de árboles.
«Qué más da que el rey vaya desnudo si
todos lo vemos con espléndidas vestiduras que es lo que conviene decir.
«Callemos, hagamos oídos sordos y cerremos los ojos que el dios proveerá por y
para nosotros.
«¡Larga vida al rey del zoo(i)lógico! —los tres monos se
retiraron sin saber que su actitud acomodaticia, por no decir acobardada, a la
larga les supondría la esclavitud, que serían usados y abusados por la
apoltronada clase dirigente.
En la clandestinidad un grupo de simios díscolos
empeñados en ver, oir y expresarse como derecho incuestionable soñaba preparando
una incierta a la par que suicida revuelta, pero la verdadera libertad bien
merecía la pena y renunciar al cacahuete para hoy y el hambre para mañana.
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