Lo sabemos desde hace pocos días. Esta tarde hemos por fin embarcado y a mi me han enrolado como
marinero. Doy gracias a Dios porque al fin salimos de esta tierra nuestra y aunque salimos en la más absoluta ignorancIa de adónde nos dirigimos, preferible es la seguridad de lo incierto a la probabilidad de lo cierto. Y a pesar de este trabalenguas, me encomiendo a Dios para que mi gente sea sana y salva huyendo de la Santa Ira de nuestros señores los reyes. Embarco en la Pinta, una carabela al mando de mi señor Martin Alonso Pinzón que con gran valentía comandará esta hermosa nave donada por el pueblo de Palos. Estoy deseando oir la orden de levar anclas y salir en derrota por la isla de Saltés rumbo a lo desconocido. Pongo mi alma en manos del Altísimo y a Él le imploro para que haga iluminar las mientes de quienes desean recorrer los pueblos de este Reyno en busca de judeizantes. Dos dias hace que cumplió el plazo del ignominioso e injusto Edicto dado en Granada por Sus Majestades los Reyes Isabel y Fernando por el que se nos exige abjurar o huir. Y yo, en el nombre de Dios, no deseo abjurar de la fe de mis mayores ni renunciar a las costumbres legadas generación tras generación. Por ello, huyo en el más completo sentido de la palabra, huyo de mi tierra, de mi gente, de mis amigos pero sobre todo de los que se dicen mis enemigos. Mañana a la subida de la marea, antes de la salida del Sol partimos al mando de la nao Santa María y precediendo a la otra carabela Niña, se rumorea, en busca de la abundancia en las tierras de las Indias Occidentales. Al Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, así como a la Señora que dicen de los Milagros en mi muy amado pueblo de Palos, me encomiendo.
Puerto de la Fontanilla de La Rábida, segundo dia del mes agosto del Año del Señor de Mil y cuatrcientos y noventaydos.
Juan Bezano, marinero
(Del Diario de Navegación/Viajes/Archivo de Indias/Sevilla)
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